La fuerza de la ciénaga: Contra todo nacionalismo

Lo más destacado de la situación en Cataluña durante los últimos años no ha sido la movilización permanente, el número de personas que han participado en ella o el contenido de las reivindicaciones. Lo que resulta más llamativo es la ausencia de una contestación inequívoca al Procés que no venga desde posiciones nacionalistas españolas, en un juego de espejos entre imágenes reaccionarias. Las oposiciones firmes, desde posiciones de crítica social y revolucionaria,  al movimiento nacionalista catalán se podrían contar con los dedos de una mano, siempre limitadas a tomas de posición de compañeros aislado.

Bien podríamos decir que el Tsunami ha afectado sobre todo a las filas de quien deberían haberse opuesto de forma inequívoca. Lo que queda de todo esto es un panorama desolador y una demostración más de lo insustancial y vacío de la crítica social de hoy en día.

Decía Paul Valéry que ya está todo dicho pero que la gente tiene tan mal oído que hay que repetirlo de nuevo. No es agradable recordar verdades de Perogrullo.

El llamado conflicto catalán tiene su origen en las disputas entre las oligarquías y burguesías de Barcelona y Madrid. Vamos, en como se reparten la plusvalía y los beneficios entre estos grupos mafiosos en un periodo de recursos escasos y de profunda crisis y transformación del capitalismo mundial.

El procedimiento de apelar al sentimiento de identidad nacional es el modo seguro de garantizarse el apoyo de importantes sectores sociales y el control absoluto de todo el movimiento, son sus reglas de juego, y el antídoto más eficaz para exorcizar lo que verdaderamente esta gente teme más: la lucha de clases. Para tantos grupos anarquistas y autoproclamados libertarios les debiera bastar echar una ojeada al pasado para ver como actúa esta misma burguesía cuando los de abajo osan cuestionar las relaciones sociales: sangre, fuego y metralla. Pensar estar en el mismo bando de esa gentuza debería hacer pensar a nuestros “antisistema”, pero esa verdad tan elemental  sigue jugando al escondite con ellos.

Hay que tener mucho estómago para no sentir nauseas viendo abrazarse al tal Fernández (de una tal CUP) a Artur Mas, un icono de lo más reaccionario y corrupto de la oligarquía catalana. Desprovistos de lo accesorio, es decir de la política antiobrera y represiva de Mas, lo que une a ambos en representación de sus respectivas bandas es una misma Patria. Así está el mundo de los “antisistema”.

La burguesía catalana se ha apoyado en las llamadas clases medias (funcionarios, profesionales de los sectores “avanzados”, la intelectualidad académica, estudiantes, etc.) golpeadas por la crisis y fácilmente susceptibles de convertirse en una masa amorfa. Son el tonto útil de la sociedad capitalista, las capas que absorben de forma natural toda la ideología del sistema, con sus rituales a la productividad, la innovación, la modernización y su cacharrería tecnológica.

Que todas esas personas se sientan concernidas y vivan con pasión su compromiso nacionalista no quita para que toda la movilización haya sido organizada, orquestada y ejecutada desde arriba. Y a toque de pito.

No es un movimiento de base, donde la autoorganización y la creación de un programa de acción, aunque fuera con debilidades,  ha surgido de un profundo tejido social. Quienes están en el puesto de mando han utilizado lo que les resulta consustancial a su naturaleza y está en consonancia con sus objetivos reaccionarios: la parte del aparato del estado que controlan. Es a partir del Govern, con sus Consellerias, los medios de comunicación públicos y los que subvencionan, las universidades, incluso con la aquiescencia de los cuerpos represivos, como se ha ido pergeñando el Procés.

Las organizaciones de la sociedad civil como la ómnium y la ANC son satélites vinculados a la iniciativa del aparato del Estado, aunque Ómnium venga de una larga trayectoria, y se han ido engordando a la sombra de los  presupuestos generales de la Generalitat. Los mismos organismos de “base” como los CDR o más recientemente el “Tsunami Democratic” manejan unos recursos organizativos y tecnológicos muy por encima de lo habitual en estos tipos de movimientos, enlazando simultáneamente sus acciones con el aparato institucional del Estado.

Por si todo esto no fuera suficientemente significativo, amplios sectores de la patronal son los más encarnizados luchadores de la causa. El movimiento es marcadamente interclasista. En las manifestaciones van juntos el presidente de la patronal del sector sanitario (el mismo que en el gobierno de Artur Mas intentó destruir en provecho propio el sistema de sanidad pública) con los trabajadores sanitarios, el propietario de la mayor multinacional catalana (el de “Adelante, sin miedo Presidente”) y sus trabajadores precarizados hasta la extenuación.

Son tiempos difíciles, tiempos de desmemoria. Contemplar una melé informe de  tipos con banderas rojas y rojinegras junto a sus empleadores, sosteniendo una “huelga de país” subvencionada por el Estado y la Patronal, es un espectáculo devastador. Incluso llegamos a echar de menos la dignidad de los viejos reformistas, como August Bebel, cuando en el parlamento Alemán fue aplaudido por la bancada conservadora y decía para sus adentros “ Qué habrás dicho, viejo Bebel”. Por lo visto nuestros “Antisistema” y Humanistas no tienen esa capacidad de sonrojo.

No le otorgamos al Estado el derecho a destruir a ninguna persona. Detestamos el sufrimiento infligido a los individuos, el sadismo punitivo del Estado, mucho más mediante penas de cárcel. Por ello no nos alegramos del encarcelamiento de nadie. Una de las tareas de una sociedad solidaria será abolir ese mecanismo de relación.

Justamente por ello a la hora de analizar el encarcelamiento de los líderes independentistas lo primero que hay que decir es que ellos antes de ser encarcelados fueron carceleros. La saña en la persecución contra los jóvenes que rodearon el Parlament, y de mil conflictos que se han dado durante estos últimos años, da cuenta de su naturaleza social y, porqué no, psicológica.  Si alguien tiene dudas basta con recurrir a la prensa y ver que decían algunos encarcelados y sus abogados sobre todos estos acontecimientos.

Pero hay que reconocerles que ellos no incurren en ninguna contradicción: están dispuestos a utilizar toda la potencia represiva del aparato del Estado para preservar esta sociedad. Lo dicen por activa y por pasiva, lo que quieren es controlar en su totalidad ese aparato.  Hasta donde les ha sido posible en su acción de gobierno, han orientado los esfuerzos de la policía patriótica (los Mossos) en esa dirección: priorizar el control de los sector sociales que pudieran poner, aunque sea de forma limitada, en cuestión el orden social: grupos anarquistas, ocupaciones, conflictos laborales descontrolados, asociaciones en defensa de las condiciones de vida, etc…Es decir, orientados a la represión social.

Incluso sintiendo empatía con su condición personal, habría que decir de forma clara que estos presos “No son nuestros presos”: porque lo que nos han aplicado en el pasado, nos ofrecen en el presente y nos tienen reservado para el futuro es la misma represión de la que ellos son víctimas ahora.

¿Alguien piensa que es casual que la mayoría de los nacionalistas condenados  estuvieran en homenajes a los hermanos Badía? ¿Cabe un acto simbólico más explicito? Llegados a este punto, no queremos que haya ningún tipo de duda: nosotros reivindicamos a quienes hicieron justicia con los Badía.

El nacionalismo es reaccionario y excluyente, el catalán no menos que el español, y es absolutamente incompatible con una propuesta de trasformación social que respete la igualdad y las diferencias culturales sin convertirse en entidades estatales. Lo que viene de matute en el movimiento nacionalista catalán, y  muchos prominentes dirigentes no lo esconden, es la destrucción de una comunidad real multilingüe y multicultural. Es bueno advertirlo ahora, antes de que los rasgos nacionales “verdaderos” sean impuestos con procedimientos violentos. No debiera sorprender a nadie, a fin de cuentas el movimiento nacional catalán hace parte del auge de los nacionalismos en todo el mundo, especialmente en Europa. Es con estos, y no con las revueltas  de Chile, Líbano, Haití, Honduras, etc…que cabe emparentar al nacionalismo Catalán. Dándole coherencia en el conjunto de la situación mundial.

Incluso cuando se enfrenta violentamente a la policía, en algunas ocasiones los Mossos son considerado de los “nuestros”, no aportan una perspectiva liberadora. Contrariamente a la apreciación de muchos grupos anarquistas y personas del mundo libertario no consideramos la lucha con la policía un valor en sí mismo. Lo que da sentido revolucionario a un enfrentamiento con el aparato represivo del Estado es con qué instituciones se desea reemplazar a las que se combate. Es ridículo pensar que quienes han impulsado y dirigido todo el movimiento nacionalista tenga ni el más mínimo propósito de darnos algo diferente a lo ya existente. Eso sí, bajo otra bandera.

El enfrentamiento con el estado no es un puro ejercicio de desahogo personal, como quien va al gimnasio.

No hay que hacer mucha memoria para recordar como numerosos movimientos reaccionarios han combatido contra la policía, incluso de forma encarnizada.

Siguiendo el dicho de los revolucionarios que nos precedieron, de que nuestro mayor enemigo es nuestra propia burguesía, nuestra oposición al nacionalismo catalán es frontal. Y lo es por motivos de principios. La sociedad que nos proponen es la misma en la que estamos ¡y cómo podría ser algo diferente si ya son los amos de lo que hay!

Las tareas que tenemos ante nosotros nada tienen que ver con la construcción de nuevos Estados-Nación, ese atavismo regresivo que la burguesía y el capital agita en determinadas zonas del mundo, es expresión de su profunda decadencia social.

Habrá quienes piensen en los tacticismos, en no separarse del movimiento, en combatir ciertas debilidades e influir en ciertos sectores, en no tirar el niño con el agua. Lejos de conseguir resultados lo que se logrará es degradar la perspectiva liberadora, introduciendo como buenos conceptos y prácticas que hacen parte del Capital. No hay atajos. Solo vale afrontar la situación con honestidad y claridad.

La única tarea en que nos sentimos concernidos es en luchar contra esta sociedad del trabajo asalariado y la ley del valor, del Estado y las jerarquías, de la destrucción de las sociedades y de la naturaleza, de la feroz represión contra los que se atreven a chistar, de la mercantilización de todas las facetas de la vida.

Hoy, aquí, para poner en marcha esa perspectiva, aunque sea modestamente, pasa por combatir sin ambages el nacionalismo catalán.

Barbaria – Noviembre 2019

Aliados libertarios, asumiendo lo suficiente y lo necesario

(apuntes  sobre la necesaria y siempre insuficiente deconstrucción de la masculinidad en el imaginario HPC )                         

Con las palabras que siguen quiero comentar un artículo titulado “¿Deconstrucción?”, publicado en “La Oveja Negra” (http://www.boletinlaovejanegra.blogspot.com) nº 62 de abril-mayo de 2019

1 Introducción.

Todes somos socializadas (miremos si no las expectativas generadas antes del nacimiento) y vivimos inmersos en el imaginario social heteropatriarcalcapitalista (HPC). Hablamos de la regulación inconsciente de la dominación en nosotros no por Otro Yo desconocido, sino de otro en mí mismo, que me subjetiviza, un imaginario en el que el sujeto no se dice sino que es dicho por él. Si los hombres queremos asumir el papel de aliados en la lucha que las mujeres libran por su emancipación no podemos sino iniciar un proceso, usamos para lo que vamos a tratar una reflexión de Castoriadis: “la reflexión genuina es por lo tanto, ipso facto, un desafío a la institución de la sociedad dada, la puesta en cuestión de las representaciones socialmente instituidas”. [C. C. “El mundo fragmentado”].

Una desafiante reflexión, una deconstrucción de nuestra masculinidad producto del imaginario HPC que implicará su imbricación necesaria con nuestras prácticas, aunando lo personal con lo político (y viceversa).  

Hemos de reconocer que nuestra impronta, nuestra pulsión masculinista , nos lleva a querer ser, en los más de los casos, los más feministas (siempre los más en todo), incluso más que las propias compañeras, pura estética vacía de los que no quieren incidir en sus privilegios HPC y sin embargo prestos nos atrevemos a sostener la pancarta feminista. En definitiva, es mucho más grato referirse a los cuidados que amorosamente prestan tantas mujeres y a cómo los capitalistas las explotan que cuestionarse cuánto mejor vivo yo sin limpiar el váter.

Cómodamente instalados en nuestros privilegios de la jerarquía HPC [en los cuidados, en el sindicato, en el curro, en las relaciones afectivas], cuando la igualdad nos involucra directamente la sentimos como opresión de “las que están sacando las cosas de quicio”, “las feministas dividen la lucha y quieren una guerra de sexos” (o los cientos de comentarios misóginos que cotidianamente escuchamos en el entorno de nuestras fraternidades ante los que cerramos nuestros oidos, disculpamos o incluso aplaudimos, no vaya ser que desconfíen o nos expulsen de esas fraternidades masculinas a las que pertenecemos) .   

2. Genealogía del heteropatriarcado capitalista.

Iniciemos una breve aproximación a los orígenes y desarrollo histórico de este imaginario señalando la íntima imbricación del Patriarcado con el Capitalismo iniciada hacia el S XVI. Con la destrucción a sangre y fuego las anteriores formas populares de convivencia patriarcal muy relativamente horizontales (las revueltas campesinas en defensa de los comunes contra su privatización, la masiva quema de brujas en Europa para sujetar a las mujeres y el exterminio de las poblaciones autóctonas de las colonias, etc.) se inicia un nuevo régimen, el capitalista que rearticula y “moderniza” el Patriarcado anterior.  

La naturalización de la dominación impulsada desde sus inicios por la Modernidad Ilustrada fue produciendo monstruos domesticades y normativizados. El discurso moderno del “somos así” o “la genética y biología humanas nos determina”, se manifiesta en los distintos filósofos modernos, para: a) señalar la necesidad del Estado que imponga el orden entre les lobas/os (Hobbes); b) distribuir absurdas “complementariedades”: los hombres, son racionales, luego su lugar es el ámbito público y siendo las mujeres emocionales e inestables son incapaces de asumir nada más allá del hogar y la maternidad (Rousseau); c) a unes cuantes, pobrecilles, su abyecta y enferma obsesión por les de su mismo sexo la sicología y la medicina “científica” les curará y reconducirá por el buen camino hetero (ej. Freud); d) a algunas culturas atrasadas tendremos que “civilizarlas”; etc.,etc.).

El desarrollo biopolítico estatal posterior y la asunción de este cientifismo naturalizador fue incorporado, con mayor o menor éxito, hasta en muchas de las prácticas de lucha y del imaginario de las tradicionales resistencias obreras.  

La pamema del libre albedrio (la quimera de la soberanía individual aislada y ansiosamente temerosa de la comunidad) es la estratagema que seduce y produce, entre nosotros los varones, el canon del hombre hecho a sí mismo, la individualidad atomizada y rabiosamente competitiva, misógina, racista y homófoba tan funcional a este HPC. Lo que hace tan potente la dominación HPC es su invisibilidad y reproducción continuada; somos sujetos construidos y sujetadas en y por estos valores y prácticas cotidianas (políticas e íntimas). Son las creencias inconscientes en las que vivimos inmersos las que nos han conformado como sujetos a la vez que nos han sujetado para asumir natural e inconscientemente nuestra privilegiada y toxica identidad masculina.                                                                                                               

Ante esta realidad tenemos un reto ineludible las que entendemos la individualidad como un valor inseparable de la comunidad, les libertarias somos quienes luchamos por la libertad y el apoyo mutuo en comunidades sin Estado, en las que la diversidad humana sea la base de una política en la que gestionemos autónomamente, sin tutelas de ningún tipo, todos los aspectos de nuestra vida para que merezca la pena ser vivida. 

Este reto nos sitúa más allá del derrocamiento del Estado y el Capital para implantar la autogestión generalizada de los medios de producción, histórico anhelo de las clases trabajadoras. Una vez realizada la revolución es pertinente preguntarnos por ¿quiénes asistirían a las asambleas obreras, vecinales, etc.?, ¿qué participación tendrían los no nacidos en la comunidad y/o de otra raza en las deliberaciones?, ¿quiénes se encargarían de cuidar a la chavalería y a los viejas durante las actividades públicas?, ¿reproduciremos el binario masculino/femenino?, ¿qué formas de camaradería afectivas y reproductivas serán cotidianas?, ¿seguiremos asumiendo la heteronorma y “respetando” a lxs abyectxs?.   

Por mucho que estén alejadas de nuestro cortoplazo, estas preguntas, entre otra muchas, no las podemos dejar como planteaba Lenin, y muchos anarquistas contemporáneos, siempre, para más tarde, ya que estos problemas, “culturales” se desvanecerán, se supone, una vez sobrepasados las cuestiones de la contradicción principal económica.

No nos creamos la superchería de que la bondad del ser humano saldrá a la luz mágicamente una vez destruido el estado y abolida la propiedad privada de los medios de producción instaurando la autogestión generalizada. Es el erróneo argumento de la determinación que la infraestructura económica impone a la superestructura cultural, por el que se pospone en la práctica hasta el fin de los tiempos la lucha contra la dominación heteropatriarcal.  

Ciego planteamiento economicista que no asumiendo la integración antropológica de la dominación en el HPC, crea artificialmente compartimentos estancos jerarquizados por los que se supedita a la contradicción principal (la económica) a la contradicción secundaria o cultural (la misoginia, la homofobia, etc.).

Sirva de ejemplo que en la Italia de inicios de los 70 del S XX, durante las luchas por la autonomía obrera muestran los hombres autónomos una miopía social y política de manual, fruto de un machismo inconsciente. Militando en Lotta Feminista,  las compañeras recibían la indiferencia y animadversión de sus camaradas hombres hacía lo que estos “revolucionarios” consideraban luchas interclasistas de las mujeres (aborto y violencia), acusándolas de dividir el movimiento revolucionario (enfrentando a hombres y mujeres) o sus risas burlonas ante su consideración de los cuidados “ni siquiera como un trabajo verdadero, pues con las guarderías en el socialismo se resolverían todos los problemas”; cuenta Mariarosa Dalla Costa que “Se hizo de inmediato evidente que el nudo difícil de deshacer era el de la maternidad….   …..maternidad, elección irreversible que condiciona toda la vida femenina y que no se resolvía llevando a los niños a la guardería…  …una mujer en casa siempre está de turno decíamos …la disponibilidad mental para planificar y afrontar las obligaciones e imprevistos de nuestra acción”.

Si “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” también llevamos incorporada en nuestra subjetividad una cantidad enorme y toxica del imaginario HPC; esta subjetividad (esos sujetos sujetados mencionados), querámoslo o no, nos acarrea individual y colectivamente la dominación machista. De ahí que la destrucción de la sociedad actual tiene que ser integral. Por muy necesaria que sea estrategicamente la autogestión de los medios de producción, es claramente insuficiente.

3 ¿Qué hacemos con eso que han hecho de nosotros?: hombres      aliados de las anarcofeministas.                         

La sociedad HPC se estructura en una pirámide jerárquica en cuya cúspide se sitúa el hombre propietario, heterosexual, blanco y adulto (Trump o Bolsonaro pueden servirnos de ej.). Aún en el escalafón más bajo de esa jerarquía masculina hegemónica, los hombres disfrutamos de unos privilegios de todo tipo que es necesario localizar y erradicar, nuestra subjetividad individual y política nos impele a ejercerlos de manera más o menos inconsciente.  

Los hombres, y los libertarios no somos una excepción, es prioritario que realicemos un proceso individual y colectivo de deconstrucción en el que reflexiva, laboriosa, responsable y humildemente nos planteemos un cambio radical de nuestra subjetividad. Proceso que, como libertarios no confundamos con las modas HPC de la autoayuda ni emule los cantos de sirena de los grupos de las terapéuticas  llamadas “nuevas masculinidades”, también de actualidad, que solamente buscan conseguir hacer “buenos hombres igualitarios” en el marco  del feminismo burgués de la igualdad de oportunidades sin asumir la necesaria lucha anticapitalista y, fundamentalmente, mirando únicamente sus privilegios en las relaciones del binario masculino-femenino, abstrayendo la dominación de clase, raza, deseo sexual, etc. Las libertaries no circunscribimos nuestro horizonte a “los derechos humanos” de estos compañeros de viaje, pues no desdeñando los avances y conquistas fruto de las luchas, somos conscientes de que la consecución de derechos sencillamente son resultado de la correlación social de fuerzas, no son cimas inamovibles a las que es imposible descafeinar  una vez alcanzadas. Los derechos en esta sociedad no nos permiten distraer nuestra alerta de lucha.

 El proceso de deconstrucción de la masculinidad sabemos, los que lo iniciamos ahora, que nunca terminará, siempre será incompleto, parcial; tampoco será automático, ni armonioso, pues nos depara, a menudo desgarros y vergüenza propia [“recuerdo hace años que violé a mi compañera de entonces mientras dormía, aunque no lo viví como una violación”, comentaba un compañero]. Utilizando, para nuestro propósito, lo que nos dice Castoriadis, referente a la autonomía y la eliminación del mensaje de la dominación incrustado en nosotros mismos, diríamos que “la deconstrucción de nuestra masculinidad no es pues elucidación racional sin residuo y eliminación total del discurso heteropatriarcal no sabido como tal”. Este es un proceso como “una cerilla en medio del campo en plena noche; una cerilla apenas ilumina, pero nos permite ver cuánta oscuridad hay alrededor”.

Sabiendo que no estamos determinados totalmente y que tampoco somos dioses creadores  de nosotros mismos tendremos que conjugar y asumirnos como productos sociales conscientes de toda la toxicidad de la dominación naturalizada HPC en nosotros mismos y , a su vez, como productores como creadores que “……no buscaríamos nuestro sexo verdadero, sino indagar y deconstruir nuestro sexo falseado para crear y conquistar nuestro sexo imaginario.”

Deconstruir para crear, más bien para iniciar un proceso de destrucción de la masculinidad mediante un cultivo paciente y esforzado en interacción con los demás. Aquí la amistad es muy importante en este sentido, es el saber que nuestro trabajo y todo lo aprendido o adquirido lo es por contaminación, a través de los amigos, los compañeros en el proceso.

Si no buscamos ser simplemente “buenos hombres”, rechazando el feminismo de la igualdad de oportunidades tan caro a los partidos socialdemócratas de todo tipo; el proceso que iniciemos los hombres libertarios, laborioso, tenaz, reflexivo sin autocomplacencias, etc., tanto en nuestras prácticas cotidiano-relacionales (con todas, todes y todxs) como en el aprendizaje en/de los anarcofeminismos (no lo confundamos con que ellas nos eduquen ¡asumamos nuestra responsabilidad como mayores de edad!) creo que, debe ir fraguando aliados de las luchas feministas, cuestionando/nos el HPC en nuestras luchas sin hacer compartimentos estancos. 

Los hombres libertarios que queremos ser aliados no necesitamos espacios en el anarcofeminismo sino coger el espacio que tenemos en la sociedad, en la fraternidad en la que convivimos con otros varones (en las reuniones familiares, con los colegas del curro, con los compañeros de la universidad, etc.) y generar anarcofeminismo en él. Claramente, asumir esta práctica va a resultar criticada, incomprendida, despreciada y sospechosa ante los demás hombres; seremos vistos como traidores de esa fraternidad al no mostramos como depredadores machotes alfa hechos a sí mismos.

Y ya que “no es lo que han hecho de nosotros (el mercado, el estado, el heteropatriarcado) sino lo que nosotros hacemos con eso que han hecho de nosotros”, asumamos el aspecto claramente político de nuestra deconstrucción que por muy necesaria no es suficiente [[recientemente preguntaban a Almudena Hernando: “¿Se puede acabar con el orden patriarcal sin acabar con el modelo de desarrollo económico capitalista?  No. El orden neoliberal es resultado de una construcción identitaria y socio-económica patriarcal …..”;                                                                                                                                     “…..en el mundo occidental se está dando importancia únicamente a la razón, al dato, al ser más, a la desconexión emocional, a la irreflexión sobre nuestra sociedad y sobre el futuro que queremos]. Contentándonos con esa bondad masculina pregonada por algunos autores, sí nuestra deconstrucción no está imbricada con el horizonte políticamente libertariofácilmente será coptada por quienes quieren cambiarlo todo para ¡no cambiar nada!.                                                                                                                                                          Aliados siempre situados en nuestro ámbito cotidiano de concientización entre otros hombres; aliados contra la misoginia, los asesinatos machistas, contra la homofobia, asumiendo equitativamente los trabajos de cuidados para con los niñas como con les viejos, etc., etc.

Aliados que aprenden de las aportaciones que históricamente han hecho a la teoría social revolucionaria las anarcofeministas entre otras feministas muchas (E. Goldman, Rita L. Segato, Lucia Sánchez Saornil, J. Butler, María Mies, S. de Beauvoir, S. Federicci, etc, etc). Aprender nunca como un ejercicio intelectualoide; aprender, reflexionar, debatir para nutrir nuestro discurso y nuestras prácticas de combate social, político, económico, e ir desafiando lo más conscientemente posible la institución de la sociedad dada.

Aprender, en definitiva para ir cuestionando en lo político y en lo personal las representaciones socialmente instituidas del Heteropatriarcadocapitalista, para luchar integralmente por esas anheladas comunidades sin tutelas estatales ni jerarquías que, sustentadas en la libertad y el apoyo mutuo entre lxs diversxs/as/os/es, sean el marco en el que la vida merezca la pena ser vivida. Comunidades en las que los binarios masculino/femenino, homosexual/heterosexual, dirigentes/dirigidos,naturaleza/cultura, etc., sean un triste recuerdo de la dominación.

Gerardo

¿Deconstrucción?

junio 4, 2019

Extraído de La Oveja Negra N°62, Abril-Mayo 2019. Año 8
Boletín de la Biblioteca y Archivo Histórico-Social “Alberto Ghiraldo”

“La teoría de la deconstrucción, supone que existen identidades o determinaciones de las cuales podríamos desprendernos por simple voluntad, como si estas fuesen una elección y no estuviesen definidas por un proceso de cientos de años y millones de personas.”

Cada vez más, en ciertos ámbitos anarquistas, feministas, militantes o de lucha en general, resuena el concepto de deconstrucción. Para muchos pareciera un elemento ineludible y necesario, el camino hacia un grado de mayor conciencia y puesta en práctica efectiva, que si alguna vez llegara a generalizarse haría posible un cambio social real. Se lo propone como una especie de autoanálisis y de toma de conciencia de privilegios, que dependerían y responderían a una serie de “interseccionalidades” (sexo, género, edad, raza, clase, etc.) que definen la identidad de cada individuo diferenciándolos de los demás y llevándolos a reproducir comportamientos y posiciones de poder o subordinación en relación a otros individuos. Es así que una persona en proceso de deconstrucción sería aquella que se está cuestionando sus “privilegios” y cambiando su forma de comportarse y relacionarse, intentando no reproducir ciertas formas, lógicas, comportamientos… de no oprimir con su existencia a otras personas.

Ahora bien, esta idea de que, de alguna manera, todos seríamos al mismo tiempo opresores y oprimidos ya que por todos lados hay relaciones de poder y es imposible escapar de ellas, muy simpática debe caerle a quienes se encuentran en altas posiciones de poder.

No es casualidad que estas ideas no deriven de las luchas ni de los balances de sus propios protagonistas sino de académicos, filósofos, intelectuales, así como tampoco lo es que estén tan presentes en ámbitos universitarios y de charlatanes a sueldo, perpetuadores del orden existente. De repente, nos hacen saber que el problema está en nuestro interior. El problema no es que nuestras vidas estén sometidas al trabajo, a los tiempos mercantiles, a la dictadura de la economía, del dinero y los relojes. Para los defensores de la deconstrucción, son a lo sumo condicionantes, pero no condiciones materiales a superar. Pareciera que lo más importante a resolver serían las relaciones de poder entre pares, quizás porque sea lo único que se presenta como posible. Así, todos podemos ser mejores con una simple toma de conciencia. Pero creer que es posible que la sociedad cambie por una toma de conciencia generalizada es tan ingenuo como creer que un funcionario del Estado, un político, un cura, un empresario, un policía, dejarían de beneficiarse de sus “privilegios” por hacerse conscientes de ellos.

De alguna manera, en todo esto, está implícita la actitud subjetivista, tan posmoderna, en donde la realidad ya no existe y todo se enfoca cada vez más en las percepciones y sensibilidades individuales. Así, se termina igualando la opresión del Estado con los “micropoderes” que ejerce cada quien. No es casualidad tampoco que este tipo de modas aparezcan en un momento de atomización absoluta, de susceptibilidad generalizada, de victimización paternalista. Luchar contra los que nos oprimen está pasado de moda y ahora nos oprimimos todos entre todos, incluso somos enemigos de nosotros mismos.

Tiempos de autoayuda, autosuperación, eliminación de malas influencias y energías dañinas para el progreso personal. Alimentación consciente, lenguaje inclusivo, conciencia sobre contaminación, estilos de vida. Todo está en nosotros como individuos y depende de nosotros como individuos. Y si fallamos, somos condenados como individuos y culpables. Otra vez, lo viejo se hace pasar por nuevo.

La teoría de la deconstrucción, supone que existen identidades o determinaciones de las cuales podríamos desprendernos por simple voluntad, como si estas fuesen una elección y no estuviesen definidas por un proceso de cientos de años y millones de personas. Además de la cuestión del individuo, surge la idea de que uno es lo que es porque lo elije, en otras palabras, porque quiere. Es así que una estudiante universitaria puede dedicarle más tiempo a su deconstrucción que una madre de cinco hijos. La perspectiva, en ciertos ámbitos de lucha, pareciera haber dejado de orientarse hacia un cambio social real para enfocarse en la creación de espacios seguros, donde no haya incomodidades ni conflictos, donde nadie se sienta discriminado ni excluido.

Con todo esto no estamos negado la importancia del cambio subjetivo o personal, ni del modo en que nos comportamos en lo cotidiano. Porque esto nos parece un elemento fundamental para la lucha revolucionaria y hasta una cuestión de supervivencia. Decir que «quienes hablan de revolución sin hacerla real en sus propias vidas cotidianas, hablan con un cadáver en la boca» es muy diferente a perder de vista el hecho de que todo aquello que reproducimos es parte de una relación social (no interpersonal) que debe ser destruida de raíz y superada. Y no por gusto, sino porque es la única manera. Porque justamente, si decimos que somos una “construcción”, esta construcción es social y social será su destrucción. Es de vital importancia comprender que lo que somos, muchas de las actitudes de mierda que reproducimos y que tenemos que destruir (no deconstruir) son producto de una vida que está sometida a las necesidades dem otros, a las necesidades de la economía antihumana que muchas veces nos vuelve inhumanos. Y mientras eso perdure, nos podemos hacer conscientes de ello y tensionar al máximo las posibilidades de no reproducción de sus lógicas. Eso no implica generar una atomización y desconfianza cada vez mayores que justifiquen y continúen reproduciendo los modos que nos impone el capitalismo.

Ante la celebración de la Conferencia de la Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25) en Madrid

Nota previa: toda nuestra solidaridad con la población de Chile, y nuestra repulsa a la brutal represión estatal que está sufriendo. Quizá la celebración de la cumbre COP25 en Chile nunca debería haberse cancelado. Cualquier posible solución a la crisis climática pasa necesariamente por la avanzar hacia una situación de justicia social. Hubiera sido un buen escenario para evidenciar esta necesidad. Por desgracia, es más fácil darle la espalda.

La crisis climática demanda acciones urgentes. Acciones que requieren superar el dogma neoliberal del crecimiento económico ilimitado. Acciones que impliquen que ese necesario “echar el freno” no suponga un deterioro de las condiciones de vida de las de abajo, las que siempre sufrimos las resacas de las fiestas de las elites. Acciones dirigidas a buscar nuevas formas de producción y consumo. La crisis climática es, en definitiva, el síntoma de una enfermedad ya conocida llamada capitalismo.

Pensamos que la lucha contra la crisis climática no tiene por que empezar de cero, como si fuera un proyecto activista nuevo, sino que puede encontrar útiles los recursos y herramientas de las diversas luchas anticapitalistas que ya están en marcha, desde movimientos feministas a conflictos por derechos laborales. Ordenar luchas por orden de importancia, o pretender que son fenómenos que no solapan, es hacer trampas al solitario. Por ello, hacer hincapié en la necesidad de acción sobre la crisis climática y ocultar la necesidad de acción anticapitalista es, o bien una omisión irresponsable, o una estrategia premeditada. En este contexto, basta echar un vistazo a la agenda de la COP25 para darse cuenta que está lejos de ser la cumbre que la crisis climática necesita.

En los últimos años la crisis climática se ha convertido en un problema fundamental para millones de personas en todo el mundo. Las manifestaciones por el clima llenan las calles de las principales ciudades del planeta. En este escenario, la postura institucional se adapta, pero no cambia su objetivo de perpetuar el funcionamiento del sistema, que no va a modificar sus objetivos ni sus dinámicas. Se suceden las declaraciones de emergencia climática (vacías de contenido) y los gobiernos se comprometen con objetivos de reducción de emisiones (en los que se excluye la producción que externalizan a países perdedores de la globalización, para que salgan las cuentas). Que no cuenten con nosotras. Las soluciones a los problemas de la clase obrera han partido siempre desde abajo. Tenemos memoria; y no tenemos tiempo.

Señalamos a la cumbre COP25 como culpable de esta mascarada institucional. No pretenden dibujar el escenario necesario de acción contra el calentamiento global. Solo buscan seguir ganando tiempo para que el sistema capitalista pueda continuar con su dinámica habitual: acumular, a costa de nosotras y del planeta. Culpables son también los medios de comunicación que inundan periódicos y televisiones de contenido dictado por las elites. No nos podemos permitir dejarles hacer. Apostamos por la acción directa. Por la organización. Por crear movimiento.

La acción individual, desde reciclar a reducir viajes en avión, no es suficiente. En absoluto. Llenemos las asambleas de barrio, de vivienda, laborales. Incluyamos reivindicaciones propias de la lucha contra la crisis climática en cada uno de estos espacios. Que sigan surgiendo secciones sindicales en cada centro de trabajo. Que las acciones por la reducción de jornada, por el cambio de modelo energético, contra la precariedad, por servicios públicos, por la conciliación y, en definitiva, por una actividad laboral y de vida distintas, post-capitalistas, se diseñen y organicen desde abajo. Apostamos por una universidad y ciencia para el pueblo, que no sirva a los intereses del sistema, ni de bancos, ni farmacéuticas ni empresas armamentísticas. La ciencia y la universidad deben servir a los intereses de la clase obrera, entre lo que entra, sin duda, la lucha contra la crisis climática.

La celebración de la COP25 ha convertido a Madrid en el escenario donde librar un importante capítulo en la lucha contra la crisis climática. Nuestra voz se oirá. Las elites del sistema capitalista, culpables de esta crisis, sabrán que estamos aquí. Las instituciones, globales y locales, culpables de evitar soluciones y perpetuar el problema, sabrán que estamos aquí. Participaremos en las acciones de protesta durante la cumbre de la COP25. Aun así, el momento más importante, donde radica nuestra fuerza, no es en el día de protesta, algo necesario pero puntual. Nuestra fuerza está en la capacidad que tengamos de organizarnos y de dibujar una agenda a corto, medio y largo plazo. Y seguirla. A por ello.

CNT MADRID

Los anarquistas: el enemigo

La utilización del monopolio de la fuerza por parte del Estado siempre ha sido un tema delicado. Más aún lo es la narrativa legitimadora del sistema penal en un Estado que se autodefine como democrático. Entendámonos: abrir cabezas y encerrar gente no siempre está bien visto por todos los implicados. Y menos en una sociedad de clases.

El sistema penal que tenemos se supone que fue estructurado en torno a una serie de ideas centrales de los reformadores ilustrados de la Europa que se quería liberar del poder absolutista del Antiguo Régimen. Eso implicaba, en lo político, un sistema de división de poderes y de elección democrática de los representantes; y en lo penal, toda una caja de herramientas de garantías ciudadanas, creadas para limitar el poder del Estado y sus agentes, así como la idea central de que el propio sistema penal tenía como finalidad la reinserción y humanización de los infractores, no su pura aniquilación ni el suplicio (la tortura pública, la ejecución mediante medios especialmente impresionantes ) que, en la sociedad anterior, convertía el castigo de los delitos en la manifestación pública de un poder que podía generar, como ejemplo para toda la población, un sufrimiento inaudito.

Así, el Derecho Penal de la sociedad capitalista que se autodefinía como democrática, estaba basado en una idea principal: sólo iba a actuar, dada su enorme capacidad para dañar los derechos fundamentales de los implicados, ante las agresiones más graves frente a los bienes jurídicos más importantes de la sociedad. Cuáles eran esas agresiones y esos bienes, era algo que se determinaba de manera rigurosa y limitada en el correspondiente Código Penal. Y allí se debían tipificar, exclusivamente, actividades concretas. No líneas de pensamiento (se tenía a gala una cierta libertad de expresión) ni la pertenencia a colectivos sociales (se hablaba de la igualdad de los ciudadanos como un valor).

Por supuesto, estamos hablando de tiempos pasados. De una narrativa jurídica que está pasada de moda. Aunque tampoco tenemos muy claro cuando estuvo realmente de moda en esta Península nuestra que ha pasado de dictaduras a dictablandas, y de reformas de la dictadura a dictaduras reformadas, tantas y tantas veces en los últimos siglos.

La tendencia brutal del nuevo Derecho Penal neoliberal es, sin embargo, lo que se ha denominado por conocidos juristas como Raúl Zaffaroni, el “Derecho Penal del enemigo”. Es decir, que lejos de castigar conductas concretas, previamente tipificadas, y ya consumadas; lo que hace el sistema penal actual es identificar grupos sociales posiblemente infractores y, ya que estamos, en nombre de la prevención de las conductas desviadas y de la defensa adelantada del orden social, ir tipificando como delito lo que estás personas hacen.

No se trata, pues, de que el ciudadano Fulanito ha hecho tal cosa que estaba previamente definida en el Código Penal como delito, sino de que hay un grupo de gente sospechosa que, un día de estos, hará algo que aún no tenemos identificado y que será muy, muy malo. Por eso, antes de que ese día llegue, tenemos que estudiarles, vigilarles e ir tipificando ya lo que estas gentes hacen como delito. No perseguimos, pues, una conducta concreta. Perseguimos a un enemigo.

Y aquí llegan los anarquistas. Los anarquistas: el enemigo de hoy.

Porque hoy les toca a los anarquistas ser el enemigo. Lo podemos leer en todos los medios de comunicación mainstream: los anarquistas han hecho todas las maldades sucedidas en el último mes en toda España. Anarquistas sin Fronteras, que se desplazan por toda Europa buscando los disturbios como las aves migratorias buscan los vientos más cálidos. Anarquistas con fantasmales Másteres en guerrilla urbana que utilizan para cruzar contenedores en una calle y que deben haber recibido becas de poderes oscuros para saquear tiendas de móviles.

Poco importa que ser anarquista sea una ideología (es decir, una convicción íntima o una manera de ver el mundo), supuestamente protegida como cualquier otra en un contexto de libertad de pensamiento y pluralismo político; y no una actividad concreta. Y es que hay anarquistas que se dedican a predicar el pacifismo (como Lev Tolstoi), que organizan cursos de formación sindical, que colaboran con grupos de parados y personas desahuciadas, que recuperan la Memoria democrática de nuestro pueblo en la Universidad, o que defienden la naturaleza y ponen en marcha huertos colectivos.

También, hay, por supuesto, anarquistas que se encapuchan y cruzan contenedores. Aunque no se sabe muy bien cuales son las pruebas que sustentan la histeria recurrente de los medios de comunicación patrios sobre los anarquistas esta semana. Ningún dato acompaña algunas informaciones y otras se escudan, simplemente, en que los anarquistas que han detenido son demasiado jóvenes (16 y 17 años) para que haya pruebas previas de su pertenencia a tan oscuro mundo. Es el problema de redactar las informaciones periodísticas parafraseando los atestados policiales: a veces los atestados tienen (sean o no conscientes de ello sus autores) más de obra literaria de ficción que de investigación de la realidad, como sabemos todos los que hemos sido penalistas.

Así que el enemigo que toca son los anarquistas. Es un enemigo que viene bien: permite subir el tono represivo sin acusar directamente a la gran masa de independentistas catalanes que se han manifestado estos días. Es decir, sin que se den demasiada cuenta de que vamos a por ellos. Es un grupo humano con una larga trayectoria como enemigo (sólo superada, quizás, por masones, comunistas y judíos). Y es un enemigo al que, básicamente se ha ido acosando con diversas operaciones policiales (que se han demostrado infundadas ante los tribunales en la casi totalidad de los casos) en los últimos años.

Pero un enemigo tiene que haber, porque sólo la presencia del enemigo justifica la actuación adelantada del sistema penal. El hecho de que la vigilancia estatal se convierta en omnipresente (pero no sólo para el enemigo, para todos) y de que el populismo punitivo se vuelva la narrativa básica de los medios de comunicación y de las sentencias judiciales. El Estado de emergencia, sin la declaración de emergencia.

Porque el enemigo, por otro lado, es, por supuesto, excepcionalmente malvado, y por ello comete crímenes especialmente reprobables. Y eso nos lleva a la carnal relación existente, en el sistema penal neoliberal, entre el “Derecho Penal del enemigo” y la extensión de los mecanismos de emergencia y excepcionalidad.

Me explicaré: Juan Alejandre, mi viejo profesor de Historia del Derecho en la Universidad Complutense, tenía un interesantísimo librito sobre la historia de la tortura como medio de prueba en el proceso penal. La relacionaba con la historia del llamado “delitum exceptum”, el delito especialmente grave que permite saltarse, legalmente, todas las garantías del ciudadano en el procedimiento. En su momento, en Roma, el intento de asesinato del Emperador, por ejemplo.

La tesis de mi viejo (y gran) profesor, era que, al igual que el derecho penal en general muestra una fuerte vis expansiva (tiende a extender sus propias competencias, invadiendo ámbitos que no le deberían corresponder si se entiende como la reacción ante las agresiones más graves ante los bienes jurídicos más importantes), dentro del propio Derecho Penal, el “delitum exceptum” también muestra una fuerte vis expansiva (si no interviene la racionalidad jurídica, cada vez más cosas se consideran dentro del marco de ese delito especialísimo que permite a las fuerzas de represión saltarse las garantías generales de los ciudadanos en su persecución).

Hay que tener bien presente que el terrorismo es el gran “delitum exceptum” de nuestro tiempo. Con unos tipos penales cada vez más amplios, una jurisprudencia cada vez más permisiva con las crecientes limitaciones que le acompañan, supuestamente derivadas de su persecución, a las garantías fundamentales y una narrativa cada vez más populista que favorece su omnipresencia penal por parte de los medios de comunicación. En la persecución del delitum exceptum, en su vis expansiva sin freno, que es lo que nos estamos jugando con todo este culebrón de los catalanes, los anarquistas y otros enemigos semejantes, se llega al Estado de Excepción, declarado o no. Algunos ya lo están pidiendo, como Abascal y su gente.

Sólo un dato, hablando de Abascal: Hitler no derogó, hasta mucho después de haber tomado el poder, el entramado constitucional de la República de Weimar, que era un modelo dentro del mundo democrático liberal. Sólo fue introduciendo y expandiendo, gradualmente, sus mecanismos de excepción ante el delitum exceptum, hasta que el orden normativo devino, casi naturalmente y con el aplauso de grandes juristas, esencialmente otro. Un orden autoritario y asesino. Un orden normativo en guerra abierta (la excepción, la emergencia) con el enemigo (el rojo, el judío, el anarquista) en una situación de urgencia que justificaba, teóricamente, todas las excepciones.

La democracia, queridos amigos, se defiende para todos, o no sobrevive para nadie.

https://www.elsaltodiario.com/opinion/jose-luis-carretero-anarquistas-enemigo-disturbios-barcelona

Local Anarquista Motín: Charla-Debate «Chile y la situación actual»

Domingo 27/10/19, 18h

CHARLA CON COMPAÑEROS DE CHILE ACERCA DE LA ACTUAL SITUACIÓN

A través de conferencia telefónica, charlaremos con compañeros para que nos cuenten la situación actual en el territorio chileno, el origen de las revueltas que se están sucediendo y el desarrollo de las mismas, las cuales a pesar de haber detonado a costa de la subida del transporte, han traspasado esa motivación. Nos pondrán en antecedentes para poder comprender el motivo de las protestas con la idea de establecer un debate, comprender el contexto y poder generar perspectivas y análisis desde un punto de vista anti-autoritario.

Lo acompañaremos con algún pase de video, fotos y textos para compartir y difundir.

¿Dónde? En el Local Anarquista Motín. C/ Matilde Hernández, 47. <M> Oporto / Vista Alegre

LOCAL ANARQUISTA MOTÍN