Aliados libertarios, asumiendo lo suficiente y lo necesario

(apuntes  sobre la necesaria y siempre insuficiente deconstrucción de la masculinidad en el imaginario HPC )                         

Con las palabras que siguen quiero comentar un artículo titulado “¿Deconstrucción?”, publicado en “La Oveja Negra” (http://www.boletinlaovejanegra.blogspot.com) nº 62 de abril-mayo de 2019

1 Introducción.

Todes somos socializadas (miremos si no las expectativas generadas antes del nacimiento) y vivimos inmersos en el imaginario social heteropatriarcalcapitalista (HPC). Hablamos de la regulación inconsciente de la dominación en nosotros no por Otro Yo desconocido, sino de otro en mí mismo, que me subjetiviza, un imaginario en el que el sujeto no se dice sino que es dicho por él. Si los hombres queremos asumir el papel de aliados en la lucha que las mujeres libran por su emancipación no podemos sino iniciar un proceso, usamos para lo que vamos a tratar una reflexión de Castoriadis: “la reflexión genuina es por lo tanto, ipso facto, un desafío a la institución de la sociedad dada, la puesta en cuestión de las representaciones socialmente instituidas”. [C. C. “El mundo fragmentado”].

Una desafiante reflexión, una deconstrucción de nuestra masculinidad producto del imaginario HPC que implicará su imbricación necesaria con nuestras prácticas, aunando lo personal con lo político (y viceversa).  

Hemos de reconocer que nuestra impronta, nuestra pulsión masculinista , nos lleva a querer ser, en los más de los casos, los más feministas (siempre los más en todo), incluso más que las propias compañeras, pura estética vacía de los que no quieren incidir en sus privilegios HPC y sin embargo prestos nos atrevemos a sostener la pancarta feminista. En definitiva, es mucho más grato referirse a los cuidados que amorosamente prestan tantas mujeres y a cómo los capitalistas las explotan que cuestionarse cuánto mejor vivo yo sin limpiar el váter.

Cómodamente instalados en nuestros privilegios de la jerarquía HPC [en los cuidados, en el sindicato, en el curro, en las relaciones afectivas], cuando la igualdad nos involucra directamente la sentimos como opresión de “las que están sacando las cosas de quicio”, “las feministas dividen la lucha y quieren una guerra de sexos” (o los cientos de comentarios misóginos que cotidianamente escuchamos en el entorno de nuestras fraternidades ante los que cerramos nuestros oidos, disculpamos o incluso aplaudimos, no vaya ser que desconfíen o nos expulsen de esas fraternidades masculinas a las que pertenecemos) .   

2. Genealogía del heteropatriarcado capitalista.

Iniciemos una breve aproximación a los orígenes y desarrollo histórico de este imaginario señalando la íntima imbricación del Patriarcado con el Capitalismo iniciada hacia el S XVI. Con la destrucción a sangre y fuego las anteriores formas populares de convivencia patriarcal muy relativamente horizontales (las revueltas campesinas en defensa de los comunes contra su privatización, la masiva quema de brujas en Europa para sujetar a las mujeres y el exterminio de las poblaciones autóctonas de las colonias, etc.) se inicia un nuevo régimen, el capitalista que rearticula y “moderniza” el Patriarcado anterior.  

La naturalización de la dominación impulsada desde sus inicios por la Modernidad Ilustrada fue produciendo monstruos domesticades y normativizados. El discurso moderno del “somos así” o “la genética y biología humanas nos determina”, se manifiesta en los distintos filósofos modernos, para: a) señalar la necesidad del Estado que imponga el orden entre les lobas/os (Hobbes); b) distribuir absurdas “complementariedades”: los hombres, son racionales, luego su lugar es el ámbito público y siendo las mujeres emocionales e inestables son incapaces de asumir nada más allá del hogar y la maternidad (Rousseau); c) a unes cuantes, pobrecilles, su abyecta y enferma obsesión por les de su mismo sexo la sicología y la medicina “científica” les curará y reconducirá por el buen camino hetero (ej. Freud); d) a algunas culturas atrasadas tendremos que “civilizarlas”; etc.,etc.).

El desarrollo biopolítico estatal posterior y la asunción de este cientifismo naturalizador fue incorporado, con mayor o menor éxito, hasta en muchas de las prácticas de lucha y del imaginario de las tradicionales resistencias obreras.  

La pamema del libre albedrio (la quimera de la soberanía individual aislada y ansiosamente temerosa de la comunidad) es la estratagema que seduce y produce, entre nosotros los varones, el canon del hombre hecho a sí mismo, la individualidad atomizada y rabiosamente competitiva, misógina, racista y homófoba tan funcional a este HPC. Lo que hace tan potente la dominación HPC es su invisibilidad y reproducción continuada; somos sujetos construidos y sujetadas en y por estos valores y prácticas cotidianas (políticas e íntimas). Son las creencias inconscientes en las que vivimos inmersos las que nos han conformado como sujetos a la vez que nos han sujetado para asumir natural e inconscientemente nuestra privilegiada y toxica identidad masculina.                                                                                                               

Ante esta realidad tenemos un reto ineludible las que entendemos la individualidad como un valor inseparable de la comunidad, les libertarias somos quienes luchamos por la libertad y el apoyo mutuo en comunidades sin Estado, en las que la diversidad humana sea la base de una política en la que gestionemos autónomamente, sin tutelas de ningún tipo, todos los aspectos de nuestra vida para que merezca la pena ser vivida. 

Este reto nos sitúa más allá del derrocamiento del Estado y el Capital para implantar la autogestión generalizada de los medios de producción, histórico anhelo de las clases trabajadoras. Una vez realizada la revolución es pertinente preguntarnos por ¿quiénes asistirían a las asambleas obreras, vecinales, etc.?, ¿qué participación tendrían los no nacidos en la comunidad y/o de otra raza en las deliberaciones?, ¿quiénes se encargarían de cuidar a la chavalería y a los viejas durante las actividades públicas?, ¿reproduciremos el binario masculino/femenino?, ¿qué formas de camaradería afectivas y reproductivas serán cotidianas?, ¿seguiremos asumiendo la heteronorma y “respetando” a lxs abyectxs?.   

Por mucho que estén alejadas de nuestro cortoplazo, estas preguntas, entre otra muchas, no las podemos dejar como planteaba Lenin, y muchos anarquistas contemporáneos, siempre, para más tarde, ya que estos problemas, “culturales” se desvanecerán, se supone, una vez sobrepasados las cuestiones de la contradicción principal económica.

No nos creamos la superchería de que la bondad del ser humano saldrá a la luz mágicamente una vez destruido el estado y abolida la propiedad privada de los medios de producción instaurando la autogestión generalizada. Es el erróneo argumento de la determinación que la infraestructura económica impone a la superestructura cultural, por el que se pospone en la práctica hasta el fin de los tiempos la lucha contra la dominación heteropatriarcal.  

Ciego planteamiento economicista que no asumiendo la integración antropológica de la dominación en el HPC, crea artificialmente compartimentos estancos jerarquizados por los que se supedita a la contradicción principal (la económica) a la contradicción secundaria o cultural (la misoginia, la homofobia, etc.).

Sirva de ejemplo que en la Italia de inicios de los 70 del S XX, durante las luchas por la autonomía obrera muestran los hombres autónomos una miopía social y política de manual, fruto de un machismo inconsciente. Militando en Lotta Feminista,  las compañeras recibían la indiferencia y animadversión de sus camaradas hombres hacía lo que estos “revolucionarios” consideraban luchas interclasistas de las mujeres (aborto y violencia), acusándolas de dividir el movimiento revolucionario (enfrentando a hombres y mujeres) o sus risas burlonas ante su consideración de los cuidados “ni siquiera como un trabajo verdadero, pues con las guarderías en el socialismo se resolverían todos los problemas”; cuenta Mariarosa Dalla Costa que “Se hizo de inmediato evidente que el nudo difícil de deshacer era el de la maternidad….   …..maternidad, elección irreversible que condiciona toda la vida femenina y que no se resolvía llevando a los niños a la guardería…  …una mujer en casa siempre está de turno decíamos …la disponibilidad mental para planificar y afrontar las obligaciones e imprevistos de nuestra acción”.

Si “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” también llevamos incorporada en nuestra subjetividad una cantidad enorme y toxica del imaginario HPC; esta subjetividad (esos sujetos sujetados mencionados), querámoslo o no, nos acarrea individual y colectivamente la dominación machista. De ahí que la destrucción de la sociedad actual tiene que ser integral. Por muy necesaria que sea estrategicamente la autogestión de los medios de producción, es claramente insuficiente.

3 ¿Qué hacemos con eso que han hecho de nosotros?: hombres      aliados de las anarcofeministas.                         

La sociedad HPC se estructura en una pirámide jerárquica en cuya cúspide se sitúa el hombre propietario, heterosexual, blanco y adulto (Trump o Bolsonaro pueden servirnos de ej.). Aún en el escalafón más bajo de esa jerarquía masculina hegemónica, los hombres disfrutamos de unos privilegios de todo tipo que es necesario localizar y erradicar, nuestra subjetividad individual y política nos impele a ejercerlos de manera más o menos inconsciente.  

Los hombres, y los libertarios no somos una excepción, es prioritario que realicemos un proceso individual y colectivo de deconstrucción en el que reflexiva, laboriosa, responsable y humildemente nos planteemos un cambio radical de nuestra subjetividad. Proceso que, como libertarios no confundamos con las modas HPC de la autoayuda ni emule los cantos de sirena de los grupos de las terapéuticas  llamadas “nuevas masculinidades”, también de actualidad, que solamente buscan conseguir hacer “buenos hombres igualitarios” en el marco  del feminismo burgués de la igualdad de oportunidades sin asumir la necesaria lucha anticapitalista y, fundamentalmente, mirando únicamente sus privilegios en las relaciones del binario masculino-femenino, abstrayendo la dominación de clase, raza, deseo sexual, etc. Las libertaries no circunscribimos nuestro horizonte a “los derechos humanos” de estos compañeros de viaje, pues no desdeñando los avances y conquistas fruto de las luchas, somos conscientes de que la consecución de derechos sencillamente son resultado de la correlación social de fuerzas, no son cimas inamovibles a las que es imposible descafeinar  una vez alcanzadas. Los derechos en esta sociedad no nos permiten distraer nuestra alerta de lucha.

 El proceso de deconstrucción de la masculinidad sabemos, los que lo iniciamos ahora, que nunca terminará, siempre será incompleto, parcial; tampoco será automático, ni armonioso, pues nos depara, a menudo desgarros y vergüenza propia [“recuerdo hace años que violé a mi compañera de entonces mientras dormía, aunque no lo viví como una violación”, comentaba un compañero]. Utilizando, para nuestro propósito, lo que nos dice Castoriadis, referente a la autonomía y la eliminación del mensaje de la dominación incrustado en nosotros mismos, diríamos que “la deconstrucción de nuestra masculinidad no es pues elucidación racional sin residuo y eliminación total del discurso heteropatriarcal no sabido como tal”. Este es un proceso como “una cerilla en medio del campo en plena noche; una cerilla apenas ilumina, pero nos permite ver cuánta oscuridad hay alrededor”.

Sabiendo que no estamos determinados totalmente y que tampoco somos dioses creadores  de nosotros mismos tendremos que conjugar y asumirnos como productos sociales conscientes de toda la toxicidad de la dominación naturalizada HPC en nosotros mismos y , a su vez, como productores como creadores que “……no buscaríamos nuestro sexo verdadero, sino indagar y deconstruir nuestro sexo falseado para crear y conquistar nuestro sexo imaginario.”

Deconstruir para crear, más bien para iniciar un proceso de destrucción de la masculinidad mediante un cultivo paciente y esforzado en interacción con los demás. Aquí la amistad es muy importante en este sentido, es el saber que nuestro trabajo y todo lo aprendido o adquirido lo es por contaminación, a través de los amigos, los compañeros en el proceso.

Si no buscamos ser simplemente “buenos hombres”, rechazando el feminismo de la igualdad de oportunidades tan caro a los partidos socialdemócratas de todo tipo; el proceso que iniciemos los hombres libertarios, laborioso, tenaz, reflexivo sin autocomplacencias, etc., tanto en nuestras prácticas cotidiano-relacionales (con todas, todes y todxs) como en el aprendizaje en/de los anarcofeminismos (no lo confundamos con que ellas nos eduquen ¡asumamos nuestra responsabilidad como mayores de edad!) creo que, debe ir fraguando aliados de las luchas feministas, cuestionando/nos el HPC en nuestras luchas sin hacer compartimentos estancos. 

Los hombres libertarios que queremos ser aliados no necesitamos espacios en el anarcofeminismo sino coger el espacio que tenemos en la sociedad, en la fraternidad en la que convivimos con otros varones (en las reuniones familiares, con los colegas del curro, con los compañeros de la universidad, etc.) y generar anarcofeminismo en él. Claramente, asumir esta práctica va a resultar criticada, incomprendida, despreciada y sospechosa ante los demás hombres; seremos vistos como traidores de esa fraternidad al no mostramos como depredadores machotes alfa hechos a sí mismos.

Y ya que “no es lo que han hecho de nosotros (el mercado, el estado, el heteropatriarcado) sino lo que nosotros hacemos con eso que han hecho de nosotros”, asumamos el aspecto claramente político de nuestra deconstrucción que por muy necesaria no es suficiente [[recientemente preguntaban a Almudena Hernando: “¿Se puede acabar con el orden patriarcal sin acabar con el modelo de desarrollo económico capitalista?  No. El orden neoliberal es resultado de una construcción identitaria y socio-económica patriarcal …..”;                                                                                                                                     “…..en el mundo occidental se está dando importancia únicamente a la razón, al dato, al ser más, a la desconexión emocional, a la irreflexión sobre nuestra sociedad y sobre el futuro que queremos]. Contentándonos con esa bondad masculina pregonada por algunos autores, sí nuestra deconstrucción no está imbricada con el horizonte políticamente libertariofácilmente será coptada por quienes quieren cambiarlo todo para ¡no cambiar nada!.                                                                                                                                                          Aliados siempre situados en nuestro ámbito cotidiano de concientización entre otros hombres; aliados contra la misoginia, los asesinatos machistas, contra la homofobia, asumiendo equitativamente los trabajos de cuidados para con los niñas como con les viejos, etc., etc.

Aliados que aprenden de las aportaciones que históricamente han hecho a la teoría social revolucionaria las anarcofeministas entre otras feministas muchas (E. Goldman, Rita L. Segato, Lucia Sánchez Saornil, J. Butler, María Mies, S. de Beauvoir, S. Federicci, etc, etc). Aprender nunca como un ejercicio intelectualoide; aprender, reflexionar, debatir para nutrir nuestro discurso y nuestras prácticas de combate social, político, económico, e ir desafiando lo más conscientemente posible la institución de la sociedad dada.

Aprender, en definitiva para ir cuestionando en lo político y en lo personal las representaciones socialmente instituidas del Heteropatriarcadocapitalista, para luchar integralmente por esas anheladas comunidades sin tutelas estatales ni jerarquías que, sustentadas en la libertad y el apoyo mutuo entre lxs diversxs/as/os/es, sean el marco en el que la vida merezca la pena ser vivida. Comunidades en las que los binarios masculino/femenino, homosexual/heterosexual, dirigentes/dirigidos,naturaleza/cultura, etc., sean un triste recuerdo de la dominación.

Gerardo