Multas y detenciones en tiempo de Coronavirus: Una mirada jurídica

Se acabó la “pedagogía policial” (curioso concepto) de las primeras jornadas del estado de alarma. “Han sido días de levantar un poco la mano, de informar, pero llega el momento de cumplir el estado de alarma”, declaró ayer José Ángel González, jefe operativo de la Policía Nacional, en una comparecencia en La Moncloa. Los cinco primeros días de “laxitud” se han saldado con cerca de 300 detenciones y la imposición de más de 11.000 sanciones administrativas por el incumplimiento de las restricciones impuestas. Pero parece ser que esto solo era un avance del cumplimiento estricto que está por venir.

Obviamente, el objetivo que persiguen estas medidas, que no es otro que preservar la salud individual y la colectiva, es fundamental para nuestra sociedad. Y nos parece acertado, lógico, responsable y solidario que todas hagamos un esfuerzo por lograr su cumplimiento. Al fin y al cabo, como dijo Muhammad Ali, “la dedicación que muestras a otras personas es el alquiler que pagas por tu hueco en la Tierra”.

Ahora bien, nos están llegando muchas consultas, de distintas personas, que dan cuenta de situaciones de trato poco correcto por parte de algunos agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad. No hay estado de alarma que justifique este comportamiento. Y no sólo esto, sino que algunas personas hacen referencia a la imposición de denuncias injustificadas o arbitrarias en lo que una clienta llamó “una deriva autoritaria”. Y, claro, el anuncio del señor González de que ahora empieza la mano dura no hace más que aumentar nuestros temores de que estas conductas puedan ir en crescendo.

A raíz de esto nos vemos obligadas a señalar que aunque se haya decretado el estado de alarma, todas las actuaciones de los agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad siguen sometidas al principio de legalidad y, por consiguiente, los actos discrecionales o carentes de justificación se encuentran absolutamente prohibidos. De hecho, en el actual contexto de esfuerzo, sacrificio y nerviosismo de la población pensamos que es cuando la función pública cobra mayor relevancia y cuando el respeto a sus estándares debe ser más escrupuloso que nunca. 

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El Salto