DUDAS CORONAVIRUS – Me han multado por estar en la calle ¿Cómo se recurre la sanción?

En este artículo comentábamos qué sanciones pueden imponer por incumplir las obligaciones establecidas en el Estado de Alarma. Pero si has llegado hasta aquí es porque estando en la calle has sido “sancionado” por un agente de la autoridad al considerar que tu estancia en la vía pública no estaba justificada.

Aclarando conceptos

 Antes de nada debes saber que “aun” no estas sancionado. El agente de la autoridad que te paró levantó lo que se llama un acta o boletín de denuncia, que mandará a Delegación de Gobierno. Y será Delegación de Gobierno la que te envíe un carta a tu domicilio, llamado Acuerdo de Iniciación, en la que se te informará que a raíz de dicha denuncia se te abre un expediente sancionador, explicándote que puedes hacer dos cosas:

a) Pagar, con una reducción del 50%.

b) Alegar, pero pierdes el derecho a la reducción por pronto pago.

Por tanto, hasta que no te llegue esa carta a tu domicilio no tienes que hacer nada más que esperar y confiar en tener la suerte de que dicha carta nunca llegue…

Alegar o no alegar, esa es la cuestión

Esta es la primera gran decisión que debes tomar: Si te merece la pena alegar o no. Desde que se aprobó la conocida como Ley Mordaza (Ley de Seguridad Ciudadana) se introdujo como novedad en estas sanciones el pronto pago: si pagas ya, solo pagas el 50%. Si alegas y discutes la sanción, pero luego pierdes, deberás pagar el 100%.

Las sanciones que se están aplicando suelen ser por desobediencia, y ascienden entre los 601 y los 10.400 euros (si es tu primera sanción). Lo lógico es que la sanción ronde el mínimo, esto es, los 601.-€. Por tanto la duda es si pagar (al 50% serían 300,50.-€) o alegar.

Para ello nuestro consejo es que valores si el motivo de que estuvieras en la calle esta justificado o no, y lo que es más importante, si puedes justificarlo. Para ello vamos a acudir al propio Real Decreto 463/2020 que declaró el Estado de Alarma que establece sobre la limitación de movimientos:

Artículo 7. Limitación de la libertad de circulación de las personas.

1. Durante la vigencia del estado de alarma las personas únicamente podrán circular por las vías o espacios de uso público para la realización de las siguientes actividades, que deberán realizarse individualmente, salvo que se acompañe a personas con discapacidad, menores, mayores, o por otra causa justificada:

a) Adquisición de alimentos, productos farmacéuticos y de primera necesidad.
b) Asistencia a centros, servicios y establecimientos sanitarios.
c) Desplazamiento al lugar de trabajo para efectuar su prestación laboral, profesional o empresarial.
d) Retorno al lugar de residencia habitual.
e) Asistencia y cuidado a mayores, menores, dependientes, personas con discapacidad o personas especialmente vulnerables.
f) Desplazamiento a entidades financieras y de seguros.
g) Por causa de fuerza mayor o situación de necesidad.
h) Cualquier otra actividad de análoga naturaleza.

2. Igualmente, se permitirá la circulación de vehículos particulares por las vías de uso público para la realización de las actividades referidas en el apartado anterior o para el repostaje en gasolineras o estaciones de servicio.

Nuestra opinión es que si te encontrabas en la vía pública por alguno de estos motivos y puedes probarlo mínimamente, tienes posibilidades de conseguir anular la sanción, ya que tu estancia en la vía pública estaría justificada

¿Cómo puedo probarlo? La pruebas admitidas y posibles son varias: desde el tique de compra del super del que venías, el contrato del trabajo al que ibas o del que venías, el convenio regulador con tu expareja que demuestre que a vuestro hijo/a le tocaba cambiar de domicilio ese día, testigos, citas médicas, etc…

El procedimiento

Si finalmente decides alegar debes saber que para ello no es necesario hacerlo con abogado/a, pero en la mayoría de los caso es recomendable.

El procedimiento administrativo muy resumido sería el siguiente:

a) Acuerdo de Iniciación que te llega a casa.
b) Tienes 15 días para alegar, exponer tus razones y aportar o proponer prueba.
c) Si has propuesto prueba, te deben contestar sobre ella.
d) Lo siguiente que te llegará es la Propuesta de Resolución en la que a la luz de la prueba o bien archivan el expediente (te libraste!) o bien proponen ya una sanción.
e) Vuelves a tener 15 días para alegar.
f) Lo siguiente que te llegará es la Resolución en la que ya formalmente estas sancionado.
g) Tienes un mes para interponer Recurso de Alzada ante el superior jerárquico

Si este recurso de alzada es desestimado (no te dan la razón) lo único que te queda es llevar esto ante un Juez Contencioso-administrativo, quien decidirá si has sido bien sancionado o no. Es aquí donde si la razón te asiste, más posibilidades tengas de ganarlo, pero claro, estamos hablando ya de un procedimiento judicial.

Podemos ayudarte

En Red Jurídica tenemos una amplia experiencia en recurrir sanciones de la llamada Ley Mordaza, por lo que si lo deseas podemos defender tus intereses, hacer una valoración inicial de las posibilidades de éxito y encargarnos de realizar todas las alegaciones y recursos.

Si estas interesado/a, no dudes en ponerte en contacto con nosotras en el formulario de contacto.

Yo me lo guiso yo me lo como

Por otro lado queremos compartir un manual para poder hacerte las alegaciones tú mismo/a que realizó el colectivo de la Comisión Legal Sol del 15M.

Este manual esta pensado como una herramienta de autodefensa para poder construirte tus alegaciones frente a sanciones basadas en la conocida como Ley Mordaza. Puedes encontrarlo aquí.

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Ten en cuenta que las respuestas son comunes y no podemos tener en cuenta todas las circunstancias personales concretas. Por tanto, para poder asesorarte teniendo en cuenta tu situación concreta, y poder contratar con nosotras una consulta telefónica o por videollamada, no dudes en ponerte directamente en contacto con nosotras aquí.

RED JURÍDICA

Convocatoria de Huelga de Alquileres – 1 de abril

Desde el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria convocamos a toda la clase obrera e inquilinaria a secundar la Huelga de Alquileres General e Indefinida que declaramos a partir de este 1 de abril de 2020.

La situación actual no puede ser más alarmante, y no sólo a niveles sanitarios sino también económicos y sociales. Las medidas adoptadas por el ejecutivo en relación al “Estado de Alama” decretado por el Covid-19, son medidas marcadamente anti-obreras (flexibilización de los ERTE) y que tocan la superficie (moratoria limitada de las hipotecas) ignorando lo básico: miles de familias que viven al día, que sobreviven con trabajos sin nómina, que han sido despedidas fraudulentamente y en cuyas casas no entra ningún ingreso debido al confinamiento, se exponen a la imposibilidad de hacer frente al pago del alquiler.

Los sectores más empobrecidos de la población, como arrendatarias, migrantes, personas sin hogar, trabajadoras domésticas, precarias, han sido completamente relegados e ignorados, como siempre.

Por todo esto, invitamos a todos los colectivos, plataformas y sindicatos a secundar esta Huelga de Alquileres, convocada también a nivel internacional (desde Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Suecia, Chile y los que se irán sumando).

Nuestras exigencias básicas son claras:

 Suspensión inmediata del pago de la renta, especialmente para arrendatarios en situación de vulnerabilidad y para arrendadores que sean multirentistas o personas jurídicas (la minoría que no cumpla estos requisitos que reclame una Renta Básica Universal). Mientras no se adopte esta medida, sin ingresos suficientes y regulares, no pagaremos.

 Que las viviendas abandonadas en manos de fondos, entidades financieras y bancarias (sobre todo las que han sido rescatadas con dinero público) sean socializadas y puestas a disposición de las miles de personas y familias que hoy carecen de hogar.

Nos sobran los motivos para proclamar a partir de este 1-A: ¡Huelga de Alquileres General e Indefinida!

NO COBRAMOS, NO PAGAMOS.

Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria

Fuente: https://www.lahaine.org/mm_ss_est_esp.php/convocatoria-de-huelga-de-alquileres

La crisis del coronavirus y la amenaza del ecofascismo


Desde que se detectó en China hace meses el CoVid-19 (coronavirus) sabemos que éste es muy contagioso, que no alberga demasiado riesgo para la mayoría de la gente (el 80% de las contagiadas cursan síntomas leves) pero cuenta con una tasa de mortalidad considerable para gente vulnerable (personas de más de 60 años y/o con patologías previas). Asimismo, un porcentaje suficientemente alto de gente contagiada necesita cuidados intensivos como para saturar el sistema de salud estatal si se extiende de manera amplia.

Hay que frenar la curva. Fuente: The Lancet

Por eso, con la intención de ralentizar la tasa de contagios para evitar la ruptura del sistema (“frenar la curva” se llama), el Gobierno nos confinó a todas en nuestras casas, por Decreto, el pasado 14 de marzo y el ejército y la policía ocuparon las calles de las principales ciudades. Eso sí, manteniendo abiertos todos los puestos de trabajo (no vaya a ser que colapse la economía) que no fueran de cara al público y, por consiguiente, seguimos cruzándonos con muchas personas por la calle, en el metro y en el autobús, lo cual ha permitido una mayor propagación del virus de lo esperable.

La UME en Madrid. Fotografía de Álvaro Minguito (El Salto)

Lo que la crisis del coronavirus nos muestra sobre la salud de nuestro planeta

Tras unos días de encierro y reclusión, los medios han empezado a dar cuenta de algunas imágenes insólitas que se están dando en los epicentros turísticos del mundo: en los canales de Venecia discurre agua cristalina, se vislumbran algas bajo las góndolas y navegan peces y patos entre ellas; en la ciudad japonesa de Nara, los ciervos campan a sus anchas; en Oakland, hacen lo propio pavos reales; y se han avistado jabalíes por las calles de Barcelona.

Un estudio de la Universitat Politècnica de València indica que los niveles de dióxido de nitrógeno, indicadores para medir la contaminación, han descendido dramáticamente en las principales ciudades del Estado en los diez días que siguieron a la declaración del estado de alarma: un 83% en Barcelona, un 73% en Madrid y un 64% en València.

Otro estudio, desarrollado por la Società Italiana di Medicina Ambientale indica que la reducción de las emisiones no sólo es positiva en general para el medioambiente, sino incluso para evitar la propagación del virus, pues vincula la propia contaminación (concretamente, el polvo fino en el aire) como vector de propagación del contagio.

La transición a un modelo más sostenible

Estos datos evidencian que bajando el ritmo de producción a niveles más manejables, disminuyendo el consumo de lo innecesario, limitando el turismo destructivo, realizando únicamente los viajes que sean imprescindibles y acabando con la dañina competencia que rige nuestro sistema económico, las emisiones se reducen y nuestro planeta se convierte en un lugar mucho más habitable.

Situaciones como ésta parecen indicar que la transición hacia un modelo productivo con menor uso de recursos (fósiles y de cualquier tipo) es inevitable. La cuestión es cómo se llevará a cabo. Porque ganar la disyuntiva entre una transición liberadora (ecosocialismo) o una que aumente los grados de opresión y diferencias sociales (ecofascismo) parece que será el próximo gran reto de los movimientos sociales.

En la adaptación de la novela a serie de El Cuento de la Criada, la dictadura religioso-fascista de Gilead tiene, en parte, una justificación ecologista. Los comandantes presumen de haber reducido sus emisiones en un 78% en tres años y de tener un modelo de producción orgánica

No es la primera vez que hablamos de este tema. Hace cuatro años Carlos Taibo publicó Colapso: Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo(Catarata, 2016), libro en el que teoriza acerca de la posibilidad de un colapso (entendido como un golpe fuerte que provoca la quiebra de las instituciones preexistentes, como lo podría ser una catástrofe climática) y las dos respuestas que se podrían dar: una transición socialmente justa y comunitaria por un lado, o el ecofascismo por otro, siendo esto último la imposición de restricciones severas por parte de un Estado fuerte y autoritario al que no le tiembla la mano a la hora de usar la violencia para mantener el equilibrio ambiental a cambio de perpetuar las diferencias sociales.

Esta segunda posibilidad, además, cuenta con importantes precedentes. En el mes de febrero reseñamos en este periódico el recomendable ensayo Ecofascismo: Lecciones de la experiencia alemana (Virus, 2019), en el que se recorre los estrechos vínculos entre el Tercer Reich y el mensaje ecologista.

La transición a un modelo más justo

Evidentemente, apostamos por una transición para salir de la emergencia climática que, a su vez, sea socialmente justa. Y no puede haber transición justa sin una transformación en el mundo del trabajo que asegure una reconversión que otorgue protagonismo a las clases trabajadoras, además de que tenga en cuenta los postulados antirracistas y feministas.

El mes pasado reseñamos en este medio el informe de Ecologistas en Acción titulado Sin Planeta No Hay Trabajo: Reflexiones sobre la emergencia climática y sus implicaciones laborales en el marco de una transición justa. Precisamente aborda todas las cuestiones de justicia social que hemos abordado, lo que hace que su importancia sea incluso mayor hoy que entonces.

Otras propuestas de justicia social las encontramos en campañas que han surgido en los últimos días para hacer frente a la crisis del CoVid-19. Una (impulsada por Sindicatos de Inquilinas, PAHs y asambleas populares y políticas) es la que busca la aprobación de un Plan de Choque Social, que defiende la sanidad universal frente a la exclusión sanitaria de personas extranjeras, destinar más ayudas económicas a trabajadoras, intervenir empresas privadas de gestión de servicios esenciales, prohibir los despidos, dotarnos de una renta básica universal, liberar a las personas presas vulnerables, suspender el pago de alquileres, hipotecas y suministros básicos, cerrar los CIEs y suspender la Ley de Extranjería, entre otras.

Otra campaña, conocida en redes como #SuspensiónAlquileres, defiende la suspensión del pago de las rentas del alquiler durante todo el estado de alarma y coquetea con la posibilidad de convocar una huelga de inquilinas si el Ejecutivo no adopta sus medidas (acto que cuenta con un importante precedente que se llevó a cabo en 1930).

El coronavirus no es una oportunidad

Como hemos dicho, la transición climática debe venir acompañada de una transformación del mundo del trabajo para ser justa. Por ello, la crisis del coronavirus que estamos viviendo quizás no sea el mejor ejemplo de decrecimiento y reducción de emisiones que se puede predicar. En unos meses, si no semanas, vamos a empezar a perder nuestros empleos y, con ellos, nuestras viviendas. Todo parece indicar que habrá miles de despidos (en parte, por la ausencia de medidas proteccionistas de clase trabajadora desarrolladas por el gobierno durante el estado de alarma) y pagar los alquileres se va a convertir en una tarea imposible. El resto, ya lo conocemos: recortes (de nuevo, en sanidad y educación), desahucios, etc.

Es un error estratégico, a la hora de intentar ganar la batalla cultural de que tenemos que vivir con menos, asociar la reducción de emisiones a corto plazo a una crisis económica, como también lo es asociar el decrecimiento a una crisis sanitaria grave que tanto dolor está provocando.

Por otro lado, tampoco conviene asociar la transición climática a la crisis del coronavirus por otra razón: después de que el 14 de marzo se decretara el estado de alarma, hemos vivido un repunte de autoritarismo que nos acerca más al ecofascismo que al ecosocialismo. Esto no puede ser el ejemplo de gestión de catástrofes que debemos defender. En menos de dos semanas nos han confinado en nuestras viviendas, el ejército patrulla las calles, los militares dan ruedas de prensa enalteciendo los valores castrenses y llamándonos “soldados”, el lenguaje bélico en la lucha contra el virus se ha normalizado, los drones circulan los aires, el gobierno ha ordenado geolocalizar nuestros móviles para estudiar nuestros comportamientos y se ha dotado de la capacidad para intervenir empresas de telecomunicaciones (estado de excepción digital), se han recortado los derechos de las personas presas, se han cerrado las fronteras, la policía ha detenido a 929 personas e impuesto más de 100.000 multas en una semana, hemos vivido situaciones en las que nuestras vecinas se asoman a la ventana para chivarse de quien se encuentra en la calle, insultan al infractor, aplauden a la policía y justifican la violencia policial (¿os acordáis de los buenos tiempos, en los que simplemente se negaba y no se celebraba?).

Por citar algunos ejemplos: en un artículo titulado «Justicieros de balcón en tiempos de cuarentena: ‘Me han insultado y deseado la muerte por salir con mi hijo con autismo’», la periodista Marta Borraz recoge distintos casos de gente que ha ido por la calle a trabajar, a cuidar de un familiar, o acompañando a un hijo con autismo que han sido increpadas, insultadas o denunciadas ante la policía.

Y ello por no hablar de las actitudes racistas que se están normalizando: Trump y Ortega Smith (Vox) se refieren al CoVid-19 como “virus chino”, y éste último asegura que sus “anticuerpos españoles” le salvarán; tanto SOS Racismo como Es Racismo denuncian un incremento de redadas racistas en Madrid, Bilbao y Barcelona; y Vox propone eliminar la sanidad a los extranjeros en situación irregular en estado de alarma (lo cual no es solo un atentado contra los derechos humanos, sino un peligro de salud pública).

Se está creando un caldo de cultivo de odio, militarismo y prefascismo que debemos combatir con pedagogía, un discurso antiautoritario y asambleario, oponiéndonos a la vigilancia digital permanente, recuperando movimientos populares horizontales como el 15-M y con propuestas de justicia social como las que hemos mencionado sobre estas líneas. Debemos huir del ejemplo del estado de alarma como modo de gestión y proponer la defensa de lo comunitario si pretendemos que la transición ecológica sea justa. Nos va, muy literalmente, la vida en ello.

FUENTE: TODO POR HACER

Ayuda mutua: ética anarquista en tiempos de coronavirus

ENRIQUE JAVIER DÍEZ GUTIÉRREZ / PÚBLICO

Personas con mascarilla en un vagón del metro de Madrid. REUTERS/Susana Vera

«Solo juntos lo conseguiremos». «Este virus lo paramos unidos». «Es el momento de ayudarnos unos a otros»… Todos y todas hemos oído este tipo de mensajes, que se han repetido, desde el inicio de la crisis del coronavirus.

¿Aprenderemos la lección una vez que pase la crisis?

En la escuela, «educar para cooperar» es un principio básico, que se ha venido planteando y proponiendo desde infantil hasta la Universidad (hasta que llegó la LOMCE, con su «competencia estrella» del emprendimiento neoliberal).

Pero ¿y el resto de la sociedad? ¿Educa para cooperar? Puesto que «para educar se necesita a toda la tribu», como ahora todo el mundo recuerda.

Lo cierto es que el mensaje que han recibido constantemente nuestros niños, niñas y jóvenes, ha sido, hasta ahora, el de la competencia individualista del modelo neoliberal. Un mantra ideológico, eje esencial del capitalismo. Un mantra constante y persistente que se repite en los medios de comunicación, se ensalza en el deporte, se induce en el trabajo, se insiste en la economía…

Sorprende este dogma tan extendido y difundido por la agenda mediática, política y económica, cuando los seres humanos preferimos cooperar a competir en nuestra vida diaria, especialmente cuando buscamos el bien común. Esto es lo que ha demostrado el estudio antropológico de la universidad de Oxford que ha encabezado titulares en todo el mundo por la universalidad de sus hallazgos[1].

Sorprende cuando incluso desde la biología, la prestigiosa académica Lynn Margullis, una de las principales figuras en el campo de la evolución biológica, muestra que todos los organismos mayores que las bacterias son, de manera intrínseca, comunidades. Cómo la tendencia es hacia el mutualismo y cómo «la vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación»[2]. Cómo nuestra evolución no ha sido una competición continuada y sanguinaria entre individuos y especies. Sino que la vida conquistó el planeta no mediante combates, sino gracias a la cooperación. De hecho, los nuevos datos están descubriendo una naturaleza que cuestiona radicalmente la vieja biología: «de cooperación frente a competencia, de comunidades frente a individuos», como concluye Sandin[3]. La tendencia fundamental en la dinámica de la vida, de toda clase de vida, por lo tanto, es la simbiosis mutualista, la cooperación universal[4].

Estas investigaciones confirman lo que ha planteado uno de los grandes pensadores de la economía colaborativa: Kropotkin. Frente al darwinismo social, el anarquista ruso Kropotkin, demostraba que el apoyo mutuo, la cooperación, los mecanismos de solidaridad, el cuidado del otro y el compartir recursos son el fundamento de la evolución como especie del ser humano.

Esta realidad, que se nos vuelve obvia en momentos de crisis como ésta, contrasta con los principios y propuestas que rigen el núcleo y finalidad esencial del capitalismo neoliberal: el individualismo competitivo.

Apoyar al grupo, apoyarnos en la comunidad, contrasta con ese dogma de «libertad individual» al margen del bien común. La solidaridad, el no dejar a nadie atrás, choca con la competitividad que predica el neoliberalismo económico. El relato del «hombre» hecho a sí mismo, competitivo e individualista, que no le debe nada a nadie y que busca conseguir su «idea de éxito» para enriquecerse y olvidarse de las dificultades, suyas y de los demás. Mito difundido por el populismo empresarial norteamericano y que la ideología neoliberal y neoconservadora ha traducido en la escuela a través del mantra del emprendedor. Ideología que mantiene como dogma de fe esencial que la competencia por la riqueza y el poder es el único motor que mueve al ser humano.

Estamos comprendiendo, porque lo estamos comprobando y constatando con esta crisis, que esta ideología neoliberal, que reivindica regularnos mediante «la mano invisible del mercado» es una postverdad[5], una fábula, una invención que no tiene fundamento real. Que cuando vienen mal dadas, cuando nos jugamos lo vital y esencial de las sociedades, necesitamos el amparo del grupo, de la comunidad, de la solidaridad colectiva para superar las crisis.

Es entonces cuando nos lamentamos, tardíamente, de los recortes de miles de millones que se han hecho en la sanidad pública o en la educación pública. Nos arrepentimos de no haber invertido en suficientes residencias públicas de mayores (las privadas tienen como finalidad obtener beneficios). Nos damos cuenta del error que es no tener ya una banca pública que sostenga la economía y la inversión pública para generar nuevos empleos que sustituyan a los que los «temerosos mercados» van a destruir.

La ideología neoliberal siempre ha sido muy clara: aplicarse a sí mismos el capitalismo de «libre mercado» (subvencionado siempre) cuando obtienen beneficios, para repartírselos entre los accionistas. Pero reclamar el socialismo y la intervención del Estado para que se les rescate cuando tienen pérdidas (hemos rescatado a la banca con más de 60.000 millones de euros, a Florentino Pérez con el Castor, a las autopistas…). Es lo que hacen también ahora, con esta crisis. Aunque a algunos les sigue sorprendiendo todavía que estos «creyentes» exijan más medidas de rescate y de intervención del Estado, renegando de su fanático credo en el «libre mercado» y su «mano invisible».

A ver si aprendemos por fin. Y superamos el dogma neoliberal y el sistema económico capitalista y avanzamos hacia un sistema económico e ideológico basado en el bien común, la cooperación, la justicia social, la equidad y la solidaridad.

Esperemos que la salida de esta crisis sea «una oportunidad» para ello. Que el «solo juntos lo conseguiremos» no se olvide tras ella. Y que, después del coronavirus, haya un auténtico Pacto de Estado, consensuado por todos, que blinde y destine cantidades escandalosas de nuestros presupuestos a la Sanidad Pública, a la Educación Pública, a los Servicios Sociales Públicos, a las Pensiones Públicas… Que aprendamos de una vez por todas que el capitalismo y la ideología neoliberal que lo sostiene es tóxico para la especie y el planeta. Y que, sin ayuda mutua, sin cooperación, sin solidaridad y justicia social estamos abocados a la extinción como especie y como planeta.

NOTAS

[1] Scott Curry, O., Mullins, D. A., & Whitehouse, H. (2019). Is it good to cooperate? Current Anthropology60(1), 47-69.
[2] Margulis, L. et al. (2002). Una revolución en la evolución. Valencia: Universitat de Valéncia.
[3] Sandin, M. (2010). Pensando la evolución, pensando la vida. La biología más allá del darwinismo. Cauac: Nativa.
[4] Puche, P. (2019). Hacia una nueva antropología, en un contexto de simbiosis generalizado en el mundo de la vida. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 147, 15-34.
[5] Vivero Pol, J.L. (2019). La España vacía está llena de bienes comunes. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, 147, 85-97.

Multas y detenciones en tiempo de Coronavirus: Una mirada jurídica

Se acabó la “pedagogía policial” (curioso concepto) de las primeras jornadas del estado de alarma. “Han sido días de levantar un poco la mano, de informar, pero llega el momento de cumplir el estado de alarma”, declaró ayer José Ángel González, jefe operativo de la Policía Nacional, en una comparecencia en La Moncloa. Los cinco primeros días de “laxitud” se han saldado con cerca de 300 detenciones y la imposición de más de 11.000 sanciones administrativas por el incumplimiento de las restricciones impuestas. Pero parece ser que esto solo era un avance del cumplimiento estricto que está por venir.

Obviamente, el objetivo que persiguen estas medidas, que no es otro que preservar la salud individual y la colectiva, es fundamental para nuestra sociedad. Y nos parece acertado, lógico, responsable y solidario que todas hagamos un esfuerzo por lograr su cumplimiento. Al fin y al cabo, como dijo Muhammad Ali, “la dedicación que muestras a otras personas es el alquiler que pagas por tu hueco en la Tierra”.

Ahora bien, nos están llegando muchas consultas, de distintas personas, que dan cuenta de situaciones de trato poco correcto por parte de algunos agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad. No hay estado de alarma que justifique este comportamiento. Y no sólo esto, sino que algunas personas hacen referencia a la imposición de denuncias injustificadas o arbitrarias en lo que una clienta llamó “una deriva autoritaria”. Y, claro, el anuncio del señor González de que ahora empieza la mano dura no hace más que aumentar nuestros temores de que estas conductas puedan ir en crescendo.

A raíz de esto nos vemos obligadas a señalar que aunque se haya decretado el estado de alarma, todas las actuaciones de los agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad siguen sometidas al principio de legalidad y, por consiguiente, los actos discrecionales o carentes de justificación se encuentran absolutamente prohibidos. De hecho, en el actual contexto de esfuerzo, sacrificio y nerviosismo de la población pensamos que es cuando la función pública cobra mayor relevancia y cuando el respeto a sus estándares debe ser más escrupuloso que nunca. 

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El Salto

Coronavirus y lucha de clases

Las grandes contradicciones sociales del capitalismo terminal están saliendo a flote con la crisis del coronavirus. Por ejemplo: podemos subrayar la actualidad absoluta del concepto de lucha de clases. Una lucha, entendida como conflicto, enfrentamiento y presiones y tensiones recurrentes, que se expresa directa y crudamente en los centros de trabajo a la hora de hacer cumplir las medidas de prevención básicas en los estratos más precarios, más desorganizados o, incluso, más estratégicos en estas circunstancias, de la fuerza de trabajo.

Durante esta pasada semana hemos visto cómo, en nuestras “democráticas” y “responsables empresas”, que se ufanan de estar siempre “preocupadas por la gobernanza y los criterios sociales de la Agenda 2030”, los jefes ordenan y se resguardan del virus, y los trabajadores ven cómo su salud no es más que un simple dato macroeconómico a valorar junto al coste monetario de geles, permisos o reducciones horarias. Hay varios ejemplos que lo ilustran.

En las grandes empresas del sector del telemárketing como Konecta, GSS Covisian y otras, en las que trabajan centenares de personas en gigantescas naves, hacinados y compartiendo en función de su turno todo tipo de materiales (auriculares, teclados de ordenador, micrófonos…), la lucha para conseguir que haya geles desinfectantes, que los equipos de trabajo sean de uso individual o que, simplemente, se limpien habitualmente los baños de los trabajadores, ha sido constante, y ha venido marcada por repetidos altibajos derivados de las contradictorias señales enviadas al entramado productivo por los poderes públicos, pese a haberse dado repetidos casos de positivos en coronavirus en las instalaciones, que han sido enfrentados por las empresas con el aislamiento de los trabajadores y la limpieza de los puestos adyacentes a los de los enfermos, y solo muy tardíamente con la implantación del teletrabajo.

En el transporte público, la puesta en marcha de medidas de prevención de la enfermedad para proteger la salud de trabajadores y usuarios ha venido marcada por la presión de las fuerzas sindicales más combativas. En el Metro de Madrid, solo tras la amenaza de la sección sindical de Solidaridad Obrera de convocar una huelga indefinida de 24 horas, la empresa se vio obligada —el viernes pasado—, a cumplir las recomendaciones sanitarias de la misma Comunidad de Madrid. En el Metro de Barcelona, solo tras la aprobación de un decreto de la Conselleria de la Generalitat correspondiente, la dirección acepta negociar con el Comité de Empresa la puesta en marcha de las medidas que está exigiendo la comunidad médica.

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El Salto

Un día de furia en Parla

Entierro de Ursino en Parla el 6 de marzo / Bernardo Pérez

Se cumplen 35 años de la muerte de Ursino Gallego, un chico de 14 años, tras recibir el disparo de una pelota de goma en el pecho, durante una manifestación en Parla (Madrid). En Parla no había agua, o había poca y mala; se cortaba con frecuencia el suministro y la gente estaba harta. Se contaba que hubo un alcalde de la localidad que respondió así a unos vecinos que protestaban en otro momento anterior: ¿Quieren agua? Pues cómprense una botella de Solares.

A lo mejor era una leyenda urbana.

El caso es que todo aquello acabó en tragedia. Hubo por aquellos meses varios incidentes graves en manifestaciones y enfrentamientos con la policía en Madrid. Las fuerzas de orden público hacían frente a crecientes protestas ciudadanas, con reivindicaciones sociales, laborales o políticas en medio de una prolongada campaña electoral, porque el 1 de marzo se celebraron elecciones legislativas y un mes más tarde hubo elecciones municipales.

El domingo 25 de febrero de 1979 fue una jornada reivindicativa en Madrid. En Orcasitas fueron detenidos veinte vecinos que protestaban por el decreto sobre la vivienda de promoción directa recientemente aprobado. Estaban junto a un cine en Aluche donde José Luis Álvarez daba un mitin de UCD. Al día siguiente fueron puestos en libertad previo pago de una multa de 25.000 pesetas (150 euros).

En Getafe hubo una manifestación, reedición de otra que tuvo lugar el domingo anterior en protesta por una redada antidroga en la que la policía hizo disparos al aire y mató a Antonio Goiri, El Sevillano. En la manifestación del domingo 25 de Getafe, más numerosa que la primera, hubo un gran enfrentamiento de los vecinos con la policía antidisturbios. No fue ajena la violencia a las explicaciones oficiales sobre la muerte de El Sevillano, que «fue herido de un disparo en un glúteo, pero que este tipo de heridas no son mortales, por lo que había que suponer que la muerte se produjo por una crisis cardiaca del herido, propiciada por su debilidad física, hipotéticamente, motivada por el consumo de drogas.» Los antidisturbios entraron en la Casa del Pueblo, la registraron y golpearon a un joven que había dentro.

En Parla, hubo ese domingo una protesta por «los constantes y asfixiantes cortes de agua que sufre esta localidad». La manifestación comenzó a las diez de la mañana y alcanzó su punto máximo hacia la una del mediodía, cuando se habían sumado a la protesta pública numerosos vecinos de distintas urbanizaciones, entre las que se encontraba la de Villajuventus. A esa hora se presentaron las fuerzas de policía antidisturbios y los manifestantes decidieron cortar, con barricadas, la carretera de Toledo, provocando un considerable tapón de tráfico. El enfrentamiento entre policía y manifestantes cobró momentos de relativa violencia cuando los vecinos comenzaron a arrojar piedras contra las fuerzas antidisturbios, a lo que éstas replicaron con lanzamiento de botes de humo. Numerosos semáforos quedaron inutilizados por las pedradas recibidas.» ¿Guerrilla urbana? Fueron cuatro horas de enfrentamientos, hubo 600 manifestantes lanzando piedras, se levantaron barricadas, se registraron cortes de tráfico en una carretera nacional…

Parla era una localidad de 40.000 habitantes -algunas cifras oficiosas elevaban a 70.000 la cifra real de residentes- en cuya planificación tampoco se tuvo en cuenta el suministro de agua, que se conseguía mediante pozos, el agua escaseaba y era de mala calidad, hasta el punto de provocar frecuentes problemas estomacales e intestinales a quienes la tomaban. Las protestas por el problema del agua -al que se añadía el pequeño inconveniente de que el pueblo estaba dividido por la carretera de Toledo- se registraban desde mayo de 1976 y el alcalde Domingo Ostolaza estaba desaparecido, porque había presentado su dimisión y no se la había aceptado por la autoridad competente. A pesar de ello, se ausentó durante varios meses en 1978 para atender asuntos personales.

Estas manifestaciones eran ilegales porque no se autorizaban alegando que se estaba en campaña electoral. Y al domingo siguiente, 4 de marzo de 1979 -se cumplen hoy 35 años- los vecinos de Parla volvieron a protestar. Fue un día de furia. Varios cientos de manifestantes comenzaron a las 10:45 la protesta. Pronto fueron miles.»¡Queremos agua!» fue el grito, y empezaron las barricadas. Había una compañía de antidisturbios que se empleó con contundencia, esto es, que lanzó botes de humo y pelotas de goma a la gente. Pero la furia no cedió y pronto estuvieron desbordados: «que vengan dos compañías más». Por la tarde las cosas no hacían más que empeorar… «Mientras los manifestantes arrojaban piedras sin cesar, tumbaban automóviles, semáforos y postes del alumbrado, la actuación de la policía consiguió dispersar las concentraciones de manifestantes, aunque se producían saltos por numerosos sitios. El ataque contra la policía continuaba y se arrojaban macetas y objetos contundentes contra los vehículos policiales y contra los propios policías. A esa hora había resultado herida de extrema gravedad una niña. Poco después, sobre las cinco de la tarde, murió Ursino Gallego-Nicasio. Los testimonios de los testigos indican que el joven presentaba un gran hematoma en el pecho tras recibir el impacto de la bola de goma. Un amigo lo recogió y lo llevó en un taxi al ambulatorio, donde ingresó muerto a las seis de la tarde. La noticia de esta muerte comenzó a extenderse poco a poco y los enfrentamientos se reprodujeron. Algunos policías, según la nota del Gobierno Civil, fueron acorralados por gente que empuñaba armas blancas y amenazaban con matarlos. Dos policías tuvieron que usar sus armas de fuego disparando al aire para intimidar a los que intentaban agredirles. Hacia las once de la noche el pueblo recuperó la calma, aunque se oía la actuación de algunos grupos.»

La pelota que mató a Ursino se disparó «a no menos de 60 metros», según la policía, que afirmaba que el chico estaba en una barricada. Otros testigos decían que no, que le dispararon a dos metros de distancia y que estaba en un portal. Lo cierto es que Ursino llevaba dos entradas para ir al cine esa tarde.

Al día siguiente, los partidos quisieron encauzar la protesta convocando una concentración y llamando a la calma, pero la gente desbordó toda cautela: «Menos política, más agua», les dijeron. Hubo más barricadas y una que cortó la carretera de Toledo. «Esta barricada movió a la policía antidisturbios a actuar nuevamente con fuerzas a caballo, parejas de motociclistas y personal a pie. La calle Valladolid fue escenario de violentos enfrentamientos. Habían sido colocados cables de parte a parte de la calle para evitar la actuación de la policía a caballo y motorizada. A las doce de la noche, hora en que fue redactada esta información, continuaban los enfrentamientos entre policías y vecinos que protagonizaban numerosos saltos por diversas calles, en un clima de guerrilla urbana. La carretera de Toledo sufrió ayer una enorme colapso circulatorio, no sólo por las barricadas sino por los controles policiales montados con motivo del asesinato del general Muñoz Vázquez.» El terrorismo, gran telón de fondo de España.

EL PAÍS publicó un editorial. «La ira con la que se han manifestado los habitantes de Parla no es casual ni gratuita; hay que tener el valor de admitir que lo que urbanísticamente se ha hecho en zonas de Madrid como la salida hacia Toledo es, sencillamente, monstruoso; literalmente, todo lo contrario de lo que se supone debe ser un habitat, un entorno para vivir en sociedad. Parla puede ser un ejemplo de la cruel especulación que se ha hecho en este país con el suelo urbano, con la política de la vivienda y con la migración incontrolada del campo a las grandes ciudades. Grandes extensiones de edificios-dormitorio, de mala calidad, de pobre diseño, sin los adecuados servicios o con fallos crónicos tan graves como la falta de agua, tendidos en las lindes de carreteras de circulación nacional, meros almacenes de la mano de obra que cada mañana nutre a la gran ciudad.

Algún día habrá que recapitular las responsabilidades de quienes nos han legado este Madrid inhóspito y feo cuando, a medio destruir en 1939 y en medio de un páramo, su planificación no ofrecía dificultad alguna. Barcelona y sus municipios más cercanos, Valencia, Bilbao, principalmente, son, junto a Madrid, las ciudades más afectadas por el antiurbanismo que ha presidido su crecimiento en los últimos años.»

Finalizaba con un llamamiento explícito para reconducir hacia la política las reivindicaciones. «Pero, precisamente ahora, a un mes vista de las primeras elecciones municipales democráticas en cuarenta años, no es el momento de llevar a la calle con violencia todos los justificados y amplios memoriales de agravios acumulados por los vecinos. En Parla falta agua y una carretera nacional pone en peligro la vida de sus peatones; Parla, además, es un entorno urbano hosco y con muchos puntos de inhabitabilidad; hay muchas Parlas en las cercanías de las grandes ciudades y aun dentro de ellas. Pero no parece lo más inteligente levantar ahora las barricadas que no se levantaron antaño y cuando más razón había, cuando sólo faltan semanas para elegir libremente a quienes o solucionarán esos problemas o responderán políticamente de ellos.»

Un par de días después de su muerte, fue enterrado Ursino en el nicho 74 del cementerio en medio de una impresionante manifestación popular de duelo. Acudió toda Parla. Se le enterró a las 16:30, fue llevado a hombros hasta el cementerio (ver la imagen que encabeza esta entrada). La emoción fue desbordante y se hizo una colecta en favor de su familia a la salida del entierro. «Desde el cementerio, un pequeño grupo de jóvenes se dirigió al cruce de la carretera de Toledo con la calle de Valladolid, donde fue alcanzado por la bola de goma el joven Gallego. Tras interceptar el paso de dos autobuses-camioneta del transporte público de viajeros, las atravesaron en la carretera y desinflaron sus ruedas.

A continuación, el pequeño grupo se fue incrementando, y se practicaron numerosas barricadas a lo largo de unos dos kilómetros, a base de piedras, señales de tráfico, tubos de hierro, etcétera. El grupo concentrado en el citado cruce llegó a alcanzar a media tarde un número de unas trescientas personas, la mayor parte jóvenes y algunos niños. Se vieron muy pocas mujeres.

Poco después los manifestantes prendieron cuatro hogueras a lo largo de la carretera de Toledo y, con el fuego de una de ellas, incendiaron un turismo MG que se hallaba abandonado en una calle próxima, desde hace días, y que trasladaron hasta la carretera, donde lo volcaron repetidas veces.

Un grupo de unas cincuenta personas se había dirigido poco antes a practicar los cortes en la carretera de Pinto.

Durante las dos horas y media que aproximadamente duraron estos incidentes hasta que llegó la Policía. nadie pronunció ningún grito reivindicativo. Daba la impresión de que sólo se pretendía esperar la llegada de la fuerza pública.» Llegó: «Veinte coches de fuerzas antidisturbios hicieron acto de presencia a las ocho menos cuarto de la noche, aproximadamente. Parte de la fuerza hizo su entrada desde la dirección Toledo y otra parte por la dirección Madrid. Ante su llegada, los manifestantes se dispersaron y refugiaron tras los bloques que hacen linde con la carretera, y lanzaron gritos de «Policía asesina», y «ETA, mátalos».

Hasta las nueve de la noche no se escuchó ningún grito reivindicativo alusivo a la escasez de agua que padece el pueblo, uno de los principales motivos de estos incidentes que se han sucedido.

La policía se limitó a quitar las barricadas y dar paso a la circulación. Al tiempo, lanzaba botes de humo y bolas de goma hacia las zonas donde se hallaban los grupos de protesta. El enfrentamiento no fue tumultuoso. Desde la carretera, la policía lanzaba sus botes y desde las calles próximas los manifestantes lanzaban piedras a la fuerza pública. Ambos, en frecuentes intervalos.»

Un día más tarde, se procedió  a la destitución el alcalde Domingo Ostolaza «por dejación de funciones»… Y del agua, ¿qué? Se hizo un informe a la carrera. «Por su parte, el Canal de Isabel II ha hecho público el Informe redactado por sus técnicos sobre la situación actual del suministro de agua en Parla y las medidas más urgentes a adoptar. Según el informe, Parla se abastece exclusivamente del agua que se saca de dieciséis pozos, situados todos ellos en un radio de 2,5 kilómetros cuadrados, lo que origina, en realidad, que la mayoría coja el agua de la misma bolsa, y el suministro sea normalmente inferior al consumo.

Inmediatamente se comenzarán las obras de dos nuevos pozos, alejados de los primeros, y en el plazo de seis meses se abrirán tres más, lo que permitirá garantizar el volumen de agua necesario en los próximos dos o tres años. Las obras, incluidas las conducciones eléctricas y las tuberías, ascenderán a 34 millones de pesetas.»

Sobre el trágico suceso se cernía un manto de silencio. Un editorial de EL PAÍS, publicado el 10 de marzo, sobre el Ministerio de Interior, que había enviado una nota de protesta por otro editorial anterior, mostraba este relato de la situación, que dejaba al editorialista atónito «si no estuviéramos ya despavoridos»: «La muerte de un muchacho de catorce años en Parla, como consecuencia de la actuación de la fuerza pública, ha sido acogida con verdadera impavidez política. Ojalá el anuncio de que la autoridad se dispone a abrir una investigación para deslindar las eventuales responsabilidades en estas trágicas, absurdas e inútiles muertes no sea, como siempre, hasta ahora, el comienzo de un largo y definitivo silencio. La negativa de UCD a abrir un debate parlamentario sobre el tema no se corresponde con una actitud de defensa de los derechos humanos. Si ya hemos dicho que nos parecían una torpeza y un error, una provocación, en definitiva, las manifestaciones violentas de Parla, ello no obvia el que insistamos en que las actuaciones de la fuerza pública, cuando median vidas humanas, precisan una investigación judicial y no sólo administrativa. Sólo después de aquélla las autoridades podrán amparar con credibilidad a los servicios de seguridad del Estado.»

A los políticos les incomodaba el suceso y evitaron hablar del mismo durante la campaña electoral en curso.

Umbral daba su pincelada a este fresco español: «Muere un niño en Parla, por el agua, no hace tanto tiempo, y el Canal de Isabel II organiza unas conferencias sobre la traída de aguas. Aquí todo se tapa con unas conferencias. Yo no sé si ha habido dinero para arreglar lo de Parla pero me temo que los vecinos de Parla no van a venir en autocares a las conferencias históricas, eruditas y retóricas sobre el agua. Lo que tienen es sed, y en las conferencias suelen dar whisky. El whisky no es para beber, sino para altemar. Lo ha dicho el conde de Bugallal con motivo de este ciclo:

-Cuando llegué al Canal de Isabel II me di cuenta de la inmensa intendencia que hay detrás del grifo. Y si no sabía nada de lo que hay detrás de un grifo, ¿cómo le hicieron a Bugallal presidente y delegado del Gobiemo en el Canal? Aquí no se va a los cargos por lo que se sabe del tema, sino por lo que no se sabe. O sea que se va para aprender.»

Los problemas de abastecimiento de agua en Parla terminaron en 1982 y desde ese año se celebran en junio las Fiestas del Agua.

FUENTE: El País

Autogestión y ciudad

El día 26 de enero de 2020 se hizo público el Manifiesto REMA (Red de Espacios de Madrid Autogestionados) en una concentración ciudadana, reivindicativa y festiva a la vez, celebrada en el simbólico Solar Maravillas. (El País, 30 de enero de 2020).

Un vacío en el corazón de la ciudad tras el derribo por el Ayuntamiento del edificio que lo ocupaba con la promesa, nunca cumplida, de construir un centro de salud, demandado por los vecinos. Un vacío olvidado durante años y cedido al fin al Patio Maravillas que, durante una década, ha transformado un espacio residual en un centro de actividades culturales, lúdicas, convivenciales, sociales en su más amplio sentido.

Un centro de vida colectiva hoy amenazado de desalojo por el Ayuntamiento cumpliendo la siniestra, casi vengativa y, en todo caso, insensible e inculta orden del alcalde, que así hace efectiva su consigna “tolerancia cero con los okupas”, proclamada tras el desalojo de La Ingobernable. Una orden que demuestra una vez más la ceguera política y la insensibilidad social del gobierno del PP y C’s, con el apoyo de  Vox, ya que esta acción supone no reconocer la capacidad de organización ciudadana, incluido el movimiento okupa. Ceguera que impide descubrir y apoyar la potencialidad de la ciudadanía organizada como soporte y legitimación del buen gobierno de la ciudad.

Una  vez más la derecha rapta la voz de los ciudadanos y se refugia en el poder de la póliza y la burocracia administrativa, puesta al servicio de intereses ajenos, cuando no contrarios, al sentir, las demandas y los sueños de una mayoría de los  madrileños. La mayoría de aquellos que sienten la necesidad de hacer ciudad con los ciudadanos y no con bancos, promotores inmobiliarios o fondos de inversión. Todo ello bajo el mandato de un mercado desregulado inspirado por la ideología dominante del pensamiento único, impuesto por un capitalismo depredador de los bienes comunes. Bienes físicos, culturales, patrimoniales que constituyen el auténtico espíritu de la ciudad.

La consolidación de una amplia red de organizaciones ciudadanas, con un sólido entramado, constituye una última trinchera contra la violencia y la injusticia del poderoso mercado.

Los que hoy suscriben el Manifiesto REMA pertenecen a ese grupo de ciudadanos que no se doblega ante la inmoral sentencia, hecha ley por Margaret Thatcher, de “There Is Not Alternative”. Ciudadanos insumisos pero responsables, antisistema por convicción, llegando si es necesario a “una legítima desobediencia civil como forma de expresión colectiva del derecho a la ciudad”.

Las instituciones, los gobiernos municipales (también el regional y el estatal) responden con violencia y miedo, negando la legitimidad de estas organizaciones ciudadanas. Un miedo visceral a la democracia directa ejercida por los “espacios autogestionados”, como forma imprescindible para un eficaz y equitativo gobierno de la ciudad. Para entender y dar soluciones reales a las auténticas necesidades y aspiraciones de la ciudadanía se necesita la corresponsabilidad y complementariedad entre las administraciones y los ciudadanos organizados. Nuestro Ayuntamiento debe entender que los espacios autogestionados son aliados y no enemigos.

Los espacios autogestionados que han suscrito el Manifiesto REMA tienen en su haber una larga experiencia, en la que han demostrado su capacidad de construir auténticos equipamientos sociales, desde los que ofrecer una amplia panoplia de actividades docentes, lúdicas, culturales y convivenciales, más allá de las ya reglamentadas por las administraciones públicas. Toda una riqueza de otra cultura, heterodoxa si se quiere, pero más vital que la oficial, añadiendo riqueza y diversidad a la vida de la ciudad.

No cabe en la dimensión de un artículo dar cuenta de las muchas virtudes que acompañan a la larga lista de actuaciones llevadas a cabo, contra viento y marea (quiero decir, contra la cerrazón municipal), sin apenas apoyo, cuando no la dura hostilidad de nuestro Ayuntamiento. Cabe solo señalar como conquistas ciudadanas: el rescate de edificios y espacios comunes de las garras de los especuladores, que cuentan con la inacción, cuando no la connivencia, de los poderes públicos; la revitalización de edificios y espacios comunes abandonados, en espera de una revalorización inmobiliaria; la lucha contra el despilfarro inmobiliario, dando vida nueva a edificios vacíos y olvidados, evitando su derribo indiscriminado. En definitiva, descubriendo potencialidades físicas y sociales que la ciudad ofrece cuando se pisa la calle con proximidad e interés en la búsqueda de espacios de vida en común.

En última instancia, el Manifiesto de REMA puede considerarse utópico, ya que en él se condensan un conjunto amplio de utopías necesarias, múltiples, no dogmáticas ni mesiánicas. Utopías posibles que hay que mantener vivas y renovadas en el tiempo, porque con su defensa se afirma la dignidad de los ciudadanos que se niegan al pesimismo, al miedo y a la resignación. Utopías parciales, pero todas ellas guiadas por tres palabras revolucionarias: libertad, igualdad y solidaridad. Solidaridad con nuestros semejantes y con nuestro maltrecho planeta.

La consolidación de una amplia red de organizaciones ciudadanas, con un sólido entramado, constituye una última trinchera contra la violencia y la injusticia del poderoso mercado. Defensa más necesaria cuando nuestros gobiernos, en lugar de defender los derechos y aspiraciones de los ciudadanos, se convierten en aliados de especuladores que pretenden hacer de la ciudad una mercancía, apropiándose de los espacios y bienes comunes.

Como se afirma en las últimas líneas del Manifiesto, “defendamos colectivamente estos espacios y, en consecuencia, el derecho a construir en conjunto una ciudad mejor. Sigamos tejiendo sueños para demostrar que otro mundo es posible”.

Palabras que suscribo y con ello me hago cómplice solidario de REMA.

EPÍLOGO. De 2020 a 1970

Un amplio movimiento social en defensa del derecho a la ciudad ha emergido en los últimos años y está consolidándose en los distintos barrios de Madrid con la presencia múltiple de las asociaciones autogestionadas, que con sus reivindicaciones, propuesta anhelos están dibujando un nuevo mapa físico y social de la ciudad.

Un renacer asociativo que me retrotrae al heroico movimiento vecinal de los años setenta, con los matices que las distintas condiciones políticas, económicas y culturales exigen.

Años aquellos del tardofranquismo represivo e injusto en los que las diversas Asociaciones Vecinales (AAVV), desde Hortaleza a El Pozo, desde Tetuán a Orcasitas, junto con los sindicatos, supieron luchar y conquistar espacios donde habitar con mayor dignidad y libertad, pagando por ello un alto precio en muchos casos.

Por ello recuerdo con emoción aquel bullir de proclamas, gritos y manifestaciones encabezadas por pancartas en las que aparecían indisolublemente unidas las palabras “por una vivienda digna” y “amnistía y libertad”. Un gran movimiento sociopolítico, como lo son y deben ser las asociaciones autogestionadas que han suscrito este magnífico Manifiesto.

https://www.nuevatribuna.es/opinion/eduardo-mangada/autogestion-y-ciudad/20200203100520170713.amp.html

Acracia nº 3, enero-marzo 2020

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