La crisis del coronavirus y la amenaza del ecofascismo


Desde que se detectó en China hace meses el CoVid-19 (coronavirus) sabemos que éste es muy contagioso, que no alberga demasiado riesgo para la mayoría de la gente (el 80% de las contagiadas cursan síntomas leves) pero cuenta con una tasa de mortalidad considerable para gente vulnerable (personas de más de 60 años y/o con patologías previas). Asimismo, un porcentaje suficientemente alto de gente contagiada necesita cuidados intensivos como para saturar el sistema de salud estatal si se extiende de manera amplia.

Hay que frenar la curva. Fuente: The Lancet

Por eso, con la intención de ralentizar la tasa de contagios para evitar la ruptura del sistema (“frenar la curva” se llama), el Gobierno nos confinó a todas en nuestras casas, por Decreto, el pasado 14 de marzo y el ejército y la policía ocuparon las calles de las principales ciudades. Eso sí, manteniendo abiertos todos los puestos de trabajo (no vaya a ser que colapse la economía) que no fueran de cara al público y, por consiguiente, seguimos cruzándonos con muchas personas por la calle, en el metro y en el autobús, lo cual ha permitido una mayor propagación del virus de lo esperable.

La UME en Madrid. Fotografía de Álvaro Minguito (El Salto)

Lo que la crisis del coronavirus nos muestra sobre la salud de nuestro planeta

Tras unos días de encierro y reclusión, los medios han empezado a dar cuenta de algunas imágenes insólitas que se están dando en los epicentros turísticos del mundo: en los canales de Venecia discurre agua cristalina, se vislumbran algas bajo las góndolas y navegan peces y patos entre ellas; en la ciudad japonesa de Nara, los ciervos campan a sus anchas; en Oakland, hacen lo propio pavos reales; y se han avistado jabalíes por las calles de Barcelona.

Un estudio de la Universitat Politècnica de València indica que los niveles de dióxido de nitrógeno, indicadores para medir la contaminación, han descendido dramáticamente en las principales ciudades del Estado en los diez días que siguieron a la declaración del estado de alarma: un 83% en Barcelona, un 73% en Madrid y un 64% en València.

Otro estudio, desarrollado por la Società Italiana di Medicina Ambientale indica que la reducción de las emisiones no sólo es positiva en general para el medioambiente, sino incluso para evitar la propagación del virus, pues vincula la propia contaminación (concretamente, el polvo fino en el aire) como vector de propagación del contagio.

La transición a un modelo más sostenible

Estos datos evidencian que bajando el ritmo de producción a niveles más manejables, disminuyendo el consumo de lo innecesario, limitando el turismo destructivo, realizando únicamente los viajes que sean imprescindibles y acabando con la dañina competencia que rige nuestro sistema económico, las emisiones se reducen y nuestro planeta se convierte en un lugar mucho más habitable.

Situaciones como ésta parecen indicar que la transición hacia un modelo productivo con menor uso de recursos (fósiles y de cualquier tipo) es inevitable. La cuestión es cómo se llevará a cabo. Porque ganar la disyuntiva entre una transición liberadora (ecosocialismo) o una que aumente los grados de opresión y diferencias sociales (ecofascismo) parece que será el próximo gran reto de los movimientos sociales.

En la adaptación de la novela a serie de El Cuento de la Criada, la dictadura religioso-fascista de Gilead tiene, en parte, una justificación ecologista. Los comandantes presumen de haber reducido sus emisiones en un 78% en tres años y de tener un modelo de producción orgánica

No es la primera vez que hablamos de este tema. Hace cuatro años Carlos Taibo publicó Colapso: Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo(Catarata, 2016), libro en el que teoriza acerca de la posibilidad de un colapso (entendido como un golpe fuerte que provoca la quiebra de las instituciones preexistentes, como lo podría ser una catástrofe climática) y las dos respuestas que se podrían dar: una transición socialmente justa y comunitaria por un lado, o el ecofascismo por otro, siendo esto último la imposición de restricciones severas por parte de un Estado fuerte y autoritario al que no le tiembla la mano a la hora de usar la violencia para mantener el equilibrio ambiental a cambio de perpetuar las diferencias sociales.

Esta segunda posibilidad, además, cuenta con importantes precedentes. En el mes de febrero reseñamos en este periódico el recomendable ensayo Ecofascismo: Lecciones de la experiencia alemana (Virus, 2019), en el que se recorre los estrechos vínculos entre el Tercer Reich y el mensaje ecologista.

La transición a un modelo más justo

Evidentemente, apostamos por una transición para salir de la emergencia climática que, a su vez, sea socialmente justa. Y no puede haber transición justa sin una transformación en el mundo del trabajo que asegure una reconversión que otorgue protagonismo a las clases trabajadoras, además de que tenga en cuenta los postulados antirracistas y feministas.

El mes pasado reseñamos en este medio el informe de Ecologistas en Acción titulado Sin Planeta No Hay Trabajo: Reflexiones sobre la emergencia climática y sus implicaciones laborales en el marco de una transición justa. Precisamente aborda todas las cuestiones de justicia social que hemos abordado, lo que hace que su importancia sea incluso mayor hoy que entonces.

Otras propuestas de justicia social las encontramos en campañas que han surgido en los últimos días para hacer frente a la crisis del CoVid-19. Una (impulsada por Sindicatos de Inquilinas, PAHs y asambleas populares y políticas) es la que busca la aprobación de un Plan de Choque Social, que defiende la sanidad universal frente a la exclusión sanitaria de personas extranjeras, destinar más ayudas económicas a trabajadoras, intervenir empresas privadas de gestión de servicios esenciales, prohibir los despidos, dotarnos de una renta básica universal, liberar a las personas presas vulnerables, suspender el pago de alquileres, hipotecas y suministros básicos, cerrar los CIEs y suspender la Ley de Extranjería, entre otras.

Otra campaña, conocida en redes como #SuspensiónAlquileres, defiende la suspensión del pago de las rentas del alquiler durante todo el estado de alarma y coquetea con la posibilidad de convocar una huelga de inquilinas si el Ejecutivo no adopta sus medidas (acto que cuenta con un importante precedente que se llevó a cabo en 1930).

El coronavirus no es una oportunidad

Como hemos dicho, la transición climática debe venir acompañada de una transformación del mundo del trabajo para ser justa. Por ello, la crisis del coronavirus que estamos viviendo quizás no sea el mejor ejemplo de decrecimiento y reducción de emisiones que se puede predicar. En unos meses, si no semanas, vamos a empezar a perder nuestros empleos y, con ellos, nuestras viviendas. Todo parece indicar que habrá miles de despidos (en parte, por la ausencia de medidas proteccionistas de clase trabajadora desarrolladas por el gobierno durante el estado de alarma) y pagar los alquileres se va a convertir en una tarea imposible. El resto, ya lo conocemos: recortes (de nuevo, en sanidad y educación), desahucios, etc.

Es un error estratégico, a la hora de intentar ganar la batalla cultural de que tenemos que vivir con menos, asociar la reducción de emisiones a corto plazo a una crisis económica, como también lo es asociar el decrecimiento a una crisis sanitaria grave que tanto dolor está provocando.

Por otro lado, tampoco conviene asociar la transición climática a la crisis del coronavirus por otra razón: después de que el 14 de marzo se decretara el estado de alarma, hemos vivido un repunte de autoritarismo que nos acerca más al ecofascismo que al ecosocialismo. Esto no puede ser el ejemplo de gestión de catástrofes que debemos defender. En menos de dos semanas nos han confinado en nuestras viviendas, el ejército patrulla las calles, los militares dan ruedas de prensa enalteciendo los valores castrenses y llamándonos “soldados”, el lenguaje bélico en la lucha contra el virus se ha normalizado, los drones circulan los aires, el gobierno ha ordenado geolocalizar nuestros móviles para estudiar nuestros comportamientos y se ha dotado de la capacidad para intervenir empresas de telecomunicaciones (estado de excepción digital), se han recortado los derechos de las personas presas, se han cerrado las fronteras, la policía ha detenido a 929 personas e impuesto más de 100.000 multas en una semana, hemos vivido situaciones en las que nuestras vecinas se asoman a la ventana para chivarse de quien se encuentra en la calle, insultan al infractor, aplauden a la policía y justifican la violencia policial (¿os acordáis de los buenos tiempos, en los que simplemente se negaba y no se celebraba?).

Por citar algunos ejemplos: en un artículo titulado «Justicieros de balcón en tiempos de cuarentena: ‘Me han insultado y deseado la muerte por salir con mi hijo con autismo’», la periodista Marta Borraz recoge distintos casos de gente que ha ido por la calle a trabajar, a cuidar de un familiar, o acompañando a un hijo con autismo que han sido increpadas, insultadas o denunciadas ante la policía.

Y ello por no hablar de las actitudes racistas que se están normalizando: Trump y Ortega Smith (Vox) se refieren al CoVid-19 como “virus chino”, y éste último asegura que sus “anticuerpos españoles” le salvarán; tanto SOS Racismo como Es Racismo denuncian un incremento de redadas racistas en Madrid, Bilbao y Barcelona; y Vox propone eliminar la sanidad a los extranjeros en situación irregular en estado de alarma (lo cual no es solo un atentado contra los derechos humanos, sino un peligro de salud pública).

Se está creando un caldo de cultivo de odio, militarismo y prefascismo que debemos combatir con pedagogía, un discurso antiautoritario y asambleario, oponiéndonos a la vigilancia digital permanente, recuperando movimientos populares horizontales como el 15-M y con propuestas de justicia social como las que hemos mencionado sobre estas líneas. Debemos huir del ejemplo del estado de alarma como modo de gestión y proponer la defensa de lo comunitario si pretendemos que la transición ecológica sea justa. Nos va, muy literalmente, la vida en ello.

FUENTE: TODO POR HACER

Madrid: Una granada y una carta con amenazas fascistas contra el Centro de Menores de Hortaleza

Un paquete con una granada dentro ha encendido las alarmas en el centro de primera acogida de menores extranjeros de Hortaleza en Madrid. El grupo Tedax de la Policía Nacional se ha tenido que realizar la explosión controlada  de ese artefacto después de esta amenaza surgida este miércoles.

Fuentes consultadas informan que también ha sido hallada en el centro una carta con contenido xenófobo y amenazas fascistas.

El consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid, Alberto Reyero, ha confirmado este suceso aunque, asombrosamente, no ha adelantado ninguna hipótesis. “No tenemos ninguna idea; no podemos adelantar nada; no sabemos”, ha aseverado.  Si bien oficialmente Reyero ha manifestado su ignorancia respecto de este hecho, es evidente que se trata de un ataque fascista y criminalizante contra los y las menores de ese centro.

Ha sido escueto  ha confirmado  la aparición «del paquete” y que los Tedax han actuado para controlador la situación. Dijo que en estos momentos va a comenzarse una investigación.

El centro ha sido desalojado y no se ha registrado ningún daño, pero las amenazas son constantes, el riesgo de estos/as menores es permanente y ya han vuelto a pasar a los hechos. El paquete con una granada ya pasa de amenazas y debe leerse como que los ataques pueden ser más feroces en poco tiempo.-

Fuentes: Agencias, Telemadrid, El Boletín, Última Hora, Twitter

KAOS EN LA RED

¿Viene el fascismo o ya estaba aquí?

Hay quien habla de viejos y nuevos fascismos. Pura retórica. El fascismo siempre ha estado allí. Mucho antes de que a principios de la década de los veinte del siglo pasado Mussollini definiera el fascismo canónico, ya habían surgido en muchos otros momentos y lugares sus elementos más definitorios.

* Ultranacionalismo: con su correlato de racismo y xenofobia (mi raza es única y la mejor, los que vienen de fuera la pervierten y nos quitan lo que es nuestro). La patria como ente metafísico, supremo objeto de veneración y desprovisto de todo componente de racionalidad.

* Misoginia, homofobia: los valores imperantes son los propios de la virilidad. Las mujeres son relegadas siempre a roles secundarios, generalmente enfocados en la reproducción de la raza y el mantenimiento de los valores de la reproducción. La homosexualidad es perseguida, aún cuando muchos fascistas sean homosexuales vergonzantes.

* Régimen de partido único (fascio: gavilla). Falange: flechas unidas por el yugo). La libertad de pensamiento y de ideología se considera perversa y decadente.

* El corporativismo como base de las relaciones laborales y embrión de lo que serían los sindicatos verticales: patrones y obreros juntos en la misma organización, porque se supone que todos viajamos en el mismo barco…

* Sacralización del papel del Estado como máximo referente social y político, aunque en economía sean profundamente liberales y nunca atenten contra los privilegios de las empresas y las finanzas.

* La violencia y en último extremo la guerra, como forma suprema y predilecta de solucionar conflictos.

* La religión como coartada y las instituciones eclesiales como colaboradoras y cómplices (apoyo entusiasta de la iglesia católica al franquismo y ayuda a los fugitivos nazis y fascistas tras la 2ª Guerra Mundial).

* Culto al líder: proponen un sistema altamente jerarquizado donde el líder es incuestionable y se le debe obediencia ciega.

De forma resumida, estas son las características que han resumido al “pensamiento” fascista, tanto en su versión canónica como, avant la lettre, desde la noche de los tiempos. En una forma u otra, con diferentes matices y distintas contextualizaciones en función de las circunstancias, siempre ha estado presente como factor de perpetuación de los intereses de las clases dominantes. Obviamente, en cada momento histórico presenta sus características propias, pero en su estructura profunda, siempre ha permanecido inalterable, siempre se ha hecho presente en nuestras sociedades cada vez cada vez que las clases que detentan el poder político y financiero se han sentido amenazadas.

Cambian sus métodos, cambian sus palabras –ahora a la demagogia de toda la vida la llaman populismo-, aprovechan cualquier circunstancia aciaga, como el terrible drama de los refugiados sin refugio, para inocular su veneno en forma de miedo al otro. Y lo peor de todo ello es que algunas de las personas más receptivas a sus discursos de odio suelen ser aquellas personas más en precario y que más solidarias deberían sentirse con las que están peor.

En ciertos casos (como el de España), parece que la gran novedad de las últimas contiendas electorales es la aparición con cierto ímpetu en los comicios de un partido considerado de extrema derecha, cuando los que pactan con él, lo son casi en la misma medida. Pura retórica. Y lo más grave: algunos partidos autocalificados de izquierdas, cuando alcanzan el Gobierno, actúan de manera ladina pero firme en defensa de los intereses de quienes detentan el poder real y en contra de la mayoría de sus ingenuos votantes.

Así que, menos dar el miedo con la excusa de que viene el lobo del fascismo, porque siempre había estado entre nosotros, y más luchar contra él en todas sus formas. También con las más sutiles que todos llevamos dentro, así como las de aquellos que se nos aparecen con la piel de oveja de un falso “progresismo” izquierdista.

Publicado originalmente en la revista Al Margen # 110, Valencia, verano 2019

FUENTE: http://acracia.org/viene-fascismo-ya-estaba-aqui/

Agresión fascista en Argüelles

Dos jóvenes sufren una agresión en Argüelles por llevar una camiseta antifascista

El pasado sábado 3 de agosto, L. y J., una chica y un chico veinteañeros, estaban bailando en una discoteca de Argüelles. Pasaban las 4 de la mañana, sus amigos estaban cerca. Una amiga les alertó de que había dos jóvenes mirándoles fijamente, uno de ellos de estética skinhead. “Entonces hago como si nada y le digo a L. vamos a darnos la vuelta, porque nos están mirando mal y posiblemente sean neonazis”. L. cuenta que J. llevaba una camiseta negra en la que ponía “Love Music, hate fascism”.A L. y J. no les sirve su intento de evadir el conflicto. Antes de que puedan alejarse tienen encima a los otros dos chicos. Uno le agarra a J.: “¿Y esta camiseta?”. “Oí cómo le decían a J., ¡sal a la calle! , y pregunté si había algún problema”, cuenta L. En ese momento a J. le revientan la nariz. Intentando defenderle,  L. se lleva un puñetazo en el pómulo derecho. Según cuentan, en seguida sus amigos y otras personas que estaban en el local empiezan a protegerles mientras los chicos siguen propinando patadas y puñetazos. Al final, el “puerta” de la discoteca echa a los agresores.La escena no acaba ahí. Los chicos se quedan fuera del local, “como esperando a que salga para seguir pegándome”, recuerda J. El portero de la discoteca, “un chico sudamericano que nos contó que ya había tenido problemas con ellos” según cuenta L., cura a J. y sale a la entrada del local a despejarla para que los agredidos puedan salir. En ese momento llega una ambulancia y la policía: a uno lo detienen, el otro escapa corriendo. En la ambulancia, L. con el pómulo magullado tiene una crisis de ansiedad, a J. le confirman que le han roto la nariz. “A largo plazo voy a tener que seguir tratamiento”, cuenta a El Salto pocos días después de la agresión. Es probable incluso, que tenga que someterse a una cirugía.

“Estamos seguras de que este tipo de agresiones son más numerosas de lo que nos pensamos. Además muchas no son como en nuestro caso, por nuestra forma de pensar, sino por racismo, LGTBIfobia…L. y J. han entablado ya contacto con abogados. Les ha acompañado Adrián, compañero de L. y activista antifascista que pertenece a la plataforma Parla Diversa. “Quizás Argüelles es uno de los barrios por dónde más se mueven los fascistas y donde se dan este tipo de agresiones de forma normal”, comenta Adrián, que piensa que en los últimos meses ha habido un repunte de agresiones fascistas o al menos una mayor visibilidad. Las últimas: una que fue denunciada el pasado mayo en Leganés cuando tres mujeres fueron perseguidas por numerosos hombres al grito de Heil Hitler, y después en Getafe, el 11 de julio, cuando se produjo otro ataque “a las 12 de la mañana en una plaza cualquiera cuando el compañero agredido iba de camino al trabajo”. Este activista afirma que si bien los abogados les han tratado bien desconfía de que desde los juzgados se tome ninguna medida, y que la policía detenga a nadie, como ya ha pasado en otras ocasiones.“Estamos seguras de que este tipo de agresiones son más numerosas de lo que nos pensamos, solo que la mayoría no llegan a nuestros oídos. Además muchas no son como en nuestro caso, una agresión por nuestra forma de pensar, sino por racismo, LGTBI-fobia…”, valora Adrián. Para este activista la escalada de agresiones tiene que ver con un marco de normalización de las violencias y el autoritarismo contra quienes piensan distinto, y fundamentalmente, con una base racista, machista o LGTBfóbicas. En definitiva, “contra cualquier forma de ser, de estar o pensar que se salga de lo normalizado”.Si bien es la primera vez que L. y J. han sufrido un ataque de este tipo, no es poco común , relata L. que entre sus amigos y conocidos de la universidad, “gente de izquierdas”, se sufran este tipo de agresiones y amenazas.“Nos da miedo que los agresores formen parte de un grupo más grande, porque dos personas solas no se atreven”, confiesa L, que ha pasado varias noches sin poder dormir pensando en lo sucedido. J reflexiona sobre cómo pueden sentirse las personas LGTBI o racializadas como objeto primero de este tipo de violencias. “A mi personalmente ahora me da miedo salir a la calle. Puedes estar tranquilamente tomándote algo sin saber si va a venir alguien gratuitamente a agredirte por llevar simplemente una camiseta con un mensaje de rechazo a la discriminación”.

EL SALTO MADRID (7-8-19)

Alerta antifascista en Getafe

ALERTA ANTIFASCISTA

Agresión en Getafe

El miércoles día diez se produjo una nueva agresión fascista, en este caso en el pueblo de Getafe, en la comunidad de Madrid. Un compañero libertario fue atacado sin mediar palabra por un individuo que vestía una camiseta con la bandera de España mientras le gritaba: “¡Esto para que no vayas por ahí tan tranquilo!”. El compañero ha tenido que ser atendido en los servicios hospitalarios más cercanos debido a las lesiones producidas por la agresión.

No podemos permanecer impasibles ante este tipo de actos que de tan repetidos comienzan a ser cotidianos. El objetivo de los mismos es amedrentarnos, coartar nuestra forma de vestir, de expresarnos, de estar en contacto con la calle. El Estado y las fuerzas de seguridad del mismo amparan a estos individuos, cuando no forman parte de ellos.

Sabemos lo que nos jugamos si fracasamos. Nuestras herramientas de combate son la organización, la solidaridad y la autodefensa. Qué nos sirva de aprendizaje esta experiencia para unir fuerzas y trabajar en pro de mejorar nuestra coordinación con los colectivos afines.

Hoy jueves se ha convocado una asamblea en el Ateneo la Indomable a las 19.30 horas (C/ Barberán y Collar, Getafe). Os invitamos a participar activamente en esta cita y en cualquier otra que pueda ir surgiendo.

¡Ninguna agresión fascista sin respuesta!

¡Organízate y lucha!

11-7-19

Jueves 11 de julio a las 19.30 horas, asamblea en el Ateneo la Indomable para tratar el tema de la agresión fascista. (Publicado a las 18:09, 11-7-19)

ATENEO LA INDOMABLE

Publicado el 11-7-09 a alas 00:20 h

Alerta antifascista: Al compañero Mario Libertario le han agredido hoy en calle Andalucía esquina Aragón, un tipo calvo, alto, delgado, fuerte y con camiseta de españa, le dió un puñetazo sin mediar palabra, y le dijo: «Esto para que no vayas por ahí tan tranquilo». Mario ha tenido que ir a urgencias y le ha reventado un oído, tiene un derrame y está sordo. Ha presentado denuncia con el parte de lesiones y nos pide difusión para organizar una respuesta que podamos organizar entre todos y todas.