31 de enero: presentación en la FAL del libro ‘Geografía de Abel Paz’

El viernes 31 de enero presentaremos en la sede de nuestra fundación el libro Geografía de Abel Paz. Con motivo del acto, contaremos con la presencia de Fernando Casal y María Antonia Ferrer, historiadores y autores del libro.

Tal y como refieren los propios autores, el libro «es un intento de reconstruir una biografía que Diego Camacho / Abel Paz dejó sin acabar«, y añaden: «Sus cuatro libros de memorias —desde Chumberas y alacranes, hasta Al pie del muro— se detienen en el año 1954. No publicó más. Nos extrañaba que una persona que había narrado con tanto detalle su vida hasta esa fecha no hubiese continuado escribiendo sobre ella. Ese fue el objetivo de nuestra investigación«.

En este enlace encontraréis información detallada sobre el libro, ya disponible en nuestra sede, así como en nuestra tienda online.

Como apuntábamos, la presentación de Geografía de Abel Paz se realizará en la sede de la Fundación Anselmo Lorenzo, en la calle Peñuelas 41, Metro Acacias y Embajadores. Os esperamos a partir de las 19:30 horas.

FAL

Ateneo Libertario Villaverde: «Atado y bien atado»

Ateneo Libertario Villaverde

FAL: Inauguración exposición ‘Revolución Social y Guerra Civil’

El próximo día 10 de enero, a partir de las 18:00 horas, tendrá lugar en la sede de nuestra Fundación de la calle Peñuelas 41, la inauguración de la exposición ‘Revolución Social y Guerra Civil’, a cargo del colectivo ‘Historia Viva Madrid Sur

La exposición, que contará con numerosos objetos de interés, así como mapas y fotografías del momento, estará disponible hasta el día 18 de enero.

Las actividades que acompañarán a la muestra son:

– Viernes 10 de enero, a las 18:00, se presentará la exposición con recorrido por ella por parte de Historia Viva Madrid Sur.
– Sábado 11 de enero, a las 19:00 horas, contaremos con una charla titulada ‘El camino hacia la lucha. Mujeres y revolución, 1936’, a cargo de Deyanira, compañera, historiadora y luchadora contra el olvido impuesto. 
– El sábado 18 de enero, a las 18.30 horas, se realizará un homenaje al dos veces Premio Nacional: de Fotografía y de Cinematografía y Medalla de Oro de Bellas Artes, Juan Mariné Bruguera, por su contribución a la historia con las grabaciones durante el conflicto de la guerra civil.

FAL

De la infamia a la ignorancia y de la desmemoria al fraude

Antonio Gascón & Agustín Guillamón

ANTES DE LA GUERRA (1933-1936)

El 22 de octubre de 1933 ocho mil miembros uniformados de los escamots de las JEREC (Juventudes de Esquerra Republicana y Estat Catalá) desfilaron militarmente en Montjuic, imitando el modelo nazi-fascista. Vestidos con camisa militar verde, pantalones oscuros de pana, correajes de cuero y botas claveteadas, vitorearon los discursos de Miguel Badía, de Josep Dencás (según la “Soli” ridículo imitador de Hitler) y del tan manipulado como ambicioso presidente Maciá.

El 24 de octubre de 1933 un grupo de escamots [pelotones armados] asaltaron a punta de pistola la imprenta donde se imprimía el semanario humorístico catalanista y liberal El Bé Negre, dirigido por Planes, provocando algunos desperfectos, al tiempo que destruían y secuestraban los cinco o seis mil ejemplares del número de esa publicación, en curso de impresión. No se detuvo a nadie. El redactor que había ofendido a algunos dirigentes de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y Estat Català (EC) huyó prudentemente a un lejano país, en las antípodas, y el propietario de la imprenta presentó cargos por destrucción de algunos enseres y deterioro de maquinaria contra el confeso participante en el asalto, el señorito Jaume Aiguader (hijo del alcalde de Barcelona y dirigente de ERC del mismo nombre), que estuvo al mando, con su tío Artemi, del escamot de los 15 asaltantes del semanario. La “Soli” advirtió que si los escamots les atacaban se defenderían adecuadamente, muy lejos de la pasividad mostrada por El Be Negre.

En los meses siguientes la emulación fascista de los escamots incluyó también reventar huelgas y boicotear los mítines de los partidos rivales, al mismo tiempo que Badía y Dencás se hacían con los resortes efectivos de Gobernación y Orden Público, torturando sistemáticamente a los cenetistas detenidos por la huelga de tranvías en Barcelona.

El binomio Dencás-Badía, desde principios de 1934, había instaurado en el departamento de Gobernación de la Generalidad un aparato de represión y persecución obrera y anticenetista, que normalizó la implantación y uso de métodos policiacos fascistas y racistas. En menos de un año (diciembre de 1933 a septiembre de 1934) la acción concertada de las fuerzas policiales y los escamots habían causado, entre los obreros, numerosos presos y muertos, millares de palizas y centenares de torturados. Ese era “el oasis catalán” que aún nos vende la Historia Sagrada de la burguesía.

Sin la participación de la CNT, dado que era imposible la colaboración con quienes ejercían una durísima represión antisindicalista, la insurrección catalanista del 6 de octubre de 1934 levantó bandera blanca al oír los primeros cañonazos del ejército. Los cenetistas recogieron y guardaron las armas abandonadas por los escamots. Companys y su gobierno fueron a prisión; Dencás, Rodríguez Salas, Menéndez y Miquel Badía huyeron por las cloacas para exiliarse en París o Roma.

El 28 de abril de 1936, según confesión realizada por Justo Bueno en el sumario incoado por la judicatura franquista, intervino con el argentino Lucio Ruano (seudónimo de Rodolfo Prina), José Martínez Ripoll y Vicente Tomé Martín, también argentino, en el grupo de acción que dio muerte a los hermanos Badía, alcanzando por ello cierta celebridad. Jaime Riera (que en el verano del 36 fue miembro cenetista del Tribunal de las Patrullas de Control) facilitó las armas y el coche de huida. A la altura del número 38 de la calle Muntaner, Justo Bueno asesinó a Miquel Badía con tres disparos; Ruano a Josep Badía; Martínez Ripoll que había señalado el objetivo, caminando por la acera opuesta, protegió la huida de Bueno y Ruano, con su pistola ametralladora. Vicente Tomé conducía el auto de fuga, un Ford rojo oscuro matrícula B-39763.

El juez Márquez, sometido a fortísimas presiones, liberó el 25 de junio a los anarquistas que habían sido detenidos como sospechosos del asesinato de los Badía: Justo Bueno, Ignacio de la Fuente, José Villagrasa y Manuel Costa Ribero. Los periodistas Avel·li Artís Gener (“Tísner”), de La Rambla, y Josep MaríaPlanes, de La Publicitat, protestaron por tal decisión judicial, sin denunciar que esas presiones procedían de las más altas autoridades de la Generalidad. El comisario de policía Escofet había desviado la atención, con la falsa acusación y arbitraria detención de varios falangistas. Un Justo Bueno, joven, locuaz, apuesto, elegante y audaz, visitó a Tísner en su despacho, para contarle todo lo sucedido y pedirle, acto seguido, un absoluto silencio.

Numerosas preguntas sin respuesta: ¿Quién había informado al grupo de acción anarquista dónde vivía Miquel Badía? ¿Quién había avisado que la pistola de Miquel Badía (clandestina, puesto que la Generalidad no le había concedido permiso de armas) estaba averiada desde el día anterior y que había sido entregada a una armería para su arreglo?

Al día siguiente del asesinato de los hermanos Badía, un grupo clandestino de acción de los mossos, camuflados de paisano, había acribillado a balazos, a la puerta de su domicilio, al travesti y director de varios antros de prostitución, juego y venta de drogas, conocido como Pepe el de La Criolla, que además era confidente de la policía y del mejor postor. Unos decían que, para vengar a los Badía, otros que se trataba de cortar todos los hilos que relacionasen a las más altas instancias de la Generalidad con ese asesinato, de forma que las posibles pruebas quedasen sólo en rumores y cábalas de sucias y mezquinas rivalidades sexuales. Quizás alguien había manipulado la sed de venganza del “rondín especial” de Badía en los mossos. Un prudente y taimado periodista de la revista Crónica glosaba, en el número del 17 de mayo de 1936, con profundo conocimiento, la figura de Pepe el de La Criolla, y relacionaba su asesinato con el de Miquel Badía el día anterior, para terminar irónicamente con un travieso guiño al lector: “ya verán cómo no es por eso”.

Cuando las noticias y certezas sólo pueden quedarse en rumores, porque al informador le va en ello el trabajo o la vida, los rumores se convierten en calidoscopio de las posibles verdades.

El asesinato de Miquel Badía había sido planificado, verosímilmente, mediante la necesaria colaboración de diversos estamentos, intereses y personas, muy dispares entre sí, que intercambiaron información, capacidades y ocasiones. Miquel Badía había perjudicado a su antiguo confidente, Pepe el de la Criolla, con la persecución efectiva del juego; a los cenetistas por las torturas sistemáticas a los sindicalistas detenidos (con numerosas muertes) y el uso de la fuerza pública para romper las huelgas, especialmente en el transporte urbano; a Companys por los derechos que Miguel Badía creía poseer sobre Carmen Ballester y por haberle cesado en septiembre de 1934 como comisario de Orden Público, tras la chulesca detención del fiscal y del juez que procesaban a su amigo Xammar. Y, sobre todo, por incumplir la promesa de restablecerlo en el cargo, tras el abrazo público entre ambos, en el acto de desagravio del 23 de septiembre de 1934.

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Funeral de los hermanos Badia. Fuente: El Nacional

Las JEREC, ante los escandalosos rumores o certezas, y ante tanta mezquindad, se escindieron, porque un amplio sector quería fusionarse con Estat Catalá y romper con Companys, a quien consideraban (fundadamente o no) responsable último del asesinato de Badía. Un hilo unía esta escisión, contra Companys y pro-Badía, con la intentona de golpe de estado de noviembre de 1936, en la que el servicio de información del cenetista Dionisio Eroles desbarató un complot catalanista que intentaba asesinar a Companys y a destacados militantes anarquistas, como Aurelio Fernández, proclamando la independencia de Cataluña con el apoyo de las potencias fascistas. El complot finalizó con la ejecución de Reverter, otro comisario de orden público nombrado por Companys. De nuevo, escandalosos rumores sexuales sobre la mujer de Reverter que, infundados o no, desprestigiaban al Govern de la Generalidad.

DURANTE LA GUERRA (1936)

En noviembre de 1936 se produjo un complot de Estat Catalácontra Companys, que pretendía proclamar la  independencia de Cataluña con el apoyo de las potencias fascistas de Italia y Alemania, y asesinar o apartar al presidente de la Generalidad y a los principales líderes anarcosindicalistas, especialmente a Aurelio Fernández, Vicente Gil, Dionisio Eroles y su secretario Solans. Para Estat Catalá era insufrible la preponderancia anarquista en Orden Público, aún después de la disolución del Comité Central de Milicias Antifascistas (CCMA). Odiaban la colaboración de los anarquistas con el gobierno de Tarradellas.

La operación fue planificada y preparada por Estat Català. Los conspiradores principales eran Joan Casanovas, Josep Maria Xammar y Joan Torres Picart, secretario de EC. Todos ellos contaban con la complicidad del Comisario General de Orden Público, Andreu Revertés, y de las fuerzas a sus órdenes.

El objetivo fundamental era la detención y/o liquidación de los líderes más destacados y “peligrosos” de la CNT-FAI, además de destituir y/o asesinar al presidente Companys y poner en su lugar al presidente del Parlamento catalán, Joan Casanovas, como paso previo a la proclamación de la independencia de Cataluña. Se confiaba en la obtención inmediata del apoyo del gobierno francés y el decidido auxilio de las potencias fascistas. Estat Català había preparado a unos doscientos militantes armados, encuadrados en los escamots, para el operativo del complot contra Companys. Se esperaba que Cataluña, independiente de la República Española, quedara al margen de la guerra civil, protegida y reconocida por Francia, Italia y Alemania.

El 24 de noviembre el complot fue descubierto a través de una filtración protagonizada por un trabajador de Revertés, llamado Duran, que había informado de la trama al jefe de Servicios de la Comisaría general de Orden Público y dirigente anarquista Dionisio Eroles. El mismo día 24 de noviembre fue detenido Andreu Revertés.

Joan Torres Picart fue suspendido y expulsado del cargo de secretario general de EC y se exilió, al igual que Joan Casanovas.

Revertés, salió de prisión gracias a la ayuda de Josep Graus, Solé Arumí y el citado Duran, miembros de ERC, pero fue ejecutado el 30 de noviembre por milicianos no identificados.

Todo apuntaba a que se trataba del temprano aborto de la preparación de un golpe de estado contra Companys, a causa de su “alianza” con los anarquistas, y que se proponía la eliminación física de varios dirigentes ácratas, “responsables de la anarquía imperante en Cataluña”, entre los que destacaba el nombre de Aurelio Fernández. El confuso objetivo final se orientaba a una independencia de Cataluña, fundamentada en el apoyo de las potencias fascistas de Italia y Alemania, que quedaría al margen de la República y de la España de Franco. Existía un hilo, ferozmente anticenetista, que unía la preponderancia catalanista-fascista de Dencás-Badía, en 1934, en el Departamento de Gobernación de la Generalidad, con el descontento de Estat Catalá por haber sido marginado del CCMA y del gobierno de la Generalidad tras el 19 de julio de 1936, que llegaba hasta ese ridículo intento de un golpe de estado contra Companys.

AYER (2018)

El 27 de abril de 2018, Antonio Gascón y Agustín Guillamón presentamos el libro Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña 1936-1938. Antonio Martin, la experiencia libertaria de Puigcerdá y el sagrado mito de Bellver en el Arxiu Comarcal de la Cerdanya (ACC), sito en pleno centro de Puigcerdá, gracias a la valiente y honesta hospitalidad de su archivera Arola Simon.

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Fuente: Descontrol Editorial

En ese mismo acto difundimos el Manifiesto trapero de Puigcerdá, en el que denunciábamos la manipulación de la historia efectuada durante ochenta años por los nacionalistas catalanes, que acusaban falsamente a los anarquistas de los asesinatos de 21 derechistas, cometidos el 9 de septiembre de 1936.

Un grupito de gente de la Seu d´Urgell, próxima a Estat Català, que asistió al acto de presentación, se mostró superada ante la magnitud e importancia de la documentación expuesta en nuestro libro. Las respuestas que dimos a sus preguntas desarmaron su ofensiva ideológica, nacionalista y antilibertaria. No desmintieron nada, porque nada podían desmentir ante nuestra documentada y razonada argumentación de que el asesinato de 21 derechistas del 9 de setiembre de 1936 fue elaborado y decidido en el Casal de ERC en Puigcerdá.

Expusimos y razonamos el origen y naturaleza de esa campaña de difamación de los nacionalistas contra los anarquistas, que dura ya más de ochenta años.

Los independentistas de EC exhibieron un papelito, marginal a la temática tratada, que repitieron una y otra vez que era suyo y no nos lo dejarían fotocopiar. Respondimos que nosotros, por el contrario, cederíamos al Arxiu (ACC) toda la documentación utilizada en nuestra investigación. No podíamos actuar de otro modo: es el único método ético posible y digno de calificarse como libertario.

No respondieron a nuestra oferta de participar conjuntamente en un coloquio sobre la Guerra civil en la Cerdaña. No era un desafío, ni un duelo, sino un instrumento de debate y apertura de nuevos campos de investigación. Quizás, para ellos, era otra cosa.

Seis meses después de esa presentación cedimos al ACC todo el material utilizado en nuestra investigación, tanto el digitalizado como el que tenemos en papel. Este es un hecho banal, y que debiera ser habitual, pero que en la práctica es absolutamente extraordinario en el mundillo universitario y académico. Quien quisiera o pudiera contrarrestar nuestra versión de los hechos acaecidos en la Cerdaña durante la Guerra civil, tenía a su disposición todo el material que nosotros habíamos utilizado y recopilado. Así lo prometimos en el libro, y así lo cumplimos. Sabemos que los historiadores académicos nunca hacen tal cosa; pero nosotros somos traperos, servidores de la historia.

Claro está que la generosidad de nuestro gesto implicaba tácitamente un reto; si nuestra documentación era inapelable, la leyenda negra contra los anarquistas catalanes debía ser abandonada por falsa y obsoleta. Y la permanente infamia nacionalista/estalinista contra los libertarios quedaba documental e históricamente desacreditada; reducida al ámbito del insulto de cuatro majaderos ignorantes.

HOY (finales de 2019)

Rasgo característico de nuestra sociedad son las mentiras sin respuestas efectivas posibles, ya que el pensamiento único y sectario dominante no permite ningún debate. Se vive y reflexiona desde unpresente perpetuo, porque se pretende que el pasado no existe, ¡o que está pasado de moda! La consecuencia más útil para las élites y el aparato estatal es la ausencia de memoria histórica sobre la Guerra civil, o incluso sobre los hechos de hace pocos años, meses, semanas o días.

Vivimos, en estos últimos años, un inaudito auge del catalanismo, una invasión mediática todopoderosa de la ideología nacionalista más simplona y una fiebre de patriotismo identitario, sin mesura ni control, que todo lo arrasa.

Aparecen sonadas aberraciones de carácter oportunista, que no solo no son denunciadas por monstruosas, sino que a veces son bien acogidas y mejor publicitadas. Nacen desde ese presente perpetuo que ignora las luchas del pasado. Si alguien se denomina anarquista, libertario o anarcosindicalista hunde sus raíces en determinada historia, principios y ética.

Quizás solo se trata de pura indigencia intelectual y de oportunismo. La Cerdaña, además, queda muy lejos de Barcelona y está dividida entre Francia y España. Demasiado complejo para solo 16.000 habitantes y aún menos votos. Mejor no moverlo y, sobre todo, que el asesinato de anarquistas por nacionalistas en 1937 no empañe ni obstaculice esa alianza contra natura entre libertarios e independentistas.

Mejor la ignorancia absoluta que el conocimiento profundo de la historia. Difama, que algo queda, piensa el nacionalista. Ignora el pasado, o retuércelo hasta el paroxismo para pactar el presente, interiorizan algunos libertarios, alocadamente, sometiéndose al nacionalismo. Pero tales aberraciones solo son posibles desde la debilidad y ausencia de perspectivas propias del mundo libertario.

Hay que elegir entre Miquel Badía y Justo Bueno. Hay que elegir entre Antonio Martín o sus asesinos nacionalistas, que inventaron la leyenda negra antilibertaria para ocultar sus propios crímenes. O anarco o independentista; las dos cosas a la vez sólo son posibles cuando se sufre una profunda esquizofrenia.

¿A qué vienen ahora esos dos jubilados de Barcelona a decirnos que esas historias de asesinos anarquistas en la Cerdaña no son ciertas, con lo cómodas y nacionalistas que nos quedaban?

Piensan que ¡mejor ignorantes que traidores a la patria! ¿Libertarios independentistas?: ¡apaga y vámonos! Ya lo dijo Orwell: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

Antonio Gascón y Agustín Guillamón

Barcelona, 20 de diciembre de 2019

ANEXOS

  1. Libro

Gascón, Antonio y Guillamón, Agustín: Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña 1936-1938. Antonio Martin, la experiencia libertaria de Puigcerdá y el sagrado mito de Bellver. Ediciones Descontrol, Barcelona, 2018.

  1. Manifiesto

Manifiesto trapero de Puigcerdá

Combate por la Historia

El combate de los trabajadores por conocer su propia historia es uno, entre otros muchos más, de la guerra de clases en curso. No es puramente teórico, ni abstracto o banal, porque forma parte de la propia conciencia de clase, y se define como teorización de las experiencias históricas del proletariado internacional, y en España debe comprender, asimilar y apropiarse, inexcusablemente, las experiencias del movimiento anarcosindicalista en los años treinta.

Un fantasma amenaza a la ciencia histórica, el fantasma de la falsificación. La amnesia, pactada por los sindicatos y partidos políticos de la oposición democrática con los últimos gestores del Estado franquista a la muerte del dictador, fue otra derrota más del movimiento obrero en la Transición, que tuvo importantes consecuencias para la memoria histórica de la Dictadura Franquista y la Guerra Civil. La amnistía significó un borrón y cuenta nueva con el pasado. Ello imponía el olvido deliberado y “necesario” de toda la historia anterior a 1978. Era preciso reescribir una nueva Historia Oficial, puesto que la versión franquista y la antifranquista ya no servían al nuevo poder establecido, bajo una óptica superadora de los antagonismos que determinaron la Guerra civil española.

En la actualidad, abril de 2018, desvanecida de la memoria colectiva cualquier referencia conflictiva, antagónica, o que pusiera de manifiesto que la Guerra civil fue también una guerra de clases, ha culminado ya la tarea de su recuperación como episodio de la historia burguesa. Los mandarines de la Historia Oficial, minimizado, oculto e ignorado el carácter proletario y revolucionario de la Guerra civil, acometen la recuperación del pasado como relato de la formación y consolidación histórica de la democracia representativa, o en las autonomías históricas, como justificación de su constitución en nación.

Se arrebata a la clase obrera su protagonismo histórico, en beneficio de los nuevos mitos democráticos y nacionalistas de la burguesía que detenta el poder económico y político. CONSTATAMOS QUE LA MEMORIA HISTÓRICA ES UN CAMPO DE BATALLA DE LA LUCHA DE CLASES.

Las instituciones burguesas del aparato cultural del Estado siempre han controlado y utilizado la historia en su provecho, ocultando, ignorando o tergiversando los hechos que cuestionan o ponen en entredicho la dominación de clase, a lo cual se avienen gustosos, salvo raras y honrosas excepciones, la inmensa mayoría de académicos e historiadores profesionales.

En el actual estado de las investigaciones, el libro de Pous/Sabaté sobre Antonio Martín y la Guerra civil en la Cerdaña, así como la machacona repetición de sus tesis y afirmaciones por casi todos los historiadores que han tratado ese tema, es el ejemplo más destacado y extremo que ilustra la Historia Oficial de que se habla en este Manifiesto. LA HISTORIA OFICIAL ES LA HISTORIA DE CLASE DE LA BURGUESÍA.

La objetividad, como idea platónica, no existe en la realidad de una sociedad dividida en clases sociales. En el caso concreto de la Guerra civil, la Historia Oficial se caracteriza por su EXTRAORDINARIA ineptitud y su no menos EXTRAVAGANTE actitud. La INEPTITUD radica en su incapacidad absoluta para alcanzar, o siquiera intentarlo, un mínimo rigor científico. La ACTITUD viene dada por su consciente IGNORANCIA o NEGACIÓN de la existencia de un potentísimo movimiento revolucionario, mayoritariamente libertario, que condicionó, se quiera o no, todos los aspectos de la Guerra civil. Estos funcionarios de la burguesía, en el campo de la historia, incurren en diversas aberraciones intelectuales (aberrantes incluso desde una perspectiva burguesa):

EXALTAN Y ELOGIAN los métodos y la eficacia represiva de guardias de asalto y guardia civil (rebautizada Guardia Nacional Republicana) o de la policía política (Servicio de Información Militar o SIM). Quizás no son demasiado conscientes de que con ello están elogiando la tortura. Pero es éste un aspecto que, como ningún otro, delata la influencia de la perspectiva e intereses de clase en el trabajo histórico, porque ese elogio de la eficacia de la tortura y la represión policiaca y judicial republicana contra los revolucionarios, corre paralelo al horror mostrado ante la violencia de clase, desencadenada en julio de 1936 por los “incontrolados” contra la burguesía. Pueden ser especialistas en el tema de la violencia, contables eficientes de muertes violentas, que muestran sin embargo una total parcialidad cuando califican de “terror” anarquista o “eficacia” policíaca lo que no deja de ser siempre violencia de una clase contra otra. Sólo que para ellos la violencia obrera es terror, y en cambio, la violencia estatal o del SIM, del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), de Esquera Republicana de Catalunya (ERC) y Estat Catalá es eficacia. No hay más razón que su perspectiva de clase. La violencia se mide por un doble rasero, según toma y daca de quien la ejerza o la sufra.

NIEGAN, aunque prefieren IGNORAR, porque resulta más cómodo, efectivo y elegante, la fuerza decisiva en la zona republicana de un movimiento revolucionario, mayoritariamente anarquista.

NIEGAN, o disminuyen hasta límites que falsifican los hechos, documentalmente probados, el enorme papel represivo, reaccionario y cómplice de la Iglesia Católica en el golpe de estado militar, y su participación activa en la preparación, desencadenamiento y bendición de la posterior represión fascista.

LAMENTAN que George Orwell escribiera un “maldito” libro que jamás debió leerse, y Ken Loach filmara una “horrorosa” película que jamás debió verse. Queremos lanzar una señal de ALARMA contra una creciente marea de historiadores revisionistas de la Guerra civil española.

ALARMA por la decidida falsificación de los hechos históricos de que hacen gala, pese a la documentación disponible. Los hechos mismos pasan a la clandestinidad y los documentos son ignorados, o malinterpretados. La historiografía sobre la Guerra civil ha pasado de ser una historia militante, hecha por protagonistas y testigos de la guerra civil, con todos los riesgos que ello supone, pero también con la pasión insustituible de quien no juega con palabras porque antes se ha jugado la vida, a ser una historia académica inepta y obsoleta, caracterizada por el disparate, la incomprensión e incluso el desprecio a los militantes y organizaciones del movimiento obrero.

ALARMA ante la creciente banalización de la Historia Oficial, y la metódica marginación de las investigaciones que ponen de relieve el decisivo papel histórico del movimiento obrero, por más rigurosas que sean. En realidad, existe una absoluta incapacidad por parte de los historiadores burgueses no ya para comprender, sino siquiera aceptar la existencia histórica de un movimiento revolucionario de masas en la España de 1936. Nos hallamos ante una historia negacionista del movimiento revolucionario que se desarrolló durante el período de la Guerra civil.

La Historia Oficial plantea la Guerra civil como una dicotomía entre fascismo y antifascismo, que facilita el consenso entre los historiadores académicos de izquierda y derecha, los nacional-catalanistas y los neoestalinistas que, todos juntos, coinciden en descargar el fracaso republicano en el radicalismo de anarquistas, poumistas y masas revolucionarias, que se convierten de este modo en la víctima propiciatoria común.

Con la ignorancia, omisión o minimización de las connotaciones proletarias y revolucionarias que caracterizaron el período republicano y la Guerra civil, la Historia Oficial consigue ponerlo todo del revés, de forma que sus principales popes se imponen la tarea de reescribirlo todo DE NUEVO, y consumar de este modo la expropiación de la memoria histórica, como un acto más del proceso de expropiación general de la clase trabajadora. Pues, a fin de cuentas, la historiografía académica es quien elabora la Historia. Si, al mismo tiempo que desaparece la generación que vivió la guerra, los libros y manuales de la Historia Oficial ignoran la existencia de un magnífico movimiento anarquista y revolucionario, dentro de diez años se atreverán a decir que ese movimiento NO HA EXISTIDO. Los mandarines creen firmemente que NUNCA ha existido aquello sobre lo que ELLOS no escriben: si la historia cuestiona el presente, la niegan.

La función de la historia revolucionaria consiste en mostrar que leyendas, libros y manuales engañan, que los políticos se enmascaran, que el poder ilusiona y que casi todos los historiadores burgueses mienten, falsifican, manipulan y se someten a la burocrática y clasista disciplina académica. Ante el creciente desprestigio de la profesión de historiador, y pese a las honrosas y sobresalientes excepciones existentes, Antonio Gascón y Agustín Guillamón, con el objetivo de evitar indeseables y desagradables confusiones, renunciamos al apelativo de historiadores; razón suficiente para reclamar la honesta actividad de coleccionistas de testimonios y papeles viejos: traperos de la historia.

Después de la derrota política (que no militar) de los anarquistas en mayo de 1937, en Barcelona y en toda Cataluña, la represión contra el movimiento libertario durante el verano de 1937 fue acompañada por una campaña de infamias, degradaciones, falacias, insultos y criminalización, que sustituyó la realidad social e histórica por una nueva realidad: la leyenda negra antilibertaria, que desde entonces se convirtió en la única explicación admisible, en la única historia vivida. Por primera vez en la historia una campaña de propaganda política sustituía la realidad de lo acaecido por una realidad inexistente, artificialmente construida. George Orwell, testigo y víctima de esa campaña denigrante de falsedades y demonización, llevó a sus novelas al omnipotente Gran Hermano. Los historiadores académicos podían reescribir el pasado una y otra vez, según los intereses sectarios y políticos de cada momento, las iras del dios que adorasen o el gusto y capricho del amo de turno. Como escribía en su novela 1984: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.

La Sagrada Historia de la burguesía heredó, profundizó y completó desde el campo de la historiografía esa campaña difamatoria estalinista y republicana, que es necesario denunciar, criticar y destruir. La historia es un combate más de la guerra de clases en curso. A la historia de la burguesía oponemos la historia revolucionaria del proletariado. A las mentiras se las derrota con la verdad; a los mitos y a la leyenda negra con los archivos.

Hay una contradicción flagrante entre el oficio de recuperación de la memoria histórica, y la profesión de servidores de la Historia Oficial, que necesita olvidar y borrar la existencia en el pasado, y por lo tanto la posibilidad en el futuro, de un temible movimiento obrero revolucionario de masas. Esta contradicción entre el oficio y la profesión se resuelve mediante la ignorancia de aquello que saben o deberían saber; y eso les convierte en INÚTILES. La Historia Oficial pretende ser objetiva, imparcial y global. Pero se caracteriza por su incapacidad para reconocer el carácter clasista de su pretendida objetividad. Es necesariamente parcial, y no puede adoptar más perspectiva que la perspectiva de clase de la burguesía. Es necesariamente excluyente, y excluye del pasado, del futuro y del presente a la clase obrera. La Sociología Oficial insiste en convencernos que ya no existe la clase obrera, ni el proletariado, ni la lucha de clases; a la Historia Oficial le toca convencernos de que nunca existió. Un presente perpetuo, complaciente y acrítico banaliza el pasado y destruye la conciencia histórica.

Los historiadores de la burguesía tienen que reescribir el pasado, como lo hacía una y otra vez el Gran Hermano. Necesitan ocultar que la Guerra civil fue una guerra de clases. Quien controla el presente, controla el pasado, quien controla el pasado, decide el futuro. La Historia Oficial es la historia de la burguesía, y hoy tiene por misión mitificar los nacionalismos, la democracia y la economía de mercado, para convencernos de que son eternos, inmutables e inamovibles.

Antonio Gascón y Agustín Guillamón, impulsores de este Manifiesto, constituidos en Comité de Defensa de la Historia, declaran su beligerancia en este COMBATE POR LA HISTORIA. Por esta razón, y como hemos demostrado en el libro Nacionalistas contra anarquistas en la Cerdaña, publicado por Ediciones Descontrol,

DECLARAMOS PROBADO:

Que la represión de curas y derechistas en la Cerdaña desde el 20 de julio de 1936 hasta el 8 de septiembre de 1936 fue dirigida por el alcalde de Puigcerdá, Jaime Palau, militante de ERC.

Que la lista de los 21 ciudadanos derechistas de Puigcerdá “que debían ser eliminados” fue debatida y elaborada en el Casal de Esquerra Republicana de Cataluña, y su presidente Eliseo Font Morera “aprobó la lista de víctimas”. Las personas que figuraban en esa lista fueron detenidas y asesinadas en la noche del 9 de setiembre de 1936.

Que en la constitución del Consejo Administrativo del Pueblo de Puigcerdá del 20 de octubre de 1936, los anarquistas obligaron a que participase ERC con los dos protagonistas principales de la represión contra los derechistas: Jaime Palau y Eliseo Font.

Que ANTONIO MARTÍN ESCUDERO, el Durruti de la Cerdaña, fue asesinado en el puente de Bellver, el 27 de abril de 1937, en una emboscada preparada por ERC y Estat Catalá. El asesinato se debía al férreo control ejercido por los anarquistas en la frontera, que perjudicaba el contrabando ejercido por estalinistas y nacionalistas.

Que, a partir del 10 de junio de 1937, tras la derrota política de los anarquistas en los Hechos de Mayo, les llegó el turno a los anarquistas. Siete libertarios fueron asesinados en La Serradora por estalinistas y nacionalistas. Se constituyó un Comité Ejecutivo, formado por estalinistas y nacionalistas, para coordinar y dirigir la represión antilibertaria en la Cerdaña. La represión y la difamación iban íntimamente unidas. La matanza del 9 de setiembre de 1936, todos los asesinatos cometidos en la comarca, todos los robos y crímenes encontraron un mismo chivo expiatorio y falso culpable: los anarquistas. De este modo se desviaba la autoría criminal de PSUC-ERC y se criminalizaba al enemigo de clase: los anarquistas.

Que la mayoría de los historiadores mienten, manipulan o falsifican, algunos de forma consciente, los más inconscientemente; está en la naturaleza y condición del oficio que les paga el sueldo. La Sagrada Historia de la burguesía es una falacia, construida para exculpar a nacionalistas y estalinistas de los desmanes de los primeros tiempos de la Revolución. Y un buen ejemplo es la vigente historiografía sobre Puigcerdá y la Cerdaña, que ha logrado ocultar, durante más de 80 años, que los protagonistas del golpe de 1934 fueron duramente represaliados por la derecha españolista en 1935; que esa represión provocó la participación vengativa de los golpistas catalanistas de 1934 en los abusos y arbitrariedades que, después de julio de 1936, siguieron a la derrota de los militares en Barcelona y el resto de Cataluña. Y en particular que más de uno de ellos o era miembro de Estat Catalá, o mayoritariamente miembros reconocidos de ERC, citados en la Causa General como responsables de las matanzas locales.

Que el mito de los fusilamientos masivos en la collada de Tosas, ordenados por el Comité de Puigcerdá, se desmorona ante la precisión y contundencia de un documento de la Causa General que concluye, una vez desenterrados y analizados los 26 cadáveres existentes, que eran en su mayoría personas muy jóvenes, identificados algunos como derechistas y desertores, abatidos por los carabineros al intentar cruzar la frontera. Ni comité, ni fusilamientos; carabineros y desertores, y en todo caso muertes ajenas a la problemática interna de la Cerdaña que no deben contabilizarse como fruto de los conflictos sociales y políticos de esa comarca.

Que a nadie se le debería escapar que la destrucción de la leyenda negra del anarquismo catalán en la Cerdaña, y muy concretamente de la fabulosa criminalización de Antonio Martín, efectuada irrefutablemente en nuestro libro sobre la Cerdaña, implica importantes consecuencias:

A. Las autoridades republicanas y estalinistas, en 1937, mintieron conscientemente, y conscientemente levantaron esa leyenda negra y denigratoria contra el anarquismo catalán. Fue una poderosa arma política contra la CNT-FAI, y además la mejor defensa posible a sus propios crímenes: atribuírselos a los anarquistas.

B. Los historiadores de la burguesía mienten y seleccionan sesgadamente la documentación existente en los archivos, y se convierten de este modo en herederos y continuadores de la campaña denigratoria de propaganda y difamación que consiguió, por primera vez en la historia, que la auténtica realidad social e histórica desapareciera y fuera sustituida por otra nueva realidad-ficción, inventada por esa campaña de propaganda e infamias.

C. Nacionalistas y estalinistas catalanes compartieron, en 1937-1938, de forma natural, civilizada y ética su radical racismo político respecto a los anarquistas, con confusos prejuicios étnicos, culturales, clasistas, ideológicos e idiomáticos. Los anarquistas eran degradados y deshumanizados, de modo que en el imaginario nacionalista y estalinista dejaban de ser personas para convertirse en bestias y alimañas, que bien podían y merecían sacrificarse en el altar de la patria. Como meses antes ya se había hecho con los derechistas españolistas.

D. Todos esos monstruos, asesinos en serie, vampiros y come curas que aparecieron como un virus inexplicable en toda Cataluña, y que la historiografía ha calificado como criminales, deben ser revisados. Todos los historiadores están bajo sospecha de parcialidad y sectarismo.

E. En el verano de 1937 la CNT dejó realmente de existir en la Cerdaña como organización. La brutal represión antilibertaria fue organizada por un Comité Ejecutivo en el que participaron Vicente Climent (PSUC), Juan Bayrán Clasli (PSUC), Joan Solé (alcalde de Bellver), un agente de Vigilancia llamado Samper y otro agente anónimo, pertenecientes ambos a Estat Catalá.

POR LO TANTO, CONCLUIMOS:

Que la historia es un combate más de la guerra de clases en curso. A la historia de la burguesía oponemos la historia revolucionaria del proletariado. A las mentiras se las derrota con la verdad; a los mitos y a la leyenda negra con los archivos.

Que la historia, como ciencia social, ya no es posible realizarla en las instituciones universitarias y académicas, donde los historiadores se transforman en funcionarios sometidos al poder y al orden establecido. La Historia honesta, científica y rigurosa, hoy, sólo es posible contra los historiadores académicos y al margen de las instituciones.

Que la Historia burguesa tiene por misión mitificar los nacionalismos, el totalitarismo democrático y la economía capitalista, para convencernos de que son eternos, inmutables e inamovibles. Un presente perpetuo, complaciente y acrítico banaliza el pasado y destruye la conciencia histórica. De la Historia Sagrada estamos pasando a la poshistoria. Posverdad es un neologismo que describe una situación cognitiva, frecuente hoy, en la que el informador crea opinión pública subordinando los hechos y la realidad a las emociones, los prejuicios, las ideologías, la propaganda, los intereses materiales y la política. Si algo aparenta ser cierto y además halaga la vanidad, o satisface emociones, al tiempo que fortalece prejuicios o identidad, merece ser verdadero. Una buena campaña publicitaria convierte la mentira, la estafa y las falsificaciones en una agradable y conveniente posverdad. La poshistoria deja de ser la narración e interpretación de los hechos sucedidos en el pasado para convertirse en la narración que plumíferos de todo pelaje e ideología fabrican para el mercado editorial, más allá de los hechos y de la realidad histórica, considerados ya como simbólicos, secundarios, prescindibles, perjudiciales o clandestinos.

POR LO TANTO, DEMANDAMOS:

Que los paneles informativos levantados en el puente de Bellver sean quitados o corregidos.

Que ERC asuma su responsabilidad en la matanza de Puigcerdá del 9-9-1936 y cese las infamias levantadas permanente y sistemáticamente por su organización contra los libertarios.

Que Pous/Solé reconozcan formalmente sus errores e insuficiencias, y los hagan públicos y notorios, por dignidad propia y porque es de justicia.

INICIAMOS la difusión de este texto con el objetivo de concienciar, eximir y librar a los libertarios del enorme perjuicio moral sufrido a causa de esa degradante campaña difamatoria, impulsada por estalinistas y nacionalistas.

No es posible ningún pacto ni colaboración con el enemigo de clase. Convocamos a esa necesaria minoría ácrata y rebelde armada de principios, aún sin patria ni banderas, sin dioses ni fronteras, sin dejaciones ni renuncias, a que se sumen a estas demandas, enviando susadhesiones a este Manifiesto alCOMITÉ DE DEFENSA DE LA HISTORIA, e-mail:chbalance@gmail.com

Antonio Gascón y Agustín Guillamón. Puigcerdá, 27 de abril de 2018

Carta de Durruti desde la cárcel (1933)

Por Agustín Guillamón

 El domingo 2 de abril de 1933, Durruti, Ascaso y “Combina” habían sido detenidos en Sevilla, a la salida del Congreso Regional de Andalucía y Extremadura. El argumento esgrimido para justificar la actuación policial era éste: “como responsables de los conceptos delictivos que emitieron en el mitin de clausura”[1], esto es, un delito de opinión, que atentaba contra la más elemental libertad de expresión de las personas.

El domingo 9 de abril, en Barcelona, los más destacados dirigentes de Estat Català (EC) y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), reunidos en el homenaje al fascista Josep Dencás, entonces Consejero de Sanidad, consideraban que las detenciones de Sevilla habían descabezado a la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y que esta organización podía darse como extinguida. Tales declaraciones tomaban los deseos por realidades, como suele ser habitual entre los mandos del aparato represivo burgués, cuando pretenden reducir complejas y profundas cuestiones sociales y políticas a puntuales o habituales problemas de “terrorismo” y orden público, individualizadas además en algunos líderes o cabezas de turco. Josep Dencás había sido uno de los principales fundadores y promotores, con los hermanos Badía, de los escamots fascistas e independentistas de las JEREC (Juventudes de Esquerra Republicana-Estat Català).

Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Vicente Pérez “Combina[2] fueron encarcelados en el penal de Santa María (Cádiz), tras pasar algunos días en la cárcel de Sevilla.

En ese penal Durruti escribió una carta a su familia en la que destaca su definición de patria como “conjunto de propiedades” y la oposición que hace entre guerra imperialista y guerra social, entendida como sinónimo de lucha de clases. La mayor parte de la carta está dirigida a su hermano Pedro, en un intento de ayudarle a profundizar en el análisis de la guerra, puesto que Buenaventura consideraba que Pedro no lo había enfocado adecuadamente en un artículo publicado recientemente en la prensa.

En la carta cabe destacar algunos puntos que inciden en la biografía de Durruti:

1.- Su permanencia durante un año en París durante la Gran Guerra.

2.- Su relación con Pío Baroja, que lo visitó en prisión, posiblemente interesado en el contacto y conocimiento directo de un hombre de acción como Durruti.

3.- El trato discriminatorio y vejatorio de las autoridades republicanas respecto a los militantes anarquistas, que impedía la menor colaboración o entendimiento del movimiento anarcosindicalista con las autoridades de la Segunda República.

A continuación, reproducimos íntegramente esa carta:

“Puerto de Santa María, 3 de junio de 1933[3].

Querida madre y hermanos.

He recibido vuestra carta, fechada del día 1, en la que me decís que tenéis los pases en vuestro poder, y me preguntáis que hacéis con ellos.

Los pases os los guardáis hasta que yo salga y una vez en Barcelona me los mandáis. Lo que lamento es que será fácil que no me pueda servir de ellos, pues si hace dos meses que los tenéis en vuestro poder; nada más hace falta uno para que caduquen; mes que será muy fácil que pase aquí: pues está visto, que el Gobierno está dispuesto a que pase el verano a la sombra.

Hace unos días confiaba en salir, pues los compañeros de Madrid me habían escrito diciéndome que Quiroga[4] había dado órdenes para que nos pusieran en libertad. Pero de repente, sin que nadie lo esperara, se nos presentó el juez de este pueblecito, con un telegrama del juzgado que instruye el proceso por el mitin de clausura del Congreso; proceso por el cual estábamos en libertad, bajo la fianza personal de mil pesetas; y nos comunicó que había recibido un telegrama de Sevilla en el cual nos tenía que notificar, que el proceso estaba reformado; y se nos retiraba la fianza; por lo tanto quedábamos a disposición del juzgado de Sevilla, procesados y sin fianza.

Yo le pregunté al juez; a que obedecía esta modificación en un proceso sin importancia como éste: no supo qué contestarme; y se ciñó a comunicarme mi prisión sin fianza. Este caso es la primera vez que se ve, pues todos los procesos por delito de imprenta o palabra son con fianza, y sin prisión. No sé con qué intención habrán modificado esta fianza. Hemos escrito a los compañeros de Sevilla para que nos aclarasen esta incógnita; unas vez éstos nos contesten; veremos a ver que intenciones abrigan estos tíos.

De aquí; que queréis que os cuente; esta es una cárcel terrible, donde uno entra y no sabe cuándo sale; esto es peor que el infierno de Dante. Estamos completamente incomunicados; han venido compañeros a vernos y no se les ha autorizado la comunicación. Está visto que el Ministerio de la Gobernación está dispuesto a que nadie nos vea. Ahora que nosotros vamos a protestar de esta medida excepcional que se emplea con nosotros, pues todos los presos que hay en las cárceles de España pueden hablar con sus familias y amigos; y a nosotros, que somos presos políticos, no nos deja comunicar con nadie: y luego nos critican porque atacamos al régimen republicano. Que quieren que digamos cuando cometen estas barbaridades con nosotros.

Pío Baroja[5], cuando vino a verme a la cárcel de Sevilla me decía: es terrible lo que hacen con ustedes; y yo le pregunté qué posición cree Don Pío que debemos adoptar nosotros frente a estas arbitrariedades. No supo qué contestar. Luego he leído un artículo de él en Ahora, que es la contestación que no se atrevía a darme a través de las rejas[6].

Bueno, no quiero hablaros más de estas cosas porque me pongo de mal humor.

Al viejo Germinal[7], que le habían puesto en libertad, le han detenido, y está en las mismas condiciones que Combina y yo. Procesado por el mitin y sin fianza.

Hace unos días he recibido La Mañana, que me lo manda Perico[8], he visto y leído el artículo que ha escrito con el título “Mensaje de los niños ingleses”, el artículo está muy bien; pero Perico no enfoca bien el problema de la guerra; y no te enfades por esto, hermano. Días antes de la deportación os recordaréis que hicimos un gran mitin en Barcelona contra la guerra; en el cual tomó parte un gran pacifista francés: el príncipe de la paz como le llaman en París. “Pioch”[9], éste es el nombre de esta gran figura internacional. Pioch hizo mucho por nosotros cuando estábamos presos en París. Pioch hizo un discurso grandioso; expuso los crímenes de la guerra de una forma majestuosa. Mimi[10] tomó su discurso taquigráfico; yo hablé detrás de Pioch; después de saludarle y presentarle al público español; traté los dos aspectos de la guerra. Guerra imperialista y guerra social. Sin herir la susceptibilidad de Pioch, le pregunté el por qué habían esperado los pacifistas el peligro de guerra para encararse contra la monstruosidad de la guerra. Los pacifistas de hoy, han tenido necesidad de inspirarse en los crímenes cometidos, para hacer artículos en la prensa y discursos en los tribunales; como si los crímenes cometidos del 14 al 18 fueran los únicos crímenes cometidos por el capitalismo. Yo he visto, hermano Perico, muchos seres humanos mutilados en esa terrible guerra; por otro lado, tú sabes que viví un año en París, en plena guerra. Pues bien, hermano, yo no tuve necesidad de esa terrible tragedia para levantarme contra toda la clase de crímenes. Si la guerra mutiló a miles de hombres, también la guerra social ha mutilado a miles de trabajadores. ¿Qué diferencia hay entre el hombre que pierde un brazo defendiendo la patria al que lo pierde trabajando? ¿Qué es la patria? Según la academia es el suelo donde uno ha nacido. ¿Pero qué derechos le concede la Patria al trabajador? El de trabajar cuando encuentra quien le explote. Es decir, la Patria es el conjunto de propiedades; y en cuanto hay algún otro país que quiere usurpar parte de esa propiedad; entonces los propietarios se amparan en las leyes que ellos mismo han creado; y con las armas nos obligan a morir en el campo de batalla defendiendo la propiedad sagrada. En estas luchas los hombres se asesinan los unos a los otros, y cuando la tragedia ha terminado, los únicos beneficiados son los propietarios.

¿Qué es la guerra social? La lucha de dos clases sociales. La una, la de los propietarios, que por obtener un máximo de beneficios, les importa un comino que sus operarios dejen entre las máquinas algunas partes de sus miembros; el caso es ganar dinero. Por otro lado esta clase de propietarios; ve que la otra clase pone en peligro sus propiedades; también apelan a las leyes que ellos han creado, y asesinan aquellos que no se someten a la propiedad sagrada. En esta lucha, también hermano hay muchos hombres mutilados, muchos más que en las guerras imperialistas.

¿Cómo evitaremos la guerra? Sólo hay una forma, Perico. Aconsejando a las juventudes para que no construyan las armas con las cuales se han de matar; y que no defiendan los intereses de nadie. Quien tenga propiedades, que las defienda él mismo.

Me vas a decir, Perico, que esto está bien; pero que la guerra la tenemos encima, y hay que evitarla, de acuerdo hermano: hay que evitar la guerra. Solo los trabajadores organizados son capaces de impedir la matanza que se avecina. Cuando Herriot[11] regresó a París de un viaje por España, hizo unas declaraciones muy interesantes en la prensa parisina. España, dijo Herriot, es un país muy interesante y que mañana se debe tener en cuenta; pues en cuanto los jóvenes republicanos consigan fortalecer la República, será un país muy útil para la seguridad de la paz.

 Hay que tener en cuenta, hermano, que cuando estos hombres hablan de la paz, es la guerra, y cuando habla de fortalecer la República, es anular la organización, que en momentos de guerra podría paralizar la vida industrial de la nación. Herriot no se atrevió a decir públicamente que en España no es posible una movilización mientras exista la Confederación.

Así mismo, hay que evitar la guerra, pero hay que prepararse para que ésta no se lleve a cabo. Si se hace inevitable, tienes que dar soluciones para que fracasen los partidarios de ésta. Lo mismo que piensa uno de hacerse en el otoño un abrigo para salvarse del frío del invierno. Hay que organizarse; pero si llega el momento fatal de la guerra, sepamos paralizar la industria nacional; arma contundente para hacer fracasar los planes maquiavélicos de una clase sin escrúpulo, que por conservar sus privilegios son capaces de hacer asesinar a media humanidad.

Perico, ti continúa escribiendo; tus dos artículos me han gustado mucho; lo que tienes que hacer es leer; si necesitas detalles para documentarte referente a la guerra; yo te los mandaré, pues en París hay un comité integrado por hombres muy capaces, que escriben mucho y bien referente a la guerra,

Tú que lees el francés, te serán muy útiles, en Barcelona yo tengo algunos periódicos; si los necesitas escribes a Mimi que te los manda, y si quisieras la [le] puedes decir que te ponga en relación con este comité, y te suscribes a la prensa; es cuestión de una peseta por semana. Esta prensa te será muy útil. Si yo saliera pronto, hablaríamos esto, y te proporcionaría revistas francesas que son verdaderas joyas literarias y científicas.

Tú anímate Perico, y adelante; pero sin hacer demagogia. Se triunfa cuando se es valiente.

Mimi me ha escrito que su madre se marcha para París, la mujer[12] está triste porque se queda sola, y tiene que dar a guardar la nena[13].

Rosa[14]: mándame si la tienes, la carta que has leído en la prensa, y que está firmada por mí, pues no la he leído.

Dar recuerdos a los amigos, y Manolín[15] que me escriba.

Recibir un abrazo de éste que os quiere, Pepé[16].”

[Firmado Pepé]

*

Las fotos de Durruti, Díez, Ascaso, Combina y Lorda fueron utilizadas en un fotomontaje que les mostraba tras unas rejas, en la cárcel del Penal del Puerto de Santa María en agosto de 1933. Fue una postal muy difundida en la época, enviada por Durruti a su familia y a compañeros de lucha con dos hermosas dedicatorias alternativas al dorso de la foto. La primera dedicatoria decía: No habrá paz en la tierra mientras existan las cárceles. Que no olviden los idealistas que ellos son los encargados de destruirlas”. La segunda dedicatoria: “La única solución que han dado los republicanos es encarcelar a los que no piensan como ellos”.

El 13 de septiembre Durruti, Ascaso y Combina, junto a varios compañeros, fueron trasladados a Sevilla para ser juzgados en aplicación de la Ley de vagos y maleantes de la Segunda República, con gran indignación de todos ellos, que consideraban como un insulto ser juzgados por vagos, porque toda su vida habían vivido del fruto de su trabajo. Se declararon en huelga de hambre. Finalmente Combina y Durruti fueron liberados de la cárcel el 7 de octubre de 1933, llegando a Barcelona el día 10. Sin embargo Francisco Ascaso y otros tres compañeros (Díez, Valiente y Paniza) fueron retenidos en la cárcel hasta el 3 de noviembre, acusados por el juez de un nuevo delito de “desobediencia”, por negarse a firmar la sentencia que les regalaba el título de vagos.

El 22 de octubre de 1933 ocho mil miembros uniformados de los escamots de las JEREC desfilaron militarmente en Montjuic, imitando el modelo nazi-fascista. Vestidos con camisa militar verde, pantalones oscuros de pana, correajes de cuero y botas, vitorearon los discursos de Miguel Badía, de Josep Dencás (según la “Soli” ridículo imitador de Hitler) y del tan manipulado como ambicioso presidente Macià.

Tal desfile provocó al día siguiente un encendido debate en el Parlamento catalán, que rechazaba en su mayoría tales manifestaciones totalitarias, aunque todo quedó en mera palabrería y en la mayor pasividad.

El 24 de octubre un grupo de escamots asaltaron a punta de pistola la imprenta donde se imprimía el semanario humorístico catalanista y liberal El Be Negre, provocando algunos desperfectos, al tiempo que destruían y secuestraban los cinco o seis mil ejemplares del número de esa publicación en curso de impresión. No se detuvo a nadie, el redactor que había ofendido a algunos dirigentes de ERC y Estat Català huyó prudentemente a un lejano país y el propietario de la imprenta presentó cargos por destrucción de algunos enseres y deterioro de maquinaria contra el confeso participante en el asalto, el señorito Jaume Aiguader (hijo del alcalde de Barcelona y dirigente de ERC del mismo nombre), que estuvo al mando, con su tío Artemi, del escamot de los 15 asaltantes del semanario. La “Soli” advirtió que si los escamots les atacaban se defenderían adecuadamente, muy lejos de la pasividad mostrada por El Be Negre.

En los meses siguientes la emulación fascista de los escamots incluyó también reventar huelgas y boicotear los mítines de los partidos rivales, al mismo tiempo que Badía y Dencás se hacían con los resortes efectivos de Gobernación y Orden Público, torturando sistemáticamente a los cenetistas detenidos por la huelga de tranvías en Barcelona. Mientras tanto, Durruti, Ascaso y Combina intervinieron en los masivos mítines de la campaña abstencionista de la CNT. La guerra social seguía su curso.                                                                                    *

De izquierda a derecha, de pie: Colette Durruti (hija de Durruti), Joaquina Dorado y Liberto Sarrau. Sentados: Emilienne (mujer de Durruti), Rosa Durruti (hermana) y Ricardo Sanz. París, 1979.

Fotomontaje de los presos en el Penal del Puerto de Santa María (1933)

Mensaje manuscrito de Durruti al dorso del fotomontaje: “No habrá paz en la tierra mientras existan las cárceles. Que no olviden los idealistas que ellos son los encargados de destruirlas. Tu hermano Pepé

NOTAS:

[1] La Vanguardia (5 de abril de 1933).

[2] Vicente Pérez Viche, “Combina”. Nacido en Barcelona el 28 de junio de 1900. Barnizador. Exiliado en Francia durante la Dictadura de Primo de Rivera, Abandonó el Congreso de Marsella de 1926, junto a García Oliver, cuando no se aceptaron las tesis colaboracionistas con los políticos. Participó en numerosos congresos, conferencias y mítines por toda la geografía española. Intervino con Durruti y García Oliver en la campaña de agitación de enero de 1932, iniciada en Sallent, que culminó en la insurrección del Alto Llobregat. Detenido en Sevilla el 2 de abril de 1933, después de pronunciar el discurso de clausura del Congreso Regional andaluz. Preso en el penal del Puerto de Santa María hasta octubre. El 16 de noviembre de 1933 intervino en el mitin organizado por la FAI celebrado en el Palacio de Artes Decorativas de Montjuic, con Francisco Ascaso, Domingo Germinal, Alejandro Gilabert, Dolores Iturbe, Sébastien Faure y Buenaventura Durruti. En los años siguientes compartió cartel con los más destacados oradores confederales, en los principales mítines anarcosindicalistas. Asistió al Congreso de mayo de 1936. Durante la guerra fue uno de los nueve ediles cenetistas en el Consejo Municipal de Barcelona, Fue presidente del Sindicato de Transportes de Barcelona. Se adhirió al mitin de Los Amigos de Durruti celebrado en el Teatro Poliorama. En agosto de 1938 fue nombrado secretario de la Federación Nacional de Transportes de la CNT. Al final de la guerra se exilió en Venezuela y luego en México.

[3] En el encabezado de la carta se escribe una fecha errónea: 3-6-1926.

[4] Santiago Casares Quiroga (1884 – 1950) fue abogado y político republicano. Ocupó diversos ministerios durante la Segunda República. En junio de 1933, fecha de la carta de Durruti, era Ministro de Gobernación, cargo que ocupó durante el bienio socialista-republicano (1931-1933). Era amigo personal de Azaña. Tras el acceso de Azaña a la presidencia de la República fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de la Guerra (mayo de 1936), cargo que desempeñó hasta el 18 de julio de 1936, cuando dimitió, desbordado por el golpe de estado militar al que no había sabido enfrentarse.

[5] La descripción de Durruti la dejó plasmada en su obra El cabo de las tormentas.

[6] Artículo de Pío Baroja publicado en Ahora (23 de abril de 1933), titulado “Latifundio y comunismo”.

[7] Domingo Miguel González (1880-1936), conocido por su seudónimo de Domingo Germinal, o Germinal. Su juventud transcurrió en Vizcaya. Hacia 1905 ingresó en la marina mercante. Residió en Cuba y México durante los años veinte. En 1929 regresó a España. Entre 1929 y 1930 vivió en Blanes y Barcelona, colaborando en La Revista Blanca. El 15 de septiembre de 1930 participó en un mitin a favor de los presos celebrado en el Palacio de Bellas Artes de Barcelona, donde exigió al Estado la amnistía para los presos por delitos políticos y sociales. El 16 de octubre, una conferencia que tenía que dar en el teatro Apolo de Vilanova i la Geltrú fue suspendida por orden del gobierno. En los años treinta mitineó por todo el país. Era un excelente orador, en varias lenguas, que atraía mucho público. Detenido en Sevilla el 2 de abril de 1933, hasta octubre estuvo preso en el penal del Puerto de Santa María. El 5 de noviembre de 1933 intervino con Josep Corbella, Francesc Isgleas, Valeriano Orobón, Benito Pabón y Buenaventura Durruti, en el gran mitin de la plaza de toros Monumental de Barcelona contra las elecciones, organizado por la CNT, la FAI. Y el día 16 en el mitin organizado por la FAI, celebrado en el Palacio de Artes Decorativas de Montjuic, con Francisco Ascaso, Vicente Pérez Viche (Combina), Alejandro Gilabert, Dolores Iturbe, Sébastien Faure y Buenaventura Durruti. Huyendo de la represión republicana, vivió escondido en diversas localidades valencianas y más tarde, buscando un clima benigno para su enfermedad, se instaló en Palma de Mallorca (y ocasionalmente en Ibiza), donde entre 1935 y 1936 dirigió el periódico Cultura Obrera. Murió en Elche en marzo de 1936.

[8] Perico, diminutivo de Pedro, era hermano de Durruti: Marciano Pedro Durruti Domingo (1911-1937). Tras militar en el anarquismo, se afilió a Falange en 1936 y llegó a tratar con José Antonio Primo de Rivera, con quien había coincidido en la Cárcel Modelo madrileña, y que avaló su ingreso en Falange. Murió nueve meses después que su hermano. Fue fusilado el 22 de agosto de 1937, en un pueblecito de León, por miembros de su mismo bando que le consideraban un radical, tras un juicio de guerra sumarísimo algo chapucero.

[9] Georges Pioch (1873- 1953) fue un periodista y destacado militante pacifista francés. A finales de 1930 creó y presidió la Liga Internacional de los combatientes de la paz, de la que Romain Rolland era el presidente de honor y Victor Méric su secretario general. En el comité de honor figuraban Albert Einstein, Stefan Sweig, Upton Sinclair, Paul Langevin, Georges Duhamel, Charles Vildrac y Jules Romains. Georges Pioch dimitió en 1937 porque creía que no se condenaba con suficiente firmeza y eficacia los procesos de Moscú. Firmó junto a Jean Giono, Victor Margueritte, Marcel Martinet y Simone Weil una petición que exigía la no intervención en las cuestiones españolas, acompañada por una petición de mediación entre las partes en conflicto. Se retiró de toda actividad pública en 1943 Murió en Niza el 27 de marzo de 1953.

[10] Mimi era la compañera de Durruti: Émilienne Morin (1901-1991).

[11] Édouard Herriot (1872-1957), político, hombre de Estado y escritor francés. Miembro del Partido radical republicano y figura destacada de la Tercera y de la Cuarta República. Estudió en la Escuela Normal Superior y ejerció el profesorado en Nantes y desde 1902 en Lyon, cuya alcaldía ocupó desde 1905 a 1925 y, tras la II Guerra Mundial, hasta su muerte. A partir de 1910 su labor política en el ámbito local fue dando paso al nacional, llegando a participar en nueve gabinetes de gobierno y a ser primer ministro en tres ocasiones. Fueron sus principales cargos políticos el de Ministro de Transportes y Obras Públicas, en 1916–1917; Ministro de Educación, en 1926–1928; Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Relaciones Exteriores en 1924–1925, julio de 1926 y de junio a diciembre de 1932; Ministro de Estado, en 1934–1936. En 1946 fue elegido miembro de la Academia Francesa. Presidente de la Asamblea Nacional desde 1947 hasta 1954.

[12] Emilienne Morin.

[13] Colette Durruti, nacida en diciembre de 1931, hija única de Buenaventura y Emilienne.

[14] Rosa Durruti, su hermana.

[15] Manuel Durruti, hermano de Buenaventura de simpatías socialistas. En la revolución de octubre de 1934 murió de un disparo, cerca del puente de San Marcos, en la ciudad de León.

[16] Durruti, en la correspondencia con su familia, firmaba Pepé. Recordemos que su nombre era José Buenaventura.

LIBRO: “La pequeña historia. Memorias de un anarquista barcelonés de 1936 a 1975”

TEXTO COMPLETO LEÍDO EN LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO

HABLA ELO

Buenas tardes y gracias por vuestra asistencia. Esta presentación del libro de las memorias de Agustín Guillamón Nebot comienza dando la palabra a su autor.

Leeré dos párrafos del libro en los que se describe la Barcelona de 1944:

La ciudad era triste, sucia y oscura. Olía a orines, a caca de perro en el zapato y a miedo. Sin anuncios luminosos, los escaparates apagados. Las fábricas solo trabajaban dos días a la semana. La gente no vivía, apenas vegetaba y sobrevivía. Las personas ya no paseaban por las calles, sino que deambulaban sin rumbo, como sonámbulos. El horizonte había desaparecido de las miradas, vacías.” (pág. 123).

La calle siempre será nuestra; de los trabajadores libres de toda propiedad y derecho, para tener dónde morirnos de hambre. Por la calle vagaban los sin trabajo, los que buscaban comida entre las basuras. La calle era nuestra, porque no teníamos nada más; la calle era de los trabajadores en harapos. La calle era de los vencidos que habían perdido una guerra. En la calle se vendían los cuerpos. En la calle erraban rebaños, catervas y fárragos de niños amarillentos, secos, evaporados, flacos, mortecinos, enfermizos y débiles, sin edad definible; atrapados por la miseria, envejecidos de alma y cuerpo, excéntricos cuerpos esqueléticos con el vientre hinchado. La calle era la única pertenencia de los miserables, y siempre será nuestra, como la mierda y el hambre.” (p. 124).

Cumplida la urgencia de dar la palabra al autor de las memorias explicaremos quién somos y como irá la presentación. Somos Agustín y Elodia, hijos del autor de las memorias y su nieta Clara Montesinos Guillamón.

En primer lugar, hablará su nieta Clara y luego su hijo Agustín, que me irá dando pie para leer diversos fragmentos de las memorias.

Terminaremos con la apertura de un turno de preguntas, que intentaremos responder adecuadamente.

HABLA CLARA

Quan em vaig assabentar que havia de fer un treball de recerca vaig tenir molt clar que el tema giraria entorn a la guerra civil i el moviment obrer. Llavors és quan vaig descobrir les memòries del meu avi, que sempre havien estat a casa meva, però mai ningú les havia llegit. Va ser com el destí que d’alguna manera se’m va brindar l’oportunitat de conèixer i aprendre dels meus avantpassats anarquistes i connectar amb ells d’una manera molt especial per mi. A partir d’aquest moment tot va canviar, les memòries tan valuoses per la meva família i per la història van sortir a la llum.

D’aquí va néixer el meu treball de recerca del Batxillerat titulat «Les tres generacions d’anarquistes a la meva família» i el millor de tot va néixer el llibre La pequeña historia, que és el recull de les memòries del meu avi transcrites pel meu oncle.

Estic molt orgullosa que gràcies al meu treball de recerca hàgim descobert les memòries del meu avi i ha estat un honor per mi  poder-les llegir la primera. També estic molt agraïda pel treball i dedicació del meu oncle i el suport i ajuda que hem tingut de la meva mare. He après molt al llarg d’aquest camí, però sobretot he après del meu avi. A ser millor persona, a valorar d’on vinc i mai oblidar els meus orígens anarquistes i proletaris. Perquè vinc d’una família de lluitadors, que van lluitar d’acord als seus valors i orígens i sobretot pels seus, perquè el meu avi creia en un món millor i més just pels que veníem en un futur.

El meu avi va lluitar com a sindicalista durant la dictadura. La seva personalitat va estar definida per l’amor incondicional a la seva família i mai va anteposar la seva militància a la seva vida personal. La seva ideologia va marcar la seva manera d’enfrontar-se el món, amb un sentit molt elevat de la justícia i l’ètica. Sempre va mantenir aquest valors amb molta dignitat i va tenir molt presents els seus orígens transmetent-los als seus descendents. Per exemple amb l’escriptura de les seves memòries que tenen la voluntat de donar testimoni i fer que les vivències del seu pare i de la seva família no caguessin en l’oblit.

Les memòries del meu avi són una herència individual, però també familiar, que mereix ser coneguda com a expressió dels patiments i la lluita constant dels meus familiars. A partir de la lectura de les memòries del meu avi i de l’elaboració d’aquest treball, he comprès la importància que té lluitar per la llibertat i la justícia i aferrar-te als teus valors i la teva ideologia per construir un món millor. Sobretot tinc una gran admiració cap al meu avi que sempre va tenir molt clar quins eren els seu ideals i mai va defallir, sempre va ser fidel a ells i va lluitar per al que creia que era just.

Per això tots vosaltres teniu la gran oportunitat de conèixer aquest gran tresor i poder aprendre dels que ja no hi són.

Vull destacar la figura de la mare del meu avi, la meva besàvia, la María del
Carmen Nebot Nebot. Va ser una dona molt forta i lluitadora en una època i en
concret en un moment convuls en la història d’Espanya, durant la guerra civil i
la postguerra.

Durant la República,  a causa dela militància anarquista del seu marit, el qual mai estava a casa, va haver de criar i educar sola els seus cinc fills. Acabada la guerra va haver de fer front a la misèria, a la fam i a la violència que es vivia a l´Espanya franquista. Va treballar en unes condiciones deplorables, va haver de fer coses inversemblants,va mentir i ocultarla fugida a França del seu marit anarquista, sabent les conseqüènciesrepressives que suposava reconèixer el seu exili. Tot ho va fer perquè sentia un amor immens pels seus, per la seva família, els quals avui en dia la recorden amb un gran amor i admiració.

Els valors que he esmentat del meu avi com el respecte, la justícia i el sentit de
l´ ètica, són valors que va aprendre i heretar de la meva besàvia. Ja que ella és qui
en tot moment el va educar per ser un home responsable i treballador. Va
ensenyar-li que no és més home qui és més violent sinó qui és capaç de
sacrificar-se per la seva família i que mai oblidés d’on venia i qui era. Que
davant les condicions difícils i els obstacles, sempre lluités per tirar endavant,
que no es conformés, ni es rendís mai.

Per acabar vull llegir una cita de l’anarquista Errico Malatesta que em va fer reflexionar força:

“Anarquista és, per definició, aquell que no vol ser oprimit i no vol ser

opressor; aquell que vol el màxim benestar, la màxima llibertat, el màxim

desenvolupament possible per a tots els éssers humans”

HABLA AGUSTIN

Mi padre, Agustín Guillamón Nebot, escribió sus memorias a finales de los setenta. Se trata de tres carpetas plastificadas, con las hojas extraíbles escritas a mano y numeradas. En la bolsa de la primera carpeta se guarda la foto de su abuela materna, Ana María, a quien tanto amó; mi bisabuela.

Durante muchos años no pude leer nunca la totalidad de su trabajo, porque me hacía daño su recuerdo, demasiado reciente y doloroso. Finalmente, en julio de 2018, leí todo su trabajo, y me decidí teclear en Word su manuscrito. El motivo de tal decisión ya lo ha explicado Clara: quiso hacer un trabajo de investigación de bachillerato fundamentado en las memorias de su abuelo, fallecido en 1996, cinco años antes de su nacimiento en 2001.

Era bonito e irresistible: las memorias del abuelo recuperadas por una nieta a la que no había llegado a conocer. Realizado el trabajo de investigación de mi sobrina, mi hermana Elo y yo comprendimos que las memorias de mi padre eran lo bastante valiosas, incluso fuera del ámbito familiar, como para ser publicadas, y por tal razón decidimos hacer una autoedición de 200 ejemplares. Solo había que vestirlas con gramática, ya que las memorias de mi padre andaban desnudas; algo de estilo literario, que no dulcificara la dureza de la experiencia vivida, y una redacción que respetase la fuerza expresiva de una narrativa escrita en primera persona, característica compartida con la picaresca.

Pero todas estas cuestiones estéticas y literarias carecían de importancia, porque el objetivo no era, ni podía ser otro, que presentar al lector de hoy el testimonio vital de mi padre, peón del textil y camarero, nacido en 1926, que perdió una guerra a los doce años de edad y que falleció en 1996, a los setenta años, enfermo de un cáncer con el que la dictadura del hambre le condenó en su juventud, cuando le contrataron en la limpieza de unas calderas de amianto.

Creo que las memorias de mi padre entroncan con la mejor tradición literaria hispana. Sin olvidar que el pícaro era un personaje fruto de la miseria e injusticias de su época que, por eso mismo, reflejaba fielmente las peculiaridades e injusticias de la sociedad que lo había creado, embrutecido y desnutrido. Sí, un pícaro proletario crecido bajo el franquismo, una de las dictaduras más terribles e injustas del mundo occidental durante el siglo 20.

Estas memorias aportan además ciertas noticias que contienen importantísimas novedades historiográficas, que merecen ser estudiadas en profundidad, como son los comités de defensa de barriada de los años treinta, los Regimientos de Marcha de los Voluntarios Extranjeros, la huelga general de 1951 en los barrios obreros barceloneses, los orígenes y naturaleza de los comisionados obreros ya en los años cincuenta, el asalto obrero al sindicato vertical en los sesenta y tantos otros temas, en ocasiones solo esbozados, pero en otras muy marcados y extremadamente originales.

De las memorias de mi padre destaca, sin duda, la enorme integridad y combatividad de un obrero, pobrísimo, que llevaba un mundo nuevo y mejor en su corazón, al tiempo que practicaba una ética ajena a la burguesa, solidaria con su clase y con los suyos y enemiga de sus enemigos, porque el derecho a la vida y la libertad nunca se mendiga, se conquista día a día. La dignidad es siempre el primer paso hacia la libertad y la conquista del futuro.

ELO leerá unas líneas del libro, en la página 341:

“En cuanto acababa la fiesta, empleados y camareros se peleaban en la cocina por hacerse con los canapés sobrantes, que poco antes habíamos estado ofreciendo con una sonrisa. Si nadie los cogía, se tiraban a la basura. Recordé los primeros días y meses de la ocupación fascista de Barcelona, cuando el hambre nos obligó a recoger de la basura aquellas pieles de habas. Recordé los días de mi infancia, cuando todos los niños del barrio recorrían calles y descampados buscando desperdicios e inmundicias que comer o vender. Mi generación fue la de los hijos de los vencidos en la guerra, sin infancia, maltratados por el fascismo y los vencedores; odiados, olvidados, sucios, enfermos, explotados, invisibles y anónimos, en medio de fanfarrias y absurdos triunfalismos, entre charangas y miserias vergonzantes. En la ignorancia más absoluta, sin derecho a una mínima educación o al inicio en un oficio. Rezos y brazos alzados, misas y desfiles falangistas, cánticos e himnos, que ni daban de comer ni labraban un futuro.

Por eso, yo no iba a disputar esos canapés, ni las sobras de aquellos hijos de puta. Mientras tuviese dos brazos para ganarme la vida, de la forma que fuese, no volvería a comer de la basura. ¡Antes robar o matar! Porque la dignidad es el primer paso hacia la libertad.”

Mi abuelo Eliseo guerreó en las batallas de Belchite y del Segre. En febrero de 1939 estuvo en el campo de concentración de Saint-Cyprien, de donde salió en enero de 1940, enrolado en el Primer Regimiento de Marcha de los Voluntarios Extranjeros. Durante la batalla de Francia, estuvo en Alsacia y en el canal de las Ardenas. Tras la derrota, regresó al campo de Saint-Cyprien. Reclutado por el STO o Servicio de Trabajo Obligatorio fue enviado a la construcción del muro del Atlántico. Se evadió de los nazis y, sin papeles, se refugió en los bosques, haciendo de leñador, carbonero o jornalero ocasional en granjas apartadas. En 1944, participóen el maquis que liberó los departamentos del sur de Francia. Mi padre Agustín libró batallas de aquellas que no aparecen en los libros de historia. Mi abuelo ganó dos medallas, como combatiente y como resistente. Mi padre, ninguna. La Gran Historia y la pequeña historia.

Mi abuelo jamás habló de su larguísima trayectoria militar. Sospecho que se sintió traicionado y superado por ese trueque de revolucionario anarquista en soldado antifascista y liberador de la nación francesa. Ni lo entendió, ni lo aceptó; pero cobró, como no podía ser de otro modo, dada su precariedad económica, la pensión que comportaban aquellas medallas.

Ambos se enfrentaron al fascismo y la tiranía. Su combate late ahora en estas páginas, espero que liberador y pedagógico. En todo caso son nuestras raíces, al menos las mías. Es la batalla y la esperanza de dos generaciones de anarquistas, que el lector de hoy debe enfocar desde su presente y someter a la crítica implacable del tiempo, que todo lo modifica y destruye; también son eco de luchas y hambre.                                        *

Niveles de lectura:La pequeña historiaadmite una múltiple lectura; puede leerse como un relato de aventuras, y también como una durísima crítica política del franquismo. Pero, sobre todo, transmite una ética y una perspectiva propias e inconfundibles, fundamentadas en el orgullo de clase y la solidaridad. También admite una lectura antropológica y literaria.

Ante todo, es preciso diferenciar entre memorias e historia. Las memorias guardan y toleran siempre cierto grado de subjetividad y de error. No hay memorias sin errores, porque la memoria es huidiza y quebradiza. Así, por ejemplo, cuando mi padre hablaba del pasaje Nazaret, probablemente se refería al pasaje o calle Llatzaret. Pero no era cuestión de corregirlo, porque él había memorizado Nazaret.

Delmismo modo, cuando situaba el bombardeo del Tío Che en agosto de 1937, se equivocaba, ya que probablemente sucedió el 15 de enero de 1938. Pero eso no quitaba valor alguno a su descripción de los efectos del bombardeo, el derrumbe del edificio y la búsqueda de cadáveres, excavando con las manos entre los escombros.

ELO leerá los párrafos del capítulo titulado Bombardeos en laspp. 46.47:

“Un día, era agosto, estaba en una cola cuando empezaron a bombardear. La gente decía que había caído una bomba en la calle Wad-Ras, en la horchatería del Tío Che.

Esa horchatería estaba cerca de mi casa. Fui corriendo. Al pasar por delante de lo que había sido un edificio de cuatro pisos de altura, me detuve. Se había convertido en un enorme montón de escombros, entre los cuales un puñado de vecinos intentaba rescatar a quienes habían quedado sepultados. Un viejo me llamó gritando, pidiéndome que tirase de una mano que sobresalía entre las piedras, mientras él retiraba los cascotes de alrededor. Me repetía: “¡tira, tira, que está vivo!”. Cogí la mano, para tirar con fuerza de ella. Al primer tirón me quedé con un brazo entre mis manos. El resto del cuerpo no estaba allí, solo era un brazo desgajado. Lo puse en un cesto que se iba llenando con los pedazos que se iban sacando de entre las ruinas. El viejo, sin hacerme el menor caso, seguía hurgando y removiendo los cascotes con sus manos ensangrentadas. Perseguía el cuerpo de aquel brazo.

Miré hacia arriba, a lo más alto de lo que había sido un edificio de cuatro pisos. Entre los hierros de la estructura del edificio colgaba un pedazo de pared, con una telaraña de alambres, entre los que se balanceaba ahorcado un gato negro. Me lo quedé mirando un buen rato. No sé por qué, pensé en todos mis hermanos.

Me fui a casa. Al doblar la esquina vi que varios vecinos señalaban la fachada del edificio donde vivíamos. Una grieta cruzaba el inmueble desde el terrado hasta el piso debajo del nuestro, pasando por mitad de la habitación de mi madre.

Subí corriendo las escaleras. Al abrir la puerta de casa pensé que no encontraría a nadie con vida, dado el silencio existente. Al llegar a la habitación del fondo encontré a todos mis hermanos mirando a la calle a través de la grieta.

Cuando llegó nuestra madre marchamos al pasaje Nazaret, a vivir con mis tíos mientras arreglaban los desperfectos de la pared.”

En ocasiones, sus memorias cuestionan o proponen nuevoshechos historiográficos, comola ejecución al garrote de menores de edad en los años cuarenta, la presencia de la marina americana en la Bahía de Cádiz ya en 1946; que la huelga general de tranvías en 1951 no fue solo una negativa generalizada a subirse al tranvía, sino la primera huelga general barcelonesa después de la guerra civil.

Respecto a la narrativa de aventuras, confieso que siento cierta inclinación por dos capítulos; el primero se titula Enero de 1939 y narra el épico viaje de Tarrasa a Barcelona por las vías del tren, cargados a la espalda mi padre y mi abuela con las dos hermanas menores. Mi padre va recogiendo las armas que los soldados abandonan en las cunetas, mientras cada vez más cerca suenan las explosiones de los dinamiteros que vuelan los puentes para retrasar el avance de las tropas fascistas; el segundo, titulado El Grito, cuenta cómo los niños hambrientos de Pueblo Nuevo asaltaban los carromatos que transportaban el grano por la calle del Taulat, junto al cementerio. Se jugaban la vida por el puñado de grano que caía de los sacos, rasgados a navajazos. Pero existen otros muchos episodios más, entre los que destacanRevolución, Tarrasa, El saco, A barrigazos, etcétera, aunque en realidad todoel libro puede leerse de principio a fin como tal narración de aventuras. Y está bien que sea así, porque además de entretenido es instructivo, y a quienes llevamos el apellido Guillamón nos habla de nuestros abuelos ybisabuelos, algo muy poco frecuente en el mundo actual.

ELO nos leerá un recorte del capítulo titulado El Grito, en las pp. 88-90.

Mi hermano y yo nos conjuramos: nunca más comeríamos de un basurero. Si era necesario robar para comer, robaríamos. Y robaríamos todo lo necesario para el sustento de la familia, ayudando así a nuestra madre, que trabajaba todas las horas que podía. En el barrio se formaban pandillas o grupos de chicos, sin más objetivo que el de sobrevivir. Nos dedicábamos a coger el carbón de las máquinas de tren en el depósito de Pueblo Nuevo, asaltábamos los carros de legumbres de la estación del Morrot, o del Bogatell, desvalijábamos los tinglados del puerto donde se almacenaban provisiones, desmontábamos railes y vagones para vender todo lo metálico, quitábamos los paquetes que los estraperlistas tiraban en la estación del Clot, recogíamos la leña que el mar arrojaba en la arena de la playa, arrancábamos las tapaderas de hierro de las cloacas de las calles. Casi todo se lo vendíamos al trapero. También hacíamos de descuideros en el mercado o los días de pago a la salida de las fábricas.

Pero lo más frecuente, rápido y beneficioso era asaltar los carros de legumbres. Teníamos que escondernos en función de la dirección del carro. Si el carro iba desde la estación de Pueblo Nuevo hacia la Barceloneta, por la avenida de Icaria, debíamos apostarnos en cualquier esquina de la calle del Taulat. Pero si el carro salía desde la estación del Morrot hacia el Campo de la Bota, al no ofrecer la pared del cementerio ningún refugio, debíamos ocultarnos en algún recoveco de esa pared o en el hueco de la puerta que solo se abría el día de difuntos. En estos casos, el olor a orines era insoportable. Pero ese era el sitio que nos había tocado, ya que el barrio estaba repartido entre las diferentes pandillas que nos dedicábamos a aligerar la carga de los carros.

Uno debía arraparse a la pared, sosteniendo un cuchillo en la mano, a la espera de que apareciese el carro adecuado. Junto al carro iba siempre un guarda, provisto de una escopeta y un látigo.

Si el carro que aparecía era el esperado me abalanzaba sobre los sacos con mi navaja en alto. Les pegaba unos profundos cortes, mientras de la garganta me brotaba un grito salvaje. Con el grito soltaba los nervios contenidos y provocaba la sorpresa y sobresalto del guarda. Luego corría zigzagueando por la calle para ponerme a salvo de los disparos.

Mientras tanto el grano caía sobre el empedrado y, aunque el carretero lo intentara recoger, siempre quedaba algo entre los adoquines. Suficiente cantidad como para que el resto de compañeros del grupo y mi hermano Eliseo lo recuperasen y repartiesen con quien se había expuesto a ser tiroteado. En ocasiones, el muchacho al que le había tocado acuchillar los sacos era alcanzado por una descarga. El guarda, entonces, antes de entregarlo a la policía lo maltrataba a latigazos en plena calle.

Cuántas veces, esperando arrapado en la pared del cementerio con mi navaja en la mano, había deseado estar en paz entre los muertos, dentro del cementerio, al otro lado del muro, donde reinaban la paz, la tranquilidad y el silencio, en lugar de estar allí fuera, en aquel infierno diario por sobrevivir.”

También puede hacerse una lectura política, porque es muy evidente la crítica política del franquismo, dado que el terror y el hambre definen un régimen despótico y cruel, que no admite justificación alguna. Así sucede con los capítulosFrágiles y rotas,La tribu de Franco o La cruz de la espada.

Elo nos leerá unos recortes de Frágiles y rotas,dedicado al trato dado por el franquismo a las mujeres republicanas, en la pp. 99-100:

“En ocasiones, mientras vendíamos esto o aquello en la calle, había visto a la portera, madre del Mulet, aquel miliciano que había requisado el coche de las beatas de la mercería durante la guerra. Se colocaba de rodillas frente a la tienda y les suplicaba que le devolviesen a su hijo, que estaba preso a causa de su denuncia. Las beatas, entre visillos, la miraban disgustadas, telefoneaban a la policía y al poco se la llevaban a rastras hasta la otra punta de la calle de la Amistad, amenazándole de que en próxima ocasión la llevarían a comisaría. Pero ella volvía una y otra vez, con los brazos en cruz, arrodillada ante la mercería. Suplicaba que le devolviesen a su hijo. Las beatas podían pasar horas y horas mirando entre visillos. Un día a la madre del Mulet le dio un ataque, amenazaba y suplicaba, reía y gritaba o lloraba. En esta ocasión la policía se la llevó de mala manera, pues la arrancaron a palos de la puerta de la mercería, donde se había agarrado. Estuvo una temporada encarcelada.

La madre del Mulet le había comentado varias veces a mi madre que no sabía la suerte que tenía por no saber nada de su marido y no tenerle en aquel infierno. Supe mucho tiempo después que su hijo estuvo quince años en la cárcel, de donde salió envejecido y medio loco.

Una madrugada, mi madre y yo fuimos al Born para comprar el género que teníamos que vender aquella semana.  Al pasar por el Arco del Triunfo nos encontramos casualmente con Ángeles, aquella miliciana joven y guapa, vecina nuestra en la calle de la Amistad. Al instante se abrazó a mi madre y le contó que había hecho cola en la Sanidad Nacional, en la plaza del Comercio. Para pasar una revisión médica a su cuerpo, porque hacía de puta y periódicamente la obligaban a ir a ese centro. Le explicó que habían fusilado a su marido y con ella habían hecho lo que quisieron, lo que les dio la gana. Y la encerraron en la prisión. Al salir, con sus antecedentes de roja, no encontraba otro trabajo más que el aprendido con los nacionales.

Meses después nos enteramos por confidencias de la Elisa, madre del Francisco, otra de nuestras vecinas que también hacía de puta, que Ángeles había muerto de sífilis.”

Franco se convirtiódesde 1940 en un Faraón que construía su pirámide mortuoria derrochando recursos materiales y económicos en una sociedad famélica y miserable. Los vencidos republicanos fueron esclavizados para construir la gran tumba faraónica en el Valle de los Caídos.

Confieso que, como editor y corrector del texto de mi padre, realizado en la primavera y verano de 2018, se me puso la piel de gallina cuando trabajé el capítulo titulado La tribu de los Franco. La narración sobre el juicio por corrupción en el que estaba implicado el hermanísimo, Nicolás Franco, conducido por el presidente de la Audiencia de Pontevedra,Mariano Rajoy (padre), tenía un evidente, extraño e inquietante paralelismo en los sucesos que salían diariamente en la prensa y televisión, referentes a cualquier persona que pudiera implicar a Mariano Rajoy (hijo) en asuntos de corrupción. En ambos casos, tanto en el del padre como en el del hijo, se reproducía el mismo método de muertes providenciales, pero muy sospechosas, por fatales accidentes, suicidios o ataques al corazón, que alimentaban rumores (fundados o no) de asesinatos de Estado. No se podía probar nada, ni acusar a nadie de nada; pero no se podía evitar cierta desazón, sorpresa y malestar. Era una repetición muy inquietante, que inducía a jugar con el significado de casual y causal.

Existe una lectura sindicalista, que narra el afán y la vocación sindicalista de mi padre, que incluso participó en cursillos de formación del vertical, que abandonó en cuanto vio que intentaban transformarlo en un burócrata antiobrero. Disfrutaba su asistencia a la biblioteca jurídica del sindicato, instruyéndose en derecho laboral, y, sobre todo, planificando las reivindicaciones laborales en su lugar de trabajo con el asesoramiento de un bufete de abogados laboralistas.

Resulta divertidísima la narración que hace en el capítulo “A dios lo que es de dios y al abogado lo que es del abogado” de la colecta de dinero en una empresa, a cara descubierta, en 1956, destinada a pagar las cuotas de un bufete de abogados laboralistas.

ELO leerá unas líneas de las pp. 227-229:

“En una de las reuniones de los trabajadores en el comedor de la fábrica, Martín y yo fuimos nombrados comisionados. Se trataba de recaudar fondos de ayuda para los despedidos, además de la cuota que se pagaba al abogado. Al mismo tiempo esta acción debía servir para levantar los ánimos de los trabajadores.

Durante el tiempo de la comida, una hora y media, ambos recorrimos toda la fábrica, pidiendo la cuota sindical y una aportación extra a todos los que estaban trabajando en su turno. Los encargados de sección se marchaban o miraban a otro lado. Era cuestión de no enterarse de lo que estaba pasando debajo de sus narices. Esta actitud animó a muchos obreros a contribuir con sus aportaciones. Era la primera coyuntura en que se recaudaba dinero con fines sindicales, sin tapujos de ningún tipo. Al resto de la plantilla les pedimos dinero en el comedor, sin escondernos para nada. Pasábamos por las mesas sin decir palabra; todo el mundo sabía sobradamente para qué era el dinero recaudado.

Metidos de lleno en esta tarea, fuimos llamados al despacho del director. Estaban los dos principales mandamases, el señor Nonell y el señor Latorre, más dos encargados de sección y dos guardas de seguridad.

Nonell preguntó para quién recogíamos el dinero y qué organización había detrás de todo aquello. Yo respondí que la acción había nacido de mi gratitud y que el dinero recogido era para el cura de Pueblo Nuevo. Ambos directores se quedaron boquiabiertos, sin saber qué decir. Yo continué explicando que lo había recogido a la hora de comer para no faltar a mi trabajo. El director me miró con admiración y dijo que, en otra ocasión, antes de hacer una recolecta para la Iglesia, debería pedir permiso. Luego nos indicó que podíamos irnos.

A la salida del trabajo, el Martín y yo fuimos a visitar al cura de Santa María del Taulat. Le dimos una parte del total recaudado. El cura quedó muy sorprendido y agradecido. Le dijimos que, si en el futuro el señor Nonell nos lo permitía, haríamos otra colecta.

El cura telefoneó inmediatamente al director, dándole las gracias. Acto seguido fuimos al abogado, le dimos la parte del león de lo recaudado y le explicamos lo sucedido. El abogado, Antonio Cuenca, se echó a reír con ganas y nos confió que lo habíamos hecho muy bien, al evitar represalias y conservar el puesto de trabajo. Si nos hubiésemos enfrentado a la empresa solo habríamos tenido problemas y probablemente hubiésemos acabado en prisión. Mejor evitar en aquel momento un enfrentamiento frontal.

Nos aseguró que solo se enterarían de lo ocurrido quienes tuvieran que saberlo. El resto de trabajadores nunca supo que el dinero de la recolecta había sido compartido entre un abogado laboralista y un cura.”

Una de las caras más horribles de la patronal de hostelería, y del uso represivo que hacía del vertical aparece en el capítulo titulado “La encerrona del vertical (1971)”, del queElo leerá unos fragmentos de las pp. 426-431:

“La presidencia del acto estaba constituida por Ignacio Cuadrillera Cuevas, secretario del sindicato provincial de hostelería; Ángel García Carrés, letrado asesor sindical (nazi, hermano del destacadísimo nazi Juan García Carrés) y el presidente de la Unión Provincial de Hostelería y diputado en Cortes, don Luís Pevidal […] Sin hacer el menor caso de nuestras protestas se abrió la sesión con la presencia de tan solo cuatro trabajadores. Solo quedábamos el Germán, el Solé, el Quimet y yo.

En un rincón de la sala, sin hacerse notar demasiado, estaban los cuatro matones del vertical, prestos a cumplir las órdenes de sus superiores. Eran la solución final, que podía ir desde una advertencia cordial hasta un par de bofetadas o una pierna rota, y en casos más graves, una paliza de muerte, o, si se terciaba, un “suicidio” desde la terraza del edificio sindical. Todo el mundo lo sabía, todo el mundo los conocía, todo el mundo les temía. Su mera comparecencia en aquella sala anunciaba la posibilidad de aplicación de esa solución final. Pero la presidencia justificaba su presencia como necesario servicio de orden.

Por parte de la patronal no faltaba nadie, no sobraba ningún representante, ni se negaba el acompañamiento por cuantos abogados a sueldo quisieran llevar. La presidencia del acto no paraba de saludar efusivamente a todos los empresarios asistentes y a los lacayos que les asesoraban.

La guinda del acto se centraba en la presencia del dueño de la cadena HUSA, propietario de numerosos hoteles, tanto en España como en el extranjero, representante de la patronal catalana de hostelería […].

Empezó a hablar el señor Gaspar. Y habló, habló y habló lo que quiso. Era de aquellas personas encantadas por oírse la propia voz. Cuando te miraba, tenías la incómoda sensación de ser invisible. Explicó la privilegiada posición de que disfrutábamos los camareros y el personal de hostelería. Del exquisito trato que recibíamos de los patronos, tanto en igualdad como en limpieza. Que teníamos la inmensa suerte de compartir la mesa y la vida familiar que se practicaba en las empresas de hostelería. Que se comía lo mismo, desde los patronos y clientes hasta los camareros y el último ayudante o el friegaplatos. Que el ramo de hostelería conformaba una gran familia, aunque algunos camareros no se lo merecían, dada su deslealtad y la conducta conflictiva seguida con su patrono, después de que este los sacara de las fábricas, donde estos debieran permanecer, por su forma de ser y comportarse, porque habían estado en la cárcel.

Yo me levanté y le corté inmediatamente, diciéndole que, si toda su verborrea era para decirnos que yo provenía de la fábrica, pues le daba la razón y le confirmaba que parte de mi vida había trascurrido como peón en manufacturas textiles. Y que por ello podía afirmar que la explotación padecida en el taller era la misma que en el restaurante. Que, si me acusaba de haber estado encarcelado, le confirmaba de nuevo su afirmación. Que sí, que había estado encarcelado, y que a ver quién, de los allí presentes, podía afirmar que no lo estuviera en un futuro cercano, ya que motivos para ser juzgados todos los tenían, dado que el sindicato vertical era un pozo de corrupción de patronos y empleados, en el que todo el mundo robaba a sus obreros y a las instituciones. Afirmé que, si yo había estado preso era porque el patrono no me había pagado lo suficiente para vivir, y me había ganado con mi trabajo. Y por ello se lo tuve que robar. Y así lo hice constar en el juicio que me hicieron a puerta abierta, hasta que el juez la hizo cerrar para que no se oyeran mis acusaciones y mi defensa. Y para que nadie pudiera juzgar de qué parte estaba la justicia y la verdad. Señalé que la reunión a que asistíamos no se había convocado para juzgarme a mí, o a mi pasado, sino para solucionar los errores laborales continuados de la patronal de hostelería, que perjudicaban gravemente los derechos de los trabajadores del sector. Que estábamos allí para confeccionar una nueva reglamentación de hostelería. Que el único punto de discusión del orden del día era dar respuesta a mi denuncia. Y publicar la solución hallada en el nuevo convenio de hostelería. Que juzgarme a mí, en lugar de tratar la problemática existente en hostelería, era un grosero e incalificable montaje de distracción. Que los cuatro trabajadores presentes en aquella reunión no permitiríamos que convirtiesen aquella asamblea en una farsa de la patronal […].

Todos los presentes, excepto los cuatro trabajadores, se pusieron a vociferar, rugir y berrear. Patronos y mandamases del vertical, unidos, se levantaron de sus asientos, indignados. El Germán, con un vozarrón proletario que derrotaba el amariconado guirigay de la patronal y del vertical, les calificaba de vampiros que chupaban la sangre de la clase obrera. […]Mientras tanto, el presidente de HUSA, con un gesto de contención de la palma de su mano en dirección a los de la solución final, puestos en pie de alarma al fondo de la salita, nos susurraba a mí y al Germán que nada sacaríamos enfrentándonos a los patronos. Que, si nosotros queríamos, nos buscaría un buen empleo, parecido al del señor Pevidal o al del señor Cuadrillero. De lo contrario, nuestros nombres podían ser incluidos en las listas negras de la patronal. Rechazamos indignados, tanto los sobornos como las amenazas. Le daba igual. Vivía en otra galaxia. Le éramos indiferentes y consideraba que la ética era, para nosotros, un lujo inalcanzable, y, para él, un inútil estorbo. Estaba acostumbrado a la compraventa de voluntades y pensaba que solo era cuestión de modular el precio o la amenaza. Era un ser asqueroso y despreciable que solo respetaba el dinero, porque solo el dinero le daba fuerza y poder. No era una persona, era un arquetipo y paradigma del capitalista.”

A nivel antropológico destaca, sin duda, la fortísima relación amor/odio entre mi padre Agustín y mi abuelo Eliseo, que es a la vez héroe invencible y villano que ha abandonado a la familia. Tal sentimiento contradictorio solo puede desaparecer con la muerte del padre, simultánea a la madurez del hijo. Es un tema universal y, a la vez, una variante del conflicto edípico, un arquetipo.

La amarga separación y creciente divergencia entre los exiliados en Francia y quienes se han quedado en España, que aparece en los capítulos Mirande, La muerte de mi hermanoy otros, es una cruel constante de la que nunca se ha librado ningún exilio. Creo que mi padre consigue expresar esa cruel contradicción entre los exiliados, que continúan viviendo en la Barcelona del 36, que ya ha desaparecido, y los españoles que se han quedado en la España de la dictadura franquista, influidos inconscientemente por la propaganda fascista y adaptados necesariamente a los cambios políticos y sociales, impuestos por el déspota.

ELO leerá un corte de un capítulo dedicado a los exiliados en Mirande, pp. 244-245: “Comprendí… el futuro y su tierra”

“Comprendí entonces la angustia y la pena de aquellos hombres, enfrentados a una reconquista de la familia que, en ocasiones, era imposible. Porque el paso de los años los había convertido en extraños, con formas de vida y opinión totalmente divergentes. Al cruzar la frontera ellos habían entrado en un mundo ajeno al que vivían sus familiares, con intereses, vivencias y sueños distintos y desconocidos unos de otros. Eran dos mundos paralelos y distantes, incluso exóticos entre sí.

En España se desconfiaba de todo. Miedo y hambre se habían grabado a fuego en los corazones y la mente. Se malvivía después de trabajar jornadas de 12 o 14 horas. Miedo y miedo en todo y por todo, todos los días. La hipocresía era una necesidad. La ideología fascista del régimen se imponía a golpes de propaganda. Día a día el fascismo impregnaba pensamiento, moral y costumbres, hasta hacerse sangre y carne, segunda naturaleza. En Francia era todo lo contrario. Cruzar la frontera era derrotar al fascismo y vivir en libertad. Y eso no era poco. Allí los españoles se ayudaban entre ellos, y cualquier idea o forma de pensar era respetado.

Aquellas personas, sin patria ni familia, viejos mutilados o amargados, formaban una comunidad aislada del resto de la Humanidad y del mundo, que tanto les debía por sus hazañas y valentía. Eran seres excepcionales que habían vivido mucho y sufrido aún más. Pero también eran una especie en proceso de extinción. Vivían en el pasado, un pasado glorioso y heroico, pero sin futuro, sin reconocimiento social o político, sin nada que ofrecer, salvo recuerdos.

El destino y la Historia, en mayúscula, los habían elegido para vivir momentos singulares, para derrotar al fascismo y conquistar la libertad en todo el mundo, excepto en España. Les habían robado las dos cosas que más querían y eran su razón de ser: el futuro y su tierra.”

El horizonte urbano y la falta de oficio de un niño proletario, apenas escolarizado, contrasta con la inmensa cultura rural del padre, lo cual le permite sobrevivir en la Francia ocupada por los nazis en las condiciones más adversas. Es un tema que nos remite a la España vacía y al profundo desarraigo de la emigración en su segunda generación.

Vamos terminando: este libro de memorias es un testimonio recóndito, de un don nadie sin pretensiones, uno más entre otros muchos, que dejó constancia de su experiencia vital, dura y desgarradora, en una época terrible de la reciente historia de España.  Mi padre fue heredero del combate por la libertad. Fue un proletario consciente de serlo y orgulloso de su clase. Estas memorias dan testimonio de su dignidad y valor, así como de su profundo e inquebrantable sentido de la justicia.

[Elo leerá algunos párrafos del final del libro, pp. 505:

“El dictador fue sepultado en el Valle de los Caídos, al lado de José Antonio, fundador de Falange. Cuando la losa de granito blanco de cinco toneladas cerró el féretro en un agujero del que ya no podría salir, ni resucitado, comprendí que aquella losa cerraba también una época.

Mientras el dictador era enterrado como un faraón en su pirámide, con una gigantesca cruz excavada en la roca, la media España de los miserables que perdió una guerra, y que fue fusilada, exiliada y humillada hasta el hartazgo, por su ejército, su iglesia, sus amos y los asesinos a sueldo, disfrazados de falangistas o policías, seguía sufriendo, como en los últimos cuarenta años, la prohibición de enterrar y honrar a sus muertos.”

Concluimos que, pese a quien pese, la gente anónima en algunas ocasiones, muy pocas, toma la palabra, y con ese acto condena al infierno del recuerdo, de la realidad histórica y de la verdad a los poderosos y privilegiados que vivían y viven sobre la explotación, los sufrimientos y la miseria de la inmensa mayoría.

Abrimos, ya, el turno de preguntas y aclaraciones.

Agustín Guillamón Iborra

Clara Montesinos Guillamón

Elodia Guillamón Iborra

Todas las fotos son de Josep Maria March

Presentaciones realizadas en

Librería LA ROSA DE FOC (8-11-2019). Organizado por LA FELLA y CNT Catalunya (AIT)

Biblioteca de Pueblo Nuevo-Manuel Arranz (28-11-2019). Organizado por Llibreria Etcètera y Arxiu Històric del Poblenou. Jordi Fossas hizo de moderador.

En venta en las librerías de Barcelona:

Etcétera, carrer Llull 203 (Pueblo Nuevo)

El Lokal, carrer de la Cera, número 1

La Rosa de Foc, carrer Joaquín Costa, 34

En la librería de Madrid:

LaMalatesta, calle Jesús y María, 24

En la web de la librería LaMalatesta, aquí: http://www.lamalatesta.net/product_info.php/products_id/60724

¿Qué pasa en Catalunya? ¡Anarcopuristas Go Home…!

Acabo de leer en la revista “Catalunya” de la CGT del mes de noviembre dos artículos que encajan bastante bien con la tónica que mantiene ese periódico desde que el Govern” decidió convocar en octubre del 2017 el referéndum sobre la independencia.

Esos artículos celebran la espectacular y contundente respuesta que se ha dado en la calle a la sentencia condenatoria de una parte del Govern, de la Presidenta del Parlament, y de los dos máximos dirigentes de las dos grandes organizaciones nacionalistas catalanas.

En ambos se saluda el coraje, la contundencia, la determinación de esa respuesta popular frente al Estado español y a las fuerzas represivas que de él y de la Generalitat dependen. No solo se justifica la presencia anarquista en esas movilizaciones sino que se celebra esa participación, se llama a intensificarla y se descalifica la presunta inhibición de los y las anarquistas que se encierran en “su torre de marfil”, que no asumen las contradicciones propias de todas las luchas, y que se refugian en “la pureza anarquista”Anarcopuristas Go Home concluye uno de los dos textos con cierto regusto a aquel Yankee Go Home de tiempos pretéritos.

Resulta, sin embargo, que aludir a la defensa de “la pureza anarquista” para dar cuenta del motivo que incitaría a no involucrarse en la actual movilización revela que nada (o bien poco) se ha entendido del talante que anima al anarquismo. Nadie que se pretenda anarquista y sea mínimamente coherente basaría su negativa a implicarse en las actuales movilizaciones en la preocupación por preservar la pureza del anarquismo, por la sencilla razón de que el anarquismo es radicalmente antitético con cualquier pretensión de pureza.

La pretensión de preservar la pureza del anarquismo resulta totalmente absurda para cualquier anarquista porque el anarquismo es constitutivamente impuro. Es mestizo, es diverso, es polifacético, es cambiante y es inevitablemente abierto. La idea de pureza es propia de los planteamientos los más reaccionarios en todos los ámbitos, desde la religión, a las supuestas razas, a las ideologías, a las culturas, etc. etc. Así que, pensar que si se critica una determinada movilización es en nombre de “la pureza anarquista” indica, lo repito, que no se acaba de entender el anarquismo.

Imputar la crítica contra las actuales movilizaciones a “la pureza anarquista” o al encierro en “la torre de marfil” es una manera cómoda y fácil de eludir el debate político acerca de esas movilizaciones.

¿Acaso se puede discrepar políticamente de la implicación anarquista en las actuales movilizaciones sin que sea por la absurda preocupación de preservar una inexistente pureza anarquista, o porque se prefiera contemplar las cosas desde una supuesta torre de marfil? Por supuesto que sí y está claro que no faltan argumentos para contraponerlos a quienes defienden, celebran y alientan esa implicación.

Escribía en un texto reciente: “Por bellas que sean las llamas de las barricadas y por indignantes que sean los disparos de la policía no deberíamos dejar que esas llamas nos impidan ver los caminos engañosos que alumbran, ni dejar que esos disparos nos impidan oír las enseñanzas proporcionadas por la larga historia de nuestras luchas emancipadoras.”. No cabe duda de que quemar contenedores, arrojar objetos o cócteles a la policía, bloquear autopistas y estaciones de ferrocarril, son formas de lucha que nos entusiasman cuando consiguen romper la pasividad y la sumisión reinantes y despiertan solidaridades.

Pero ¿acaso no conviene interrogarnos acerca de quiénes son los que diseñan las estrategias y articulan los medios para que esas movilizaciones sean posibles? ¿preguntarnos cómo y porqué lo hacen? ¿para conseguir qué fines? ¿No deberíamos interrogarnos, por ejemplo, acerca de la supuesta horizontalidad de las decisiones que articulan las movilizaciones del Tsunami Democràtic?)

¿Acaso basta con que una movilización se produzca y adopte formas de enfrentamiento contundentes para que debamos sumarnos a ella? ¿Acaso nuestro lugar estaba en la plaza Maiden, por muy masiva y popular que fuese aquella revuelta y por muy represoras que fuesen las autoridades ucranianas? ¿Acaso el anarquismo no dispone de herramientas para decidir de forma genuinamente autónoma cómo, cuando y para alcanzar qué fines debemos involucrarnos en las luchas?

Frente al mantra de que lo importante es luchar y ya veremos después hacia dónde nos lleva, y qué efectos produce, quizás valdría la pena reconocer la importancia de pensar esas cuestiones y de debatirlas sin recurrir a descalificaciones que obstaculicen el análisis, la reflexión, la discusión, y la plena legitimidad de tomar eventualmente una postura fuertemente crítica ante la implicación anarquista en la movilización actual.

Tomás Ibáñez