Librería anarquista LaMalatesta viernes 31 enero, 19h. Tertulia: «Vida pública y vida privada»

A mi entender (supongo que en eso estaréis muchos conmigo), no hay cosa más urgente, desde un punto de vista político, que para mí se confunde con el moral, no hay nada más urgente que atacar la separación entre vida privada y vida pública. Es decir, atacar seriamente y de frente al individuo personal.

Se comprende bien la necesidad y la urgencia: la necesidad, porque en la tradición, no voy a decir revolucionaria, sino revoltosa, en la tradición secular de rebelión de los de abajo contra los de arriba, esta confusión, este engaño que se centra en la persona sigue, por desgracia, todavía haciendo mucho daño, no está debidamente atacado: todavía se sigue con el pensamiento de que cuando se grita libertad, se está gritando libertad del individuo, libertad de uno. Esto es una cosa que tal vez los abuelos anarquistas se podían permitir, porque la historia no estaba tan configurada como está en la sociedad del bienestar; se podía permitir, hasta cierto punto, esta confusión, era tal vez venial, pero, desde luego, en la perfección del sistema, nosotros no podemos consentírnoslo ni por un momento.

Si queréis muestras de la importancia del asunto, pues ya veis que justamente la democracia desarrollada, el régimen que padecemos, justamente ha tomado como apoyo último, eso, el individuo. Lo que Ellos, lo que los Ejecutivos llaman el Hombre, de vez en cuando, con mayúsculas. El Hombre, que quiere decir un hombre cuya ansia consiste en asegurar el futuro y desde ese momento es un hombre que es dinero, porque no hay más tiempo que el futuro, no hay más tiempo vacío que el futuro y el tiempo vacío es la verdadera forma del dinero.

De manera que si somos conscientes, y más que conscientes, lo padecemos cada día, de hasta qué punto el Régimen, el actual, el único del que debemos ocuparnos de frente y de perfil, está fundado sobre el Individuo y en la creencia de la libertad personal, libertad de compra y venta, libertad de expresión, y todo tipo de libertades, pero siempre libertades de uno, de Fulano y de Mengano, entonces, creo que no cabrá duda de que no puede haber un tema más importante, desde el punto de vista político, que intentemos atacar eso.

Por otra parte, es el más inmediato, y por eso os voy a dar la voz enseguida, porque no hay ninguno de vosotros que pueda decir que no tiene nada que decir sobre la cuestión. Porque todos tenéis vida privada, por desgracia. Todos tenéis vida privada y, si tenéis vida privada, estáis sujetos a la moral, a una moral separada de la política, y ésta es la desgracia principal que nos oprime. Tendríamos que aspirar a que no hubiera más moral del comportamiento del Individuo, de la Persona, que nos importa un bledo: que se tratara, simplemente, del comportamiento y de la vida de la comunidad, de lo común. Eso quiere decir rompre este sacramento, que es el principal del Régimen, de la separación entre la vida privada y la vida pública.

De qué diablos nos sirve que aquí discutamos grandes cosas contra el Estado, contra el Capital, que examinemos con cierta lucidez los mecanismos de esos monstruos que nos oprimen, si luego llegamos a casa y tenemos a la mujer, o al “tronco” al lado, que nos dice “Ah, pues ¿qué ha dicho Fulano? ¡Qué buenas ideas tiene el tal! Pero se ha puesto un poco pesado, ¿no?, ¿tú que crees? Apaga la luz de la escalera, vámonos a la cama”. Y todo, toda la discusión aquella, al llegar a la escalera, al comedor, a la alcoba, los símbolos que empleo de la vida privada, ha quedado reducido a nada. Todo allí ha venido a ser juzgado como en una última instancia por la conversación, por ejemplo, conyugal entre los dos miembros de la pareja o con cualquier otra tontería por el estilo.

De manera que no hace falta mucho más para convenceros, creo, de la inutilidad de intentar hacer ninguna política que se mantenga al margen y que no ataque directamente la vida privada al mismo tiempo. Que no ataque, es decir, esa separación.

Contra el Hombre
Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo, Madrid 1997

LaMalatesta, c/Jesús y María, 24 de Madrid

LIBRO: “La pequeña historia. Memorias de un anarquista barcelonés de 1936 a 1975”

TEXTO COMPLETO LEÍDO EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO

HABLA ELO

Buenas tardes y gracias por vuestra asistencia. Esta presentación del libro de las memorias de Agustín Guillamón Nebot comienza dando la palabra a su autor.

Leeré dos párrafos del libro en los que se describe la Barcelona de 1944:

La ciudad era triste, sucia y oscura. Olía a orines, a caca de perro en el zapato y a miedo. Sin anuncios luminosos, los escaparates apagados. Las fábricas solo trabajaban dos días a la semana. La gente no vivía, apenas vegetaba y sobrevivía. Las personas ya no paseaban por las calles, sino que deambulaban sin rumbo, como sonámbulos. El horizonte había desaparecido de las miradas, vacías.” (pág. 123).

La calle siempre será nuestra; de los trabajadores libres de toda propiedad y derecho, para tener dónde morirnos de hambre. Por la calle vagaban los sin trabajo, los que buscaban comida entre las basuras. La calle era nuestra, porque no teníamos nada más; la calle era de los trabajadores en harapos. La calle era de los vencidos que habían perdido una guerra. En la calle se vendían los cuerpos. En la calle erraban rebaños, catervas y fárragos de niños amarillentos, secos, evaporados, flacos, mortecinos, enfermizos y débiles, sin edad definible; atrapados por la miseria, envejecidos de alma y cuerpo, excéntricos cuerpos esqueléticos con el vientre hinchado. La calle era la única pertenencia de los miserables, y siempre será nuestra, como la mierda y el hambre.” (p. 124).

Cumplida la urgencia de dar la palabra al autor de las memorias explicaremos quién somos y como irá la presentación. Somos Agustín y Elodia, hijos del autor de las memorias y su nieta Clara Montesinos Guillamón.

En primer lugar, hablará su nieta Clara y luego su hijo Agustín, que me irá dando pie para leer diversos fragmentos de las memorias.

Terminaremos con la apertura de un turno de preguntas, que intentaremos responder adecuadamente.

HABLA CLARA

Quan em vaig assabentar que havia de fer un treball de recerca vaig tenir molt clar que el tema giraria entorn a la guerra civil i el moviment obrer. Llavors és quan vaig descobrir les memòries del meu avi, que sempre havien estat a casa meva, però mai ningú les havia llegit. Va ser com el destí que d’alguna manera se’m va brindar l’oportunitat de conèixer i aprendre dels meus avantpassats anarquistes i connectar amb ells d’una manera molt especial per mi. A partir d’aquest moment tot va canviar, les memòries tan valuoses per la meva família i per la història van sortir a la llum.

D’aquí va néixer el meu treball de recerca del Batxillerat titulat «Les tres generacions d’anarquistes a la meva família» i el millor de tot va néixer el llibre La pequeña historia, que és el recull de les memòries del meu avi transcrites pel meu oncle.

Estic molt orgullosa que gràcies al meu treball de recerca hàgim descobert les memòries del meu avi i ha estat un honor per mi  poder-les llegir la primera. També estic molt agraïda pel treball i dedicació del meu oncle i el suport i ajuda que hem tingut de la meva mare. He après molt al llarg d’aquest camí, però sobretot he après del meu avi. A ser millor persona, a valorar d’on vinc i mai oblidar els meus orígens anarquistes i proletaris. Perquè vinc d’una família de lluitadors, que van lluitar d’acord als seus valors i orígens i sobretot pels seus, perquè el meu avi creia en un món millor i més just pels que veníem en un futur.

El meu avi va lluitar com a sindicalista durant la dictadura. La seva personalitat va estar definida per l’amor incondicional a la seva família i mai va anteposar la seva militància a la seva vida personal. La seva ideologia va marcar la seva manera d’enfrontar-se el món, amb un sentit molt elevat de la justícia i l’ètica. Sempre va mantenir aquest valors amb molta dignitat i va tenir molt presents els seus orígens transmetent-los als seus descendents. Per exemple amb l’escriptura de les seves memòries que tenen la voluntat de donar testimoni i fer que les vivències del seu pare i de la seva família no caguessin en l’oblit.

Les memòries del meu avi són una herència individual, però també familiar, que mereix ser coneguda com a expressió dels patiments i la lluita constant dels meus familiars. A partir de la lectura de les memòries del meu avi i de l’elaboració d’aquest treball, he comprès la importància que té lluitar per la llibertat i la justícia i aferrar-te als teus valors i la teva ideologia per construir un món millor. Sobretot tinc una gran admiració cap al meu avi que sempre va tenir molt clar quins eren els seu ideals i mai va defallir, sempre va ser fidel a ells i va lluitar per al que creia que era just.

Per això tots vosaltres teniu la gran oportunitat de conèixer aquest gran tresor i poder aprendre dels que ja no hi són.

Vull destacar la figura de la mare del meu avi, la meva besàvia, la María del
Carmen Nebot Nebot. Va ser una dona molt forta i lluitadora en una època i en
concret en un moment convuls en la història d’Espanya, durant la guerra civil i
la postguerra.

Durant la República,  a causa dela militància anarquista del seu marit, el qual mai estava a casa, va haver de criar i educar sola els seus cinc fills. Acabada la guerra va haver de fer front a la misèria, a la fam i a la violència que es vivia a l´Espanya franquista. Va treballar en unes condiciones deplorables, va haver de fer coses inversemblants,va mentir i ocultarla fugida a França del seu marit anarquista, sabent les conseqüènciesrepressives que suposava reconèixer el seu exili. Tot ho va fer perquè sentia un amor immens pels seus, per la seva família, els quals avui en dia la recorden amb un gran amor i admiració.

Els valors que he esmentat del meu avi com el respecte, la justícia i el sentit de
l´ ètica, són valors que va aprendre i heretar de la meva besàvia. Ja que ella és qui
en tot moment el va educar per ser un home responsable i treballador. Va
ensenyar-li que no és més home qui és més violent sinó qui és capaç de
sacrificar-se per la seva família i que mai oblidés d’on venia i qui era. Que
davant les condicions difícils i els obstacles, sempre lluités per tirar endavant,
que no es conformés, ni es rendís mai.

Per acabar vull llegir una cita de l’anarquista Errico Malatesta que em va fer reflexionar força:

“Anarquista és, per definició, aquell que no vol ser oprimit i no vol ser

opressor; aquell que vol el màxim benestar, la màxima llibertat, el màxim

desenvolupament possible per a tots els éssers humans”

HABLA AGUSTIN

Mi padre, Agustín Guillamón Nebot, escribió sus memorias a finales de los setenta. Se trata de tres carpetas plastificadas, con las hojas extraíbles escritas a mano y numeradas. En la bolsa de la primera carpeta se guarda la foto de su abuela materna, Ana María, a quien tanto amó; mi bisabuela.

Durante muchos años no pude leer nunca la totalidad de su trabajo, porque me hacía daño su recuerdo, demasiado reciente y doloroso. Finalmente, en julio de 2018, leí todo su trabajo, y me decidí teclear en Word su manuscrito. El motivo de tal decisión ya lo ha explicado Clara: quiso hacer un trabajo de investigación de bachillerato fundamentado en las memorias de su abuelo, fallecido en 1996, cinco años antes de su nacimiento en 2001.

Era bonito e irresistible: las memorias del abuelo recuperadas por una nieta a la que no había llegado a conocer. Realizado el trabajo de investigación de mi sobrina, mi hermana Elo y yo comprendimos que las memorias de mi padre eran lo bastante valiosas, incluso fuera del ámbito familiar, como para ser publicadas, y por tal razón decidimos hacer una autoedición de 200 ejemplares. Solo había que vestirlas con gramática, ya que las memorias de mi padre andaban desnudas; algo de estilo literario, que no dulcificara la dureza de la experiencia vivida, y una redacción que respetase la fuerza expresiva de una narrativa escrita en primera persona, característica compartida con la picaresca.

Pero todas estas cuestiones estéticas y literarias carecían de importancia, porque el objetivo no era, ni podía ser otro, que presentar al lector de hoy el testimonio vital de mi padre, peón del textil y camarero, nacido en 1926, que perdió una guerra a los doce años de edad y que falleció en 1996, a los setenta años, enfermo de un cáncer con el que la dictadura del hambre le condenó en su juventud, cuando le contrataron en la limpieza de unas calderas de amianto.

Creo que las memorias de mi padre entroncan con la mejor tradición literaria hispana. Sin olvidar que el pícaro era un personaje fruto de la miseria e injusticias de su época que, por eso mismo, reflejaba fielmente las peculiaridades e injusticias de la sociedad que lo había creado, embrutecido y desnutrido. Sí, un pícaro proletario crecido bajo el franquismo, una de las dictaduras más terribles e injustas del mundo occidental durante el siglo 20.

Estas memorias aportan además ciertas noticias que contienen importantísimas novedades historiográficas, que merecen ser estudiadas en profundidad, como son los comités de defensa de barriada de los años treinta, los Regimientos de Marcha de los Voluntarios Extranjeros, la huelga general de 1951 en los barrios obreros barceloneses, los orígenes y naturaleza de los comisionados obreros ya en los años cincuenta, el asalto obrero al sindicato vertical en los sesenta y tantos otros temas, en ocasiones solo esbozados, pero en otras muy marcados y extremadamente originales.

De las memorias de mi padre destaca, sin duda, la enorme integridad y combatividad de un obrero, pobrísimo, que llevaba un mundo nuevo y mejor en su corazón, al tiempo que practicaba una ética ajena a la burguesa, solidaria con su clase y con los suyos y enemiga de sus enemigos, porque el derecho a la vida y la libertad nunca se mendiga, se conquista día a día. La dignidad es siempre el primer paso hacia la libertad y la conquista del futuro.

ELO leerá unas líneas del libro, en la página 341:

“En cuanto acababa la fiesta, empleados y camareros se peleaban en la cocina por hacerse con los canapés sobrantes, que poco antes habíamos estado ofreciendo con una sonrisa. Si nadie los cogía, se tiraban a la basura. Recordé los primeros días y meses de la ocupación fascista de Barcelona, cuando el hambre nos obligó a recoger de la basura aquellas pieles de habas. Recordé los días de mi infancia, cuando todos los niños del barrio recorrían calles y descampados buscando desperdicios e inmundicias que comer o vender. Mi generación fue la de los hijos de los vencidos en la guerra, sin infancia, maltratados por el fascismo y los vencedores; odiados, olvidados, sucios, enfermos, explotados, invisibles y anónimos, en medio de fanfarrias y absurdos triunfalismos, entre charangas y miserias vergonzantes. En la ignorancia más absoluta, sin derecho a una mínima educación o al inicio en un oficio. Rezos y brazos alzados, misas y desfiles falangistas, cánticos e himnos, que ni daban de comer ni labraban un futuro.

Por eso, yo no iba a disputar esos canapés, ni las sobras de aquellos hijos de puta. Mientras tuviese dos brazos para ganarme la vida, de la forma que fuese, no volvería a comer de la basura. ¡Antes robar o matar! Porque la dignidad es el primer paso hacia la libertad.”

Mi abuelo Eliseo guerreó en las batallas de Belchite y del Segre. En febrero de 1939 estuvo en el campo de concentración de Saint-Cyprien, de donde salió en enero de 1940, enrolado en el Primer Regimiento de Marcha de los Voluntarios Extranjeros. Durante la batalla de Francia, estuvo en Alsacia y en el canal de las Ardenas. Tras la derrota, regresó al campo de Saint-Cyprien. Reclutado por el STO o Servicio de Trabajo Obligatorio fue enviado a la construcción del muro del Atlántico. Se evadió de los nazis y, sin papeles, se refugió en los bosques, haciendo de leñador, carbonero o jornalero ocasional en granjas apartadas. En 1944, participóen el maquis que liberó los departamentos del sur de Francia. Mi padre Agustín libró batallas de aquellas que no aparecen en los libros de historia. Mi abuelo ganó dos medallas, como combatiente y como resistente. Mi padre, ninguna. La Gran Historia y la pequeña historia.

Mi abuelo jamás habló de su larguísima trayectoria militar. Sospecho que se sintió traicionado y superado por ese trueque de revolucionario anarquista en soldado antifascista y liberador de la nación francesa. Ni lo entendió, ni lo aceptó; pero cobró, como no podía ser de otro modo, dada su precariedad económica, la pensión que comportaban aquellas medallas.

Ambos se enfrentaron al fascismo y la tiranía. Su combate late ahora en estas páginas, espero que liberador y pedagógico. En todo caso son nuestras raíces, al menos las mías. Es la batalla y la esperanza de dos generaciones de anarquistas, que el lector de hoy debe enfocar desde su presente y someter a la crítica implacable del tiempo, que todo lo modifica y destruye; también son eco de luchas y hambre.                                        *

Niveles de lectura:La pequeña historiaadmite una múltiple lectura; puede leerse como un relato de aventuras, y también como una durísima crítica política del franquismo. Pero, sobre todo, transmite una ética y una perspectiva propias e inconfundibles, fundamentadas en el orgullo de clase y la solidaridad. También admite una lectura antropológica y literaria.

Ante todo, es preciso diferenciar entre memorias e historia. Las memorias guardan y toleran siempre cierto grado de subjetividad y de error. No hay memorias sin errores, porque la memoria es huidiza y quebradiza. Así, por ejemplo, cuando mi padre hablaba del pasaje Nazaret, probablemente se refería al pasaje o calle Llatzaret. Pero no era cuestión de corregirlo, porque él había memorizado Nazaret.

Delmismo modo, cuando situaba el bombardeo del Tío Che en agosto de 1937, se equivocaba, ya que probablemente sucedió el 15 de enero de 1938. Pero eso no quitaba valor alguno a su descripción de los efectos del bombardeo, el derrumbe del edificio y la búsqueda de cadáveres, excavando con las manos entre los escombros.

ELO leerá los párrafos del capítulo titulado Bombardeos en laspp. 46.47:

“Un día, era agosto, estaba en una cola cuando empezaron a bombardear. La gente decía que había caído una bomba en la calle Wad-Ras, en la horchatería del Tío Che.

Esa horchatería estaba cerca de mi casa. Fui corriendo. Al pasar por delante de lo que había sido un edificio de cuatro pisos de altura, me detuve. Se había convertido en un enorme montón de escombros, entre los cuales un puñado de vecinos intentaba rescatar a quienes habían quedado sepultados. Un viejo me llamó gritando, pidiéndome que tirase de una mano que sobresalía entre las piedras, mientras él retiraba los cascotes de alrededor. Me repetía: “¡tira, tira, que está vivo!”. Cogí la mano, para tirar con fuerza de ella. Al primer tirón me quedé con un brazo entre mis manos. El resto del cuerpo no estaba allí, solo era un brazo desgajado. Lo puse en un cesto que se iba llenando con los pedazos que se iban sacando de entre las ruinas. El viejo, sin hacerme el menor caso, seguía hurgando y removiendo los cascotes con sus manos ensangrentadas. Perseguía el cuerpo de aquel brazo.

Miré hacia arriba, a lo más alto de lo que había sido un edificio de cuatro pisos. Entre los hierros de la estructura del edificio colgaba un pedazo de pared, con una telaraña de alambres, entre los que se balanceaba ahorcado un gato negro. Me lo quedé mirando un buen rato. No sé por qué, pensé en todos mis hermanos.

Me fui a casa. Al doblar la esquina vi que varios vecinos señalaban la fachada del edificio donde vivíamos. Una grieta cruzaba el inmueble desde el terrado hasta el piso debajo del nuestro, pasando por mitad de la habitación de mi madre.

Subí corriendo las escaleras. Al abrir la puerta de casa pensé que no encontraría a nadie con vida, dado el silencio existente. Al llegar a la habitación del fondo encontré a todos mis hermanos mirando a la calle a través de la grieta.

Cuando llegó nuestra madre marchamos al pasaje Nazaret, a vivir con mis tíos mientras arreglaban los desperfectos de la pared.”

En ocasiones, sus memorias cuestionan o proponen nuevoshechos historiográficos, comola ejecución al garrote de menores de edad en los años cuarenta, la presencia de la marina americana en la Bahía de Cádiz ya en 1946; que la huelga general de tranvías en 1951 no fue solo una negativa generalizada a subirse al tranvía, sino la primera huelga general barcelonesa después de la guerra civil.

Respecto a la narrativa de aventuras, confieso que siento cierta inclinación por dos capítulos; el primero se titula Enero de 1939 y narra el épico viaje de Tarrasa a Barcelona por las vías del tren, cargados a la espalda mi padre y mi abuela con las dos hermanas menores. Mi padre va recogiendo las armas que los soldados abandonan en las cunetas, mientras cada vez más cerca suenan las explosiones de los dinamiteros que vuelan los puentes para retrasar el avance de las tropas fascistas; el segundo, titulado El Grito, cuenta cómo los niños hambrientos de Pueblo Nuevo asaltaban los carromatos que transportaban el grano por la calle del Taulat, junto al cementerio. Se jugaban la vida por el puñado de grano que caía de los sacos, rasgados a navajazos. Pero existen otros muchos episodios más, entre los que destacanRevolución, Tarrasa, El saco, A barrigazos, etcétera, aunque en realidad todoel libro puede leerse de principio a fin como tal narración de aventuras. Y está bien que sea así, porque además de entretenido es instructivo, y a quienes llevamos el apellido Guillamón nos habla de nuestros abuelos ybisabuelos, algo muy poco frecuente en el mundo actual.

ELO nos leerá un recorte del capítulo titulado El Grito, en las pp. 88-90.

Mi hermano y yo nos conjuramos: nunca más comeríamos de un basurero. Si era necesario robar para comer, robaríamos. Y robaríamos todo lo necesario para el sustento de la familia, ayudando así a nuestra madre, que trabajaba todas las horas que podía. En el barrio se formaban pandillas o grupos de chicos, sin más objetivo que el de sobrevivir. Nos dedicábamos a coger el carbón de las máquinas de tren en el depósito de Pueblo Nuevo, asaltábamos los carros de legumbres de la estación del Morrot, o del Bogatell, desvalijábamos los tinglados del puerto donde se almacenaban provisiones, desmontábamos railes y vagones para vender todo lo metálico, quitábamos los paquetes que los estraperlistas tiraban en la estación del Clot, recogíamos la leña que el mar arrojaba en la arena de la playa, arrancábamos las tapaderas de hierro de las cloacas de las calles. Casi todo se lo vendíamos al trapero. También hacíamos de descuideros en el mercado o los días de pago a la salida de las fábricas.

Pero lo más frecuente, rápido y beneficioso era asaltar los carros de legumbres. Teníamos que escondernos en función de la dirección del carro. Si el carro iba desde la estación de Pueblo Nuevo hacia la Barceloneta, por la avenida de Icaria, debíamos apostarnos en cualquier esquina de la calle del Taulat. Pero si el carro salía desde la estación del Morrot hacia el Campo de la Bota, al no ofrecer la pared del cementerio ningún refugio, debíamos ocultarnos en algún recoveco de esa pared o en el hueco de la puerta que solo se abría el día de difuntos. En estos casos, el olor a orines era insoportable. Pero ese era el sitio que nos había tocado, ya que el barrio estaba repartido entre las diferentes pandillas que nos dedicábamos a aligerar la carga de los carros.

Uno debía arraparse a la pared, sosteniendo un cuchillo en la mano, a la espera de que apareciese el carro adecuado. Junto al carro iba siempre un guarda, provisto de una escopeta y un látigo.

Si el carro que aparecía era el esperado me abalanzaba sobre los sacos con mi navaja en alto. Les pegaba unos profundos cortes, mientras de la garganta me brotaba un grito salvaje. Con el grito soltaba los nervios contenidos y provocaba la sorpresa y sobresalto del guarda. Luego corría zigzagueando por la calle para ponerme a salvo de los disparos.

Mientras tanto el grano caía sobre el empedrado y, aunque el carretero lo intentara recoger, siempre quedaba algo entre los adoquines. Suficiente cantidad como para que el resto de compañeros del grupo y mi hermano Eliseo lo recuperasen y repartiesen con quien se había expuesto a ser tiroteado. En ocasiones, el muchacho al que le había tocado acuchillar los sacos era alcanzado por una descarga. El guarda, entonces, antes de entregarlo a la policía lo maltrataba a latigazos en plena calle.

Cuántas veces, esperando arrapado en la pared del cementerio con mi navaja en la mano, había deseado estar en paz entre los muertos, dentro del cementerio, al otro lado del muro, donde reinaban la paz, la tranquilidad y el silencio, en lugar de estar allí fuera, en aquel infierno diario por sobrevivir.”

También puede hacerse una lectura política, porque es muy evidente la crítica política del franquismo, dado que el terror y el hambre definen un régimen despótico y cruel, que no admite justificación alguna. Así sucede con los capítulosFrágiles y rotas,La tribu de Franco o La cruz de la espada.

Elo nos leerá unos recortes de Frágiles y rotas,dedicado al trato dado por el franquismo a las mujeres republicanas, en la pp. 99-100:

“En ocasiones, mientras vendíamos esto o aquello en la calle, había visto a la portera, madre del Mulet, aquel miliciano que había requisado el coche de las beatas de la mercería durante la guerra. Se colocaba de rodillas frente a la tienda y les suplicaba que le devolviesen a su hijo, que estaba preso a causa de su denuncia. Las beatas, entre visillos, la miraban disgustadas, telefoneaban a la policía y al poco se la llevaban a rastras hasta la otra punta de la calle de la Amistad, amenazándole de que en próxima ocasión la llevarían a comisaría. Pero ella volvía una y otra vez, con los brazos en cruz, arrodillada ante la mercería. Suplicaba que le devolviesen a su hijo. Las beatas podían pasar horas y horas mirando entre visillos. Un día a la madre del Mulet le dio un ataque, amenazaba y suplicaba, reía y gritaba o lloraba. En esta ocasión la policía se la llevó de mala manera, pues la arrancaron a palos de la puerta de la mercería, donde se había agarrado. Estuvo una temporada encarcelada.

La madre del Mulet le había comentado varias veces a mi madre que no sabía la suerte que tenía por no saber nada de su marido y no tenerle en aquel infierno. Supe mucho tiempo después que su hijo estuvo quince años en la cárcel, de donde salió envejecido y medio loco.

Una madrugada, mi madre y yo fuimos al Born para comprar el género que teníamos que vender aquella semana.  Al pasar por el Arco del Triunfo nos encontramos casualmente con Ángeles, aquella miliciana joven y guapa, vecina nuestra en la calle de la Amistad. Al instante se abrazó a mi madre y le contó que había hecho cola en la Sanidad Nacional, en la plaza del Comercio. Para pasar una revisión médica a su cuerpo, porque hacía de puta y periódicamente la obligaban a ir a ese centro. Le explicó que habían fusilado a su marido y con ella habían hecho lo que quisieron, lo que les dio la gana. Y la encerraron en la prisión. Al salir, con sus antecedentes de roja, no encontraba otro trabajo más que el aprendido con los nacionales.

Meses después nos enteramos por confidencias de la Elisa, madre del Francisco, otra de nuestras vecinas que también hacía de puta, que Ángeles había muerto de sífilis.”

Franco se convirtiódesde 1940 en un Faraón que construía su pirámide mortuoria derrochando recursos materiales y económicos en una sociedad famélica y miserable. Los vencidos republicanos fueron esclavizados para construir la gran tumba faraónica en el Valle de los Caídos.

Confieso que, como editor y corrector del texto de mi padre, realizado en la primavera y verano de 2018, se me puso la piel de gallina cuando trabajé el capítulo titulado La tribu de los Franco. La narración sobre el juicio por corrupción en el que estaba implicado el hermanísimo, Nicolás Franco, conducido por el presidente de la Audiencia de Pontevedra,Mariano Rajoy (padre), tenía un evidente, extraño e inquietante paralelismo en los sucesos que salían diariamente en la prensa y televisión, referentes a cualquier persona que pudiera implicar a Mariano Rajoy (hijo) en asuntos de corrupción. En ambos casos, tanto en el del padre como en el del hijo, se reproducía el mismo método de muertes providenciales, pero muy sospechosas, por fatales accidentes, suicidios o ataques al corazón, que alimentaban rumores (fundados o no) de asesinatos de Estado. No se podía probar nada, ni acusar a nadie de nada; pero no se podía evitar cierta desazón, sorpresa y malestar. Era una repetición muy inquietante, que inducía a jugar con el significado de casual y causal.

Existe una lectura sindicalista, que narra el afán y la vocación sindicalista de mi padre, que incluso participó en cursillos de formación del vertical, que abandonó en cuanto vio que intentaban transformarlo en un burócrata antiobrero. Disfrutaba su asistencia a la biblioteca jurídica del sindicato, instruyéndose en derecho laboral, y, sobre todo, planificando las reivindicaciones laborales en su lugar de trabajo con el asesoramiento de un bufete de abogados laboralistas.

Resulta divertidísima la narración que hace en el capítulo “A dios lo que es de dios y al abogado lo que es del abogado” de la colecta de dinero en una empresa, a cara descubierta, en 1956, destinada a pagar las cuotas de un bufete de abogados laboralistas.

ELO leerá unas líneas de las pp. 227-229:

“En una de las reuniones de los trabajadores en el comedor de la fábrica, Martín y yo fuimos nombrados comisionados. Se trataba de recaudar fondos de ayuda para los despedidos, además de la cuota que se pagaba al abogado. Al mismo tiempo esta acción debía servir para levantar los ánimos de los trabajadores.

Durante el tiempo de la comida, una hora y media, ambos recorrimos toda la fábrica, pidiendo la cuota sindical y una aportación extra a todos los que estaban trabajando en su turno. Los encargados de sección se marchaban o miraban a otro lado. Era cuestión de no enterarse de lo que estaba pasando debajo de sus narices. Esta actitud animó a muchos obreros a contribuir con sus aportaciones. Era la primera coyuntura en que se recaudaba dinero con fines sindicales, sin tapujos de ningún tipo. Al resto de la plantilla les pedimos dinero en el comedor, sin escondernos para nada. Pasábamos por las mesas sin decir palabra; todo el mundo sabía sobradamente para qué era el dinero recaudado.

Metidos de lleno en esta tarea, fuimos llamados al despacho del director. Estaban los dos principales mandamases, el señor Nonell y el señor Latorre, más dos encargados de sección y dos guardas de seguridad.

Nonell preguntó para quién recogíamos el dinero y qué organización había detrás de todo aquello. Yo respondí que la acción había nacido de mi gratitud y que el dinero recogido era para el cura de Pueblo Nuevo. Ambos directores se quedaron boquiabiertos, sin saber qué decir. Yo continué explicando que lo había recogido a la hora de comer para no faltar a mi trabajo. El director me miró con admiración y dijo que, en otra ocasión, antes de hacer una recolecta para la Iglesia, debería pedir permiso. Luego nos indicó que podíamos irnos.

A la salida del trabajo, el Martín y yo fuimos a visitar al cura de Santa María del Taulat. Le dimos una parte del total recaudado. El cura quedó muy sorprendido y agradecido. Le dijimos que, si en el futuro el señor Nonell nos lo permitía, haríamos otra colecta.

El cura telefoneó inmediatamente al director, dándole las gracias. Acto seguido fuimos al abogado, le dimos la parte del león de lo recaudado y le explicamos lo sucedido. El abogado, Antonio Cuenca, se echó a reír con ganas y nos confió que lo habíamos hecho muy bien, al evitar represalias y conservar el puesto de trabajo. Si nos hubiésemos enfrentado a la empresa solo habríamos tenido problemas y probablemente hubiésemos acabado en prisión. Mejor evitar en aquel momento un enfrentamiento frontal.

Nos aseguró que solo se enterarían de lo ocurrido quienes tuvieran que saberlo. El resto de trabajadores nunca supo que el dinero de la recolecta había sido compartido entre un abogado laboralista y un cura.”

Una de las caras más horribles de la patronal de hostelería, y del uso represivo que hacía del vertical aparece en el capítulo titulado “La encerrona del vertical (1971)”, del queElo leerá unos fragmentos de las pp. 426-431:

“La presidencia del acto estaba constituida por Ignacio Cuadrillera Cuevas, secretario del sindicato provincial de hostelería; Ángel García Carrés, letrado asesor sindical (nazi, hermano del destacadísimo nazi Juan García Carrés) y el presidente de la Unión Provincial de Hostelería y diputado en Cortes, don Luís Pevidal […] Sin hacer el menor caso de nuestras protestas se abrió la sesión con la presencia de tan solo cuatro trabajadores. Solo quedábamos el Germán, el Solé, el Quimet y yo.

En un rincón de la sala, sin hacerse notar demasiado, estaban los cuatro matones del vertical, prestos a cumplir las órdenes de sus superiores. Eran la solución final, que podía ir desde una advertencia cordial hasta un par de bofetadas o una pierna rota, y en casos más graves, una paliza de muerte, o, si se terciaba, un “suicidio” desde la terraza del edificio sindical. Todo el mundo lo sabía, todo el mundo los conocía, todo el mundo les temía. Su mera comparecencia en aquella sala anunciaba la posibilidad de aplicación de esa solución final. Pero la presidencia justificaba su presencia como necesario servicio de orden.

Por parte de la patronal no faltaba nadie, no sobraba ningún representante, ni se negaba el acompañamiento por cuantos abogados a sueldo quisieran llevar. La presidencia del acto no paraba de saludar efusivamente a todos los empresarios asistentes y a los lacayos que les asesoraban.

La guinda del acto se centraba en la presencia del dueño de la cadena HUSA, propietario de numerosos hoteles, tanto en España como en el extranjero, representante de la patronal catalana de hostelería […].

Empezó a hablar el señor Gaspar. Y habló, habló y habló lo que quiso. Era de aquellas personas encantadas por oírse la propia voz. Cuando te miraba, tenías la incómoda sensación de ser invisible. Explicó la privilegiada posición de que disfrutábamos los camareros y el personal de hostelería. Del exquisito trato que recibíamos de los patronos, tanto en igualdad como en limpieza. Que teníamos la inmensa suerte de compartir la mesa y la vida familiar que se practicaba en las empresas de hostelería. Que se comía lo mismo, desde los patronos y clientes hasta los camareros y el último ayudante o el friegaplatos. Que el ramo de hostelería conformaba una gran familia, aunque algunos camareros no se lo merecían, dada su deslealtad y la conducta conflictiva seguida con su patrono, después de que este los sacara de las fábricas, donde estos debieran permanecer, por su forma de ser y comportarse, porque habían estado en la cárcel.

Yo me levanté y le corté inmediatamente, diciéndole que, si toda su verborrea era para decirnos que yo provenía de la fábrica, pues le daba la razón y le confirmaba que parte de mi vida había trascurrido como peón en manufacturas textiles. Y que por ello podía afirmar que la explotación padecida en el taller era la misma que en el restaurante. Que, si me acusaba de haber estado encarcelado, le confirmaba de nuevo su afirmación. Que sí, que había estado encarcelado, y que a ver quién, de los allí presentes, podía afirmar que no lo estuviera en un futuro cercano, ya que motivos para ser juzgados todos los tenían, dado que el sindicato vertical era un pozo de corrupción de patronos y empleados, en el que todo el mundo robaba a sus obreros y a las instituciones. Afirmé que, si yo había estado preso era porque el patrono no me había pagado lo suficiente para vivir, y me había ganado con mi trabajo. Y por ello se lo tuve que robar. Y así lo hice constar en el juicio que me hicieron a puerta abierta, hasta que el juez la hizo cerrar para que no se oyeran mis acusaciones y mi defensa. Y para que nadie pudiera juzgar de qué parte estaba la justicia y la verdad. Señalé que la reunión a que asistíamos no se había convocado para juzgarme a mí, o a mi pasado, sino para solucionar los errores laborales continuados de la patronal de hostelería, que perjudicaban gravemente los derechos de los trabajadores del sector. Que estábamos allí para confeccionar una nueva reglamentación de hostelería. Que el único punto de discusión del orden del día era dar respuesta a mi denuncia. Y publicar la solución hallada en el nuevo convenio de hostelería. Que juzgarme a mí, en lugar de tratar la problemática existente en hostelería, era un grosero e incalificable montaje de distracción. Que los cuatro trabajadores presentes en aquella reunión no permitiríamos que convirtiesen aquella asamblea en una farsa de la patronal […].

Todos los presentes, excepto los cuatro trabajadores, se pusieron a vociferar, rugir y berrear. Patronos y mandamases del vertical, unidos, se levantaron de sus asientos, indignados. El Germán, con un vozarrón proletario que derrotaba el amariconado guirigay de la patronal y del vertical, les calificaba de vampiros que chupaban la sangre de la clase obrera. […]Mientras tanto, el presidente de HUSA, con un gesto de contención de la palma de su mano en dirección a los de la solución final, puestos en pie de alarma al fondo de la salita, nos susurraba a mí y al Germán que nada sacaríamos enfrentándonos a los patronos. Que, si nosotros queríamos, nos buscaría un buen empleo, parecido al del señor Pevidal o al del señor Cuadrillero. De lo contrario, nuestros nombres podían ser incluidos en las listas negras de la patronal. Rechazamos indignados, tanto los sobornos como las amenazas. Le daba igual. Vivía en otra galaxia. Le éramos indiferentes y consideraba que la ética era, para nosotros, un lujo inalcanzable, y, para él, un inútil estorbo. Estaba acostumbrado a la compraventa de voluntades y pensaba que solo era cuestión de modular el precio o la amenaza. Era un ser asqueroso y despreciable que solo respetaba el dinero, porque solo el dinero le daba fuerza y poder. No era una persona, era un arquetipo y paradigma del capitalista.”

A nivel antropológico destaca, sin duda, la fortísima relación amor/odio entre mi padre Agustín y mi abuelo Eliseo, que es a la vez héroe invencible y villano que ha abandonado a la familia. Tal sentimiento contradictorio solo puede desaparecer con la muerte del padre, simultánea a la madurez del hijo. Es un tema universal y, a la vez, una variante del conflicto edípico, un arquetipo.

La amarga separación y creciente divergencia entre los exiliados en Francia y quienes se han quedado en España, que aparece en los capítulos Mirande, La muerte de mi hermanoy otros, es una cruel constante de la que nunca se ha librado ningún exilio. Creo que mi padre consigue expresar esa cruel contradicción entre los exiliados, que continúan viviendo en la Barcelona del 36, que ya ha desaparecido, y los españoles que se han quedado en la España de la dictadura franquista, influidos inconscientemente por la propaganda fascista y adaptados necesariamente a los cambios políticos y sociales, impuestos por el déspota.

ELO leerá un corte de un capítulo dedicado a los exiliados en Mirande, pp. 244-245: “Comprendí… el futuro y su tierra”

“Comprendí entonces la angustia y la pena de aquellos hombres, enfrentados a una reconquista de la familia que, en ocasiones, era imposible. Porque el paso de los años los había convertido en extraños, con formas de vida y opinión totalmente divergentes. Al cruzar la frontera ellos habían entrado en un mundo ajeno al que vivían sus familiares, con intereses, vivencias y sueños distintos y desconocidos unos de otros. Eran dos mundos paralelos y distantes, incluso exóticos entre sí.

En España se desconfiaba de todo. Miedo y hambre se habían grabado a fuego en los corazones y la mente. Se malvivía después de trabajar jornadas de 12 o 14 horas. Miedo y miedo en todo y por todo, todos los días. La hipocresía era una necesidad. La ideología fascista del régimen se imponía a golpes de propaganda. Día a día el fascismo impregnaba pensamiento, moral y costumbres, hasta hacerse sangre y carne, segunda naturaleza. En Francia era todo lo contrario. Cruzar la frontera era derrotar al fascismo y vivir en libertad. Y eso no era poco. Allí los españoles se ayudaban entre ellos, y cualquier idea o forma de pensar era respetado.

Aquellas personas, sin patria ni familia, viejos mutilados o amargados, formaban una comunidad aislada del resto de la Humanidad y del mundo, que tanto les debía por sus hazañas y valentía. Eran seres excepcionales que habían vivido mucho y sufrido aún más. Pero también eran una especie en proceso de extinción. Vivían en el pasado, un pasado glorioso y heroico, pero sin futuro, sin reconocimiento social o político, sin nada que ofrecer, salvo recuerdos.

El destino y la Historia, en mayúscula, los habían elegido para vivir momentos singulares, para derrotar al fascismo y conquistar la libertad en todo el mundo, excepto en España. Les habían robado las dos cosas que más querían y eran su razón de ser: el futuro y su tierra.”

El horizonte urbano y la falta de oficio de un niño proletario, apenas escolarizado, contrasta con la inmensa cultura rural del padre, lo cual le permite sobrevivir en la Francia ocupada por los nazis en las condiciones más adversas. Es un tema que nos remite a la España vacía y al profundo desarraigo de la emigración en su segunda generación.

Vamos terminando: este libro de memorias es un testimonio recóndito, de un don nadie sin pretensiones, uno más entre otros muchos, que dejó constancia de su experiencia vital, dura y desgarradora, en una época terrible de la reciente historia de España.  Mi padre fue heredero del combate por la libertad. Fue un proletario consciente de serlo y orgulloso de su clase. Estas memorias dan testimonio de su dignidad y valor, así como de su profundo e inquebrantable sentido de la justicia.

[Elo leerá algunos párrafos del final del libro, pp. 505:

“El dictador fue sepultado en el Valle de los Caídos, al lado de José Antonio, fundador de Falange. Cuando la losa de granito blanco de cinco toneladas cerró el féretro en un agujero del que ya no podría salir, ni resucitado, comprendí que aquella losa cerraba también una época.

Mientras el dictador era enterrado como un faraón en su pirámide, con una gigantesca cruz excavada en la roca, la media España de los miserables que perdió una guerra, y que fue fusilada, exiliada y humillada hasta el hartazgo, por su ejército, su iglesia, sus amos y los asesinos a sueldo, disfrazados de falangistas o policías, seguía sufriendo, como en los últimos cuarenta años, la prohibición de enterrar y honrar a sus muertos.”

Concluimos que, pese a quien pese, la gente anónima en algunas ocasiones, muy pocas, toma la palabra, y con ese acto condena al infierno del recuerdo, de la realidad histórica y de la verdad a los poderosos y privilegiados que vivían y viven sobre la explotación, los sufrimientos y la miseria de la inmensa mayoría.

Abrimos, ya, el turno de preguntas y aclaraciones.

Agustín Guillamón Iborra

Clara Montesinos Guillamón

Elodia Guillamón Iborra

Todas las fotos son de Josep Maria March

Presentaciones realizadas en

Librería LA ROSA DE FOC (8-11-2019). Organizado por LA FELLA y CNT Catalunya (AIT)

Biblioteca de Pueblo Nuevo-Manuel Arranz (28-11-2019). Organizado por Llibreria Etcètera y Arxiu Històric del Poblenou. Jordi Fossas hizo de moderador.

En venta en las librerías de Barcelona:

Etcétera, carrer Llull 203 (Pueblo Nuevo)

El Lokal, carrer de la Cera, número 1

La Rosa de Foc, carrer Joaquín Costa, 34

En la librería de Madrid:

LaMalatesta, calle Jesús y María, 24

En la web de la librería LaMalatesta, aquí: http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/60724

Siglo XXI nº 51, octubre 2019

Bajar Siglo XXI nº 51

GRUPO LIBERTARIO PENSAMIENTO CRÍTICO

Exposición Anarquía

El viernes día 11 a las 19.30 horas se inauguró la exposición organizada por el Grupo Anarquista Apoyo Mutuo con el lema «La Anarquía» en la librería La Malatesta. Pasamos un buen rato contemplando y comentando los trabajos presentados, y degustando un buen vino. La tertulia que mantuvimos al final, hasta el cierre de la librería, fue de lo más agradable. Ojalá ese tipo de encuentros afines y fraternales se repitan. Cuelgo las fotos que saqué. No son buenas pero valen de muestra de lo expuesto. Por cierto, la exposición sigue abierta, es decir, se siguen admitiendo trabajos.

Felicidades por el esfuerzo a las compañeras del GAAM

Uno de las primeras muestras de que se está desarrollando una civilización es el Arte (vamos a ponerlo con mayúsculas). En cuanto los primeros homínidos empezaron a juntarse, relacionarse y comunicarse tuvieron necesidad de expresar su sensibilidad, contarse historias, bailar y empezaron a pintar bisontes (y otros bichos, en general contarse sus aventuras de caza y recolección) en las paredes de las cuevas que usaban como refugio. Había nacido el arte, y nos acompañaría desde entonces como forma de expresar
nuestras inquietudes, sensibilidades y, en general, nuestra visión del mundo. Y nuestra alegría, nuestra tristeza y nuestra ira, o sea, nuestro estado de ánimo.


En Apoyo Mutuo pensamos que sería buena idea llamar a esta expresividad de amigos y amigas anarquistas, para mostrarnos y expresarnos. No pretendíamos que fuesen grandes obras (y tampoco sabemos qué se supone que es una “gran obra”), pero sí que fuesen originales de cada individualidad, para lo colectivo. En estos tiempos en los que se confunde lo individual con el individualismo y lo colectivo con el seguidismo no es poco ambicioso.Al final unas cuantas amigas han aportado su granito creemos que ha quedado bastante chula y que merecerá la pena pasarse por La Malatesta (C/ Jesús y Maria 24).


Con ilusión, os invitamos a que os paséis por esta expo que tendremos en La Malatesta estos meses de octubre y noviembre. Y si a alguien se le despierta su vena artística, estaremos encantados de hacerle un huequecillo, siempre que nos quepa.

Un abrazo y os esperamos.

GRUPO ANARQUISTA APOYO MUTUO

Librería La Malatesta y GAAM: Exposición la Anarquía

Uno de las primeras muestras de que se está desarrollando una civilización es el Arte (vamos a ponerlo con mayúsculas). En cuanto los primeros homínidos empezaron a juntarse, relacionarse y comunicarse tuvieron necesidad de expresar su sensibilidad, contarse historias, bailar y empezaron a pintar bisontes (y otros bichos, en general contarse sus aventuras de caza y recolección) en las paredes de las cuevas que usaban como refugio. Había nacido el arte, y nos acompañaría desde entonces como forma de expresar
nuestras inquietudes, sensibilidades y, en general, nuestra visión del mundo. Y nuestra alegría, nuestra tristeza y nuestra ira, o sea, nuestro estado de ánimo.


En Apoyo Mutuo pensamos que sería buena idea llamar a esta expresividad de amigos y amigas anarquistas, para mostrarnos y expresarnos. No pretendíamos que fuesen grandes obras (y tampoco sabemos qué se supone que es una “gran obra”), pero sí que fuesen originales de cada individualidad, para lo colectivo. En estos tiempos en los que se confunde lo individual con el individualismo y lo colectivo con el seguidismo no es poco ambicioso.Al final unas cuantas amigas han aportado su granito creemos que ha quedado bastante chula y que merecerá la pena pasarse por La Malatesta (C/ Jesús y Maria 24).


Con ilusión, os invitamos a que os paséis por esta expo que tendremos en La Malatesta estos meses de octubre y noviembre. Y si a alguien se le despierta su vena artística, estaremos encantados de hacerle un huequecillo, siempre que nos quepa.

Un abrazo y os esperamos.

GRUPO ANARQUISTA APOYO MUTUO

Presentación: Exposición «la anarquía»

  • Viernes, 11 de octubre de 2019 de 19:30 a 21
  • calle de Jesús y María 24, 28012 Madrid

LIBRERÍA LA MALATESTAGRUPO ANARQUISTA APOYO MUTUO

La Malatesta: Presentación «Autobiografía de Manuel Martínez»

DOMINGO 15 septiembre. 12h. 
***Charla-presentación «Autobiografía de Manuel Martínez»***
 de Eduardo Romero.

«Manuel Martínez es un personaje excepcional con una vida trepidante en la que el “rebelde primitivo” y el militante anarquista se suceden como el gusano y la mariposa en una crisálida».—Santiago Alba RicoLa vida de Manuel Martínez (Madrid, 1951) puede leerse como la historia subterránea de toda una generación de inadaptados sociales; jóvenes de barrio que se enfrentaron a una maquinaria represiva que no se detuvo con la muerte del dictador. Su peripecia vital puede leerse como una contrahistoria de la España —de esa España salvaje— de la segunda mitad del siglo xx
http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/60490

«Manuel Martínez es un personaje excepcional con una vida trepidante en la que el “rebelde primitivo” y el militante anarquista se suceden como el gusano y la mariposa en una crisálida».—Santiago Alba Rico

La vida de Manuel Martínez (Madrid, 1951) puede leerse como la historia subterránea de toda una generación de inadaptados sociales; jóvenes de barrio que se enfrentaron a una maquinaria represiva que no se detuvo con la muerte del dictador. Su peripecia vital puede leerse como una contrahistoria de la España —de esa España salvaje— de la segunda mitad del siglo xx, que pasó del tardofranquismo a una democracia de consumidores.

Manuel entrará en el talego como un chorizo, como un quinqui de barrio, como uno más de los miles que sufrieron la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes —más tarde de Peligrosidad Social—, y saldrá de prisión convertido en un expropiador.

Ni es este otro libro carcelario ni la historia de Manuel Martínez es la historia de un héroe (en ocasiones es más bien la de un antihéroe). Es la narración de la vida en las barriadas madrileñas antes y durante el desarrollismo franquista, de la reclusión de Manuel durante década y media en todo tipo de instituciones de encierro y de su participación en la Coordinadora de Presos en Lucha (copel).

Este testimonio es, además, la historia de las madres que no podían atender a sus hijos porque trabajaban de internas, de esas mujeres que se convertirían en «madres de presos» y que se organizarían antes que ellos para luchar por sus derechos. Es la historia de la migración interna y de la urbanización vertiginosa, de los barrios de chabolas y de los bloques de viviendas, de los hippies y de los yonquis, de la vida «deprisa, deprisa». La historia, también, del exilio, pues Manuel Martínez tendrá que marchar a América Latina, donde, sobre todo en Brasil, vivirá algunos de los momentos más felices de su vida en una pequeña comunidad de fugados de España y Portugal.

Pepitas de calabaza ed., Colección Vidas, 18. Logroño 2019
128 págs. Rústica 21×15 cm
ISBN 9788417386283

LIBRERÍA LA MALATESTA

Exposición «la anarquía»

Tras los fastos electorales donde tantas cosas «importantes» se dirimen cómo el futuro del país, la economía o el futuro profesional de diputadxs, senadores y alcaldes(as) desde el Grupo Anarquista Apoyo Mutuo nos proponemos hacer una exposición temática acerca de todo lo contrario a ese circo: la Anarquía. Será una exposición sobre aquellos asuntos que nos importan a todas aquellas que, de una forma u otra, nos declaramos anarquistas: la asamblea, la autogestión, el apoyo mutuo, desarme (la paz), feminismos, internacionalismo, cultura libertaria, internacionalismo…todo ello contado desde el prisma de nuestras ideas. Pretendemos que, esta vez, en vez de declarar todo aquello que no nos gusta y contra lo que luchamos, nos apetece descubrir toda la vida que impregna nuestras ideas.

Os invitamos a participar, si queréis, con alguna obra o similar que tenga soporte físico y sea poco frágil (es para exponer al público ). Puede ser desde una frase icónica, un alegato inspirador, fotografía, dibujo…lo que os parezca adecuado.
La exposición nos gustaría que fuera itinerante (empezando en la librería La Malatesta) por distintos centros sociales de Madrid (que sean cercanos a nuestras ideas, obvio) , por lo que las obras deberían ser relativamente fáciles de transportar de un sitio a otro sin sufrir daños.

El plazo para recepcionar las obras lo hemos fijado desde ya mismo hasta el 15 de Septiembre y la exposición permanecerá en LaMalatesta a partir del la semana siguiente a la fecha límite de la recepción (seguramente en el fin de semana del 22 de Septiembre).

Una última cosa, necesitaremos una dirección de contacto (o teléfono) con los creadores de las obras que se envíen.

Sin más, un fuerte abrazo libertario


Grupo Anarquista Apoyo Mutuo