Aliados libertarios, asumiendo lo suficiente y lo necesario

(apuntes  sobre la necesaria y siempre insuficiente deconstrucción de la masculinidad en el imaginario HPC )                         

Con las palabras que siguen quiero comentar un artículo titulado “¿Deconstrucción?”, publicado en “La Oveja Negra” (http://www.boletinlaovejanegra.blogspot.com) nº 62 de abril-mayo de 2019

1 Introducción.

Todes somos socializadas (miremos si no las expectativas generadas antes del nacimiento) y vivimos inmersos en el imaginario social heteropatriarcalcapitalista (HPC). Hablamos de la regulación inconsciente de la dominación en nosotros no por Otro Yo desconocido, sino de otro en mí mismo, que me subjetiviza, un imaginario en el que el sujeto no se dice sino que es dicho por él. Si los hombres queremos asumir el papel de aliados en la lucha que las mujeres libran por su emancipación no podemos sino iniciar un proceso, usamos para lo que vamos a tratar una reflexión de Castoriadis: “la reflexión genuina es por lo tanto, ipso facto, un desafío a la institución de la sociedad dada, la puesta en cuestión de las representaciones socialmente instituidas”. [C. C. “El mundo fragmentado”].

Una desafiante reflexión, una deconstrucción de nuestra masculinidad producto del imaginario HPC que implicará su imbricación necesaria con nuestras prácticas, aunando lo personal con lo político (y viceversa).  

Hemos de reconocer que nuestra impronta, nuestra pulsión masculinista , nos lleva a querer ser, en los más de los casos, los más feministas (siempre los más en todo), incluso más que las propias compañeras, pura estética vacía de los que no quieren incidir en sus privilegios HPC y sin embargo prestos nos atrevemos a sostener la pancarta feminista. En definitiva, es mucho más grato referirse a los cuidados que amorosamente prestan tantas mujeres y a cómo los capitalistas las explotan que cuestionarse cuánto mejor vivo yo sin limpiar el váter.

Cómodamente instalados en nuestros privilegios de la jerarquía HPC [en los cuidados, en el sindicato, en el curro, en las relaciones afectivas], cuando la igualdad nos involucra directamente la sentimos como opresión de “las que están sacando las cosas de quicio”, “las feministas dividen la lucha y quieren una guerra de sexos” (o los cientos de comentarios misóginos que cotidianamente escuchamos en el entorno de nuestras fraternidades ante los que cerramos nuestros oidos, disculpamos o incluso aplaudimos, no vaya ser que desconfíen o nos expulsen de esas fraternidades masculinas a las que pertenecemos) .   

2. Genealogía del heteropatriarcado capitalista.

Iniciemos una breve aproximación a los orígenes y desarrollo histórico de este imaginario señalando la íntima imbricación del Patriarcado con el Capitalismo iniciada hacia el S XVI. Con la destrucción a sangre y fuego las anteriores formas populares de convivencia patriarcal muy relativamente horizontales (las revueltas campesinas en defensa de los comunes contra su privatización, la masiva quema de brujas en Europa para sujetar a las mujeres y el exterminio de las poblaciones autóctonas de las colonias, etc.) se inicia un nuevo régimen, el capitalista que rearticula y “moderniza” el Patriarcado anterior.  

La naturalización de la dominación impulsada desde sus inicios por la Modernidad Ilustrada fue produciendo monstruos domesticades y normativizados. El discurso moderno del “somos así” o “la genética y biología humanas nos determina”, se manifiesta en los distintos filósofos modernos, para: a) señalar la necesidad del Estado que imponga el orden entre les lobas/os (Hobbes); b) distribuir absurdas “complementariedades”: los hombres, son racionales, luego su lugar es el ámbito público y siendo las mujeres emocionales e inestables son incapaces de asumir nada más allá del hogar y la maternidad (Rousseau); c) a unes cuantes, pobrecilles, su abyecta y enferma obsesión por les de su mismo sexo la sicología y la medicina “científica” les curará y reconducirá por el buen camino hetero (ej. Freud); d) a algunas culturas atrasadas tendremos que “civilizarlas”; etc.,etc.).

El desarrollo biopolítico estatal posterior y la asunción de este cientifismo naturalizador fue incorporado, con mayor o menor éxito, hasta en muchas de las prácticas de lucha y del imaginario de las tradicionales resistencias obreras.  

La pamema del libre albedrio (la quimera de la soberanía individual aislada y ansiosamente temerosa de la comunidad) es la estratagema que seduce y produce, entre nosotros los varones, el canon del hombre hecho a sí mismo, la individualidad atomizada y rabiosamente competitiva, misógina, racista y homófoba tan funcional a este HPC. Lo que hace tan potente la dominación HPC es su invisibilidad y reproducción continuada; somos sujetos construidos y sujetadas en y por estos valores y prácticas cotidianas (políticas e íntimas). Son las creencias inconscientes en las que vivimos inmersos las que nos han conformado como sujetos a la vez que nos han sujetado para asumir natural e inconscientemente nuestra privilegiada y toxica identidad masculina.                                                                                                               

Ante esta realidad tenemos un reto ineludible las que entendemos la individualidad como un valor inseparable de la comunidad, les libertarias somos quienes luchamos por la libertad y el apoyo mutuo en comunidades sin Estado, en las que la diversidad humana sea la base de una política en la que gestionemos autónomamente, sin tutelas de ningún tipo, todos los aspectos de nuestra vida para que merezca la pena ser vivida. 

Este reto nos sitúa más allá del derrocamiento del Estado y el Capital para implantar la autogestión generalizada de los medios de producción, histórico anhelo de las clases trabajadoras. Una vez realizada la revolución es pertinente preguntarnos por ¿quiénes asistirían a las asambleas obreras, vecinales, etc.?, ¿qué participación tendrían los no nacidos en la comunidad y/o de otra raza en las deliberaciones?, ¿quiénes se encargarían de cuidar a la chavalería y a los viejas durante las actividades públicas?, ¿reproduciremos el binario masculino/femenino?, ¿qué formas de camaradería afectivas y reproductivas serán cotidianas?, ¿seguiremos asumiendo la heteronorma y “respetando” a lxs abyectxs?.   

Por mucho que estén alejadas de nuestro cortoplazo, estas preguntas, entre otra muchas, no las podemos dejar como planteaba Lenin, y muchos anarquistas contemporáneos, siempre, para más tarde, ya que estos problemas, “culturales” se desvanecerán, se supone, una vez sobrepasados las cuestiones de la contradicción principal económica.

No nos creamos la superchería de que la bondad del ser humano saldrá a la luz mágicamente una vez destruido el estado y abolida la propiedad privada de los medios de producción instaurando la autogestión generalizada. Es el erróneo argumento de la determinación que la infraestructura económica impone a la superestructura cultural, por el que se pospone en la práctica hasta el fin de los tiempos la lucha contra la dominación heteropatriarcal.  

Ciego planteamiento economicista que no asumiendo la integración antropológica de la dominación en el HPC, crea artificialmente compartimentos estancos jerarquizados por los que se supedita a la contradicción principal (la económica) a la contradicción secundaria o cultural (la misoginia, la homofobia, etc.).

Sirva de ejemplo que en la Italia de inicios de los 70 del S XX, durante las luchas por la autonomía obrera muestran los hombres autónomos una miopía social y política de manual, fruto de un machismo inconsciente. Militando en Lotta Feminista,  las compañeras recibían la indiferencia y animadversión de sus camaradas hombres hacía lo que estos “revolucionarios” consideraban luchas interclasistas de las mujeres (aborto y violencia), acusándolas de dividir el movimiento revolucionario (enfrentando a hombres y mujeres) o sus risas burlonas ante su consideración de los cuidados “ni siquiera como un trabajo verdadero, pues con las guarderías en el socialismo se resolverían todos los problemas”; cuenta Mariarosa Dalla Costa que “Se hizo de inmediato evidente que el nudo difícil de deshacer era el de la maternidad….   …..maternidad, elección irreversible que condiciona toda la vida femenina y que no se resolvía llevando a los niños a la guardería…  …una mujer en casa siempre está de turno decíamos …la disponibilidad mental para planificar y afrontar las obligaciones e imprevistos de nuestra acción”.

Si “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” también llevamos incorporada en nuestra subjetividad una cantidad enorme y toxica del imaginario HPC; esta subjetividad (esos sujetos sujetados mencionados), querámoslo o no, nos acarrea individual y colectivamente la dominación machista. De ahí que la destrucción de la sociedad actual tiene que ser integral. Por muy necesaria que sea estrategicamente la autogestión de los medios de producción, es claramente insuficiente.

3 ¿Qué hacemos con eso que han hecho de nosotros?: hombres      aliados de las anarcofeministas.                         

La sociedad HPC se estructura en una pirámide jerárquica en cuya cúspide se sitúa el hombre propietario, heterosexual, blanco y adulto (Trump o Bolsonaro pueden servirnos de ej.). Aún en el escalafón más bajo de esa jerarquía masculina hegemónica, los hombres disfrutamos de unos privilegios de todo tipo que es necesario localizar y erradicar, nuestra subjetividad individual y política nos impele a ejercerlos de manera más o menos inconsciente.  

Los hombres, y los libertarios no somos una excepción, es prioritario que realicemos un proceso individual y colectivo de deconstrucción en el que reflexiva, laboriosa, responsable y humildemente nos planteemos un cambio radical de nuestra subjetividad. Proceso que, como libertarios no confundamos con las modas HPC de la autoayuda ni emule los cantos de sirena de los grupos de las terapéuticas  llamadas “nuevas masculinidades”, también de actualidad, que solamente buscan conseguir hacer “buenos hombres igualitarios” en el marco  del feminismo burgués de la igualdad de oportunidades sin asumir la necesaria lucha anticapitalista y, fundamentalmente, mirando únicamente sus privilegios en las relaciones del binario masculino-femenino, abstrayendo la dominación de clase, raza, deseo sexual, etc. Las libertaries no circunscribimos nuestro horizonte a “los derechos humanos” de estos compañeros de viaje, pues no desdeñando los avances y conquistas fruto de las luchas, somos conscientes de que la consecución de derechos sencillamente son resultado de la correlación social de fuerzas, no son cimas inamovibles a las que es imposible descafeinar  una vez alcanzadas. Los derechos en esta sociedad no nos permiten distraer nuestra alerta de lucha.

 El proceso de deconstrucción de la masculinidad sabemos, los que lo iniciamos ahora, que nunca terminará, siempre será incompleto, parcial; tampoco será automático, ni armonioso, pues nos depara, a menudo desgarros y vergüenza propia [“recuerdo hace años que violé a mi compañera de entonces mientras dormía, aunque no lo viví como una violación”, comentaba un compañero]. Utilizando, para nuestro propósito, lo que nos dice Castoriadis, referente a la autonomía y la eliminación del mensaje de la dominación incrustado en nosotros mismos, diríamos que “la deconstrucción de nuestra masculinidad no es pues elucidación racional sin residuo y eliminación total del discurso heteropatriarcal no sabido como tal”. Este es un proceso como “una cerilla en medio del campo en plena noche; una cerilla apenas ilumina, pero nos permite ver cuánta oscuridad hay alrededor”.

Sabiendo que no estamos determinados totalmente y que tampoco somos dioses creadores  de nosotros mismos tendremos que conjugar y asumirnos como productos sociales conscientes de toda la toxicidad de la dominación naturalizada HPC en nosotros mismos y , a su vez, como productores como creadores que “……no buscaríamos nuestro sexo verdadero, sino indagar y deconstruir nuestro sexo falseado para crear y conquistar nuestro sexo imaginario.”

Deconstruir para crear, más bien para iniciar un proceso de destrucción de la masculinidad mediante un cultivo paciente y esforzado en interacción con los demás. Aquí la amistad es muy importante en este sentido, es el saber que nuestro trabajo y todo lo aprendido o adquirido lo es por contaminación, a través de los amigos, los compañeros en el proceso.

Si no buscamos ser simplemente “buenos hombres”, rechazando el feminismo de la igualdad de oportunidades tan caro a los partidos socialdemócratas de todo tipo; el proceso que iniciemos los hombres libertarios, laborioso, tenaz, reflexivo sin autocomplacencias, etc., tanto en nuestras prácticas cotidiano-relacionales (con todas, todes y todxs) como en el aprendizaje en/de los anarcofeminismos (no lo confundamos con que ellas nos eduquen ¡asumamos nuestra responsabilidad como mayores de edad!) creo que, debe ir fraguando aliados de las luchas feministas, cuestionando/nos el HPC en nuestras luchas sin hacer compartimentos estancos. 

Los hombres libertarios que queremos ser aliados no necesitamos espacios en el anarcofeminismo sino coger el espacio que tenemos en la sociedad, en la fraternidad en la que convivimos con otros varones (en las reuniones familiares, con los colegas del curro, con los compañeros de la universidad, etc.) y generar anarcofeminismo en él. Claramente, asumir esta práctica va a resultar criticada, incomprendida, despreciada y sospechosa ante los demás hombres; seremos vistos como traidores de esa fraternidad al no mostramos como depredadores machotes alfa hechos a sí mismos.

Y ya que “no es lo que han hecho de nosotros (el mercado, el estado, el heteropatriarcado) sino lo que nosotros hacemos con eso que han hecho de nosotros”, asumamos el aspecto claramente político de nuestra deconstrucción que por muy necesaria no es suficiente [[recientemente preguntaban a Almudena Hernando: “¿Se puede acabar con el orden patriarcal sin acabar con el modelo de desarrollo económico capitalista?  No. El orden neoliberal es resultado de una construcción identitaria y socio-económica patriarcal …..”;                                                                                                                                     “…..en el mundo occidental se está dando importancia únicamente a la razón, al dato, al ser más, a la desconexión emocional, a la irreflexión sobre nuestra sociedad y sobre el futuro que queremos]. Contentándonos con esa bondad masculina pregonada por algunos autores, sí nuestra deconstrucción no está imbricada con el horizonte políticamente libertariofácilmente será coptada por quienes quieren cambiarlo todo para ¡no cambiar nada!.                                                                                                                                                          Aliados siempre situados en nuestro ámbito cotidiano de concientización entre otros hombres; aliados contra la misoginia, los asesinatos machistas, contra la homofobia, asumiendo equitativamente los trabajos de cuidados para con los niñas como con les viejos, etc., etc.

Aliados que aprenden de las aportaciones que históricamente han hecho a la teoría social revolucionaria las anarcofeministas entre otras feministas muchas (E. Goldman, Rita L. Segato, Lucia Sánchez Saornil, J. Butler, María Mies, S. de Beauvoir, S. Federicci, etc, etc). Aprender nunca como un ejercicio intelectualoide; aprender, reflexionar, debatir para nutrir nuestro discurso y nuestras prácticas de combate social, político, económico, e ir desafiando lo más conscientemente posible la institución de la sociedad dada.

Aprender, en definitiva para ir cuestionando en lo político y en lo personal las representaciones socialmente instituidas del Heteropatriarcadocapitalista, para luchar integralmente por esas anheladas comunidades sin tutelas estatales ni jerarquías que, sustentadas en la libertad y el apoyo mutuo entre lxs diversxs/as/os/es, sean el marco en el que la vida merezca la pena ser vivida. Comunidades en las que los binarios masculino/femenino, homosexual/heterosexual, dirigentes/dirigidos,naturaleza/cultura, etc., sean un triste recuerdo de la dominación.

Gerardo

Libro: El género y los sexos

El género y los sexos
Repensar la lucha feminista
Lucía González-Mendiondo

Colección Casus belli, 9
192 páginas
12x18cm

«Yo también aspiro a una sociedad más justa en la que exista mayor igualdad entre los sexos y la violencia y la dominación no tengan cabida. Creo que vivimos en una sociedad patriarcal en la que hombres y mujeres somos socializados de manera desigual y creo que, en casi todos los ámbitos, las mujeres salimos peor paradas. Pero el actual feminismo institucionalizado de género no tiene nada de liberador, al imponer nuevos dogmas a hombres y mujeres, y volvernos menos autónomos y menos felices.

El género explica la articulación de la represión a la que nuestra cultura patriarcal, capitalista y blanca ha sometido a las mujeres y a las minorías eróticas, pero no da cuenta de toda nuestra realidad sexual. Es absurdo pensar que en la historia de las mujeres, en concreto en lo que atañe a nuestra sexualidad y nuestras relaciones eróticas, todo haya sido represión, a pesar de lo mucho que nuestra sexualidad ha sido reprimida y negada.

La lucha contra el Patriarcado no es un enfrentamiento maniqueo entre hombres y mujeres, entre opresores y oprimidas, entre víctimas y verdugos. Es una lucha que debería concretarse en el desmantelamiento de los aspectos de nuestra civilización en los que la diferencia sexual, las diversas sexualidades y las singularidades eróticas son objeto de represión, discriminación y sometimiento. Y tal desmantelamiento no puede darse contra el hombre, sino que ha de ser una lucha conjunta de hombres y mujeres, diferentes, diversos/as y singulares».

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Lucía González-Mendiondo (1979) nació en Madrid, donde estudió Psicología y Sexología. En 2007 se instaló en Zaragoza, donde completó su doctorado en Sociología, trabajando desde entonces como sexóloga en el ayuntamiento de Huesca. Es asimismo profesora asociada en la Universidad de Zaragoza y profesora colaboradora en distintos Máster en Sexología.

Colabora habitualmente con diversas publicaciones libertarias y es autora, entre otros artículos, de dos monografías, «La crisis de los cuidados en clave sexológica» (2005) y «El discurso contra la violencia de género. Aportaciones y limitaciones para el abordaje de la violencia en pareja» (2014), ambas publicadas en la Revista española de sexología.

Ecofeminismos para evitar la barbarie

La autora reflexiona sobre el ecofeminismo en un mundo que separa humanidad y naturaleza. Sobre la necesidad de comprender y actuar frente a las crisis complejas que afrontamos y el repunte de los fascismos.

Yayo Herrero. Antropóloga y feminista. Revista Ecologista nº 100.

La economía, la tecnología y, en realidad, cualquier producción humana, son subsistemas del medio natural en el que se insertan. Sin embargo, los metabolismos sociales y económicos se han configurado como si fuese al revés. Una vez superada la biocapacidad del planeta, el tamaño de la esfera material de la economía está condenado a disminuir. En consecuencia, el crecimiento económico se estanca y retrocede inevitablemente.

Los poderes económicos y políticos siguen confiando en superar la crisis económica por la vía del crecimiento. Algunas opciones políticas aspiran a poder superar la crisis económica y ecológica a partir de un crecimiento verde sin que en la mayor parte de los casos se hable de reducción de la huella ecológica y de la redistribución de la riqueza. En los próximos años nuestro trabajo no estará tan centrado en combatir el negacionismo, sino el capitalismo verde y las falsas soluciones.

La mirada de los ecofeminismos permite reflexionar desde otro ángulo. Permite comprender mejor las crisis complejas e interconectadas que afrontamos; permite entender por qué la economía real está estancada y no genera puestos de trabajo; permite comprender quién se está ocupando de sostener las vidas en la situación de empobrecimiento creciente que estamos viviendo; permite entender que los movimientos migratorios emergentes presentan diferencias con los del pasado.

Los ecofeminismos explican que la producción capitalista tiene una precondición: la producción de vida que se realiza en espacios invisibles y que sigue una lógica opuesta a la del capital. Fuera de los focos, invisibilizadas y subordinadas, están las aportaciones cíclicas que regeneran cotidiana y generacionalmente tanto la existencia humana como la del resto del mundo vivo. En esos espacios ocultos, mujeres, territorios, sujetos colonizados animales y plantas, posibilitan la satisfacción de las necesidades humanas y, a la vez, estas aportaciones hacen posible que la producción capitalista exista. Cuanto más crece esa producción, más se explotan y exprimen las bases materiales que la hacen posible.

La sacralización del dinero como motor de la vida –sustituyendo al sol, la biodiversidad, la tierra fértil, el agua o las relaciones de interdependencia– hace que una buena parte de las personas crean que más que necesitar agua, alimentos, cuidados o vivienda, lo que necesitan es dinero. El dinero es el salvoconducto que permite obtener todo lo que se necesita para sostener la vida y, bajo esta creencia, se instaura una lógica sacrificial que defiende, como un dogma sagrado, que todo –territorio, vínculos y relaciones, libertad o dignidad– merece la pena ser sacrificado, con tal de que crezca la economía.

Pérdida de hábitat

Siguiendo esta lógica, estamos asistiendo a la destrucción de lo que nos mantiene vivos. Una acelerada pérdida de hábitat causada por la expropiación de la tierra, el envenenamiento de suelos, del aire y del agua a causa de los extractivismos, la agricultura y la ganadería intensiva, y la violencia extrema causada por guerras formales e informales. Estos procesos se dan en el medio rural, en los territorios de pueblos campesinos e indígenas, pero también en las ciudades, en las que las luchas por la vivienda y contra la mercantilización de los barrios son parecidas a las luchas en defensa del territorio.

Sumado a lo anterior, el cambio climático disminuye aún más el espacio habitable. Todo ello provoca expulsiones de sujetos y comunidades de los lugares en los que habitan. Cuanto más inhabitables se tornan los territorios, más personas –también otras especies– se ven obligadas a salir de ellos.

Estos procesos no son nuevos en la historia del capitalismo. Sin embargo, la escala ha aumentado de forma exponencial. A partir de los 80 el capitalismo mundializado ha perfeccionado los mecanismos de apropiación de tierra, agua, energía, animales, minerales, urbanización masiva, privatizaciones y explotación, de trabajo humano. Los instrumentos financieros, la deuda, las compañías aseguradoras, y toda una pléyade de leyes, tratados internacionales y acuerdos allanan el camino para que complejos entramados económicos transnacionales, apoyados en gobiernos a diferentes escalas, despojen a los pueblos, destruyan los territorios, desmantelen la red de protección pública y comunitaria que pudiese existir y criminalicen y repriman las resistencias que surjan.

En este contexto se produce un repunte significativo de opciones políticas de corte xenófobo, populistas, misóginas, antiecológicas y ultraderechistas. Cuando los discursos xenófobos dicen “aquí no cabemos todos”, aluden a la imposibilidad de que los estándares de consumo y estilos de vida materiales, políticos y simbólicos que se habían alcanzado solo para algunas partes minoritarias de la población sean viables para todos “los nacionales”, si llegan muchas personas de fuera.

Como si existieran varios planetas

La realidad incómoda es que no es posible que quepamos todos si los estándares materiales deseados suponen vivir como si existiesen varios planetas en lugar de uno parcialmente agotado. El bienestar material desigual de los países enriquecidos no se sostiene sobre la base material de su territorio, sino que se satisface acaparando otros territorios y expulsando irreversiblemente a quienes viven en ellos.

Sin transformar radicalmente el metabolismo económico, no son sólo las personas forzosamente desplazadas las que no caben, sino que, según se profundiza la crisis material y el cambio climático, y a pesar de que en su carnet de identidad diga que “son de los nuestros”, paulatinamente muchas personas quedarán también fuera. Cuando hablamos de exclusión, personas desempleadas de larga duración, jóvenes que no acceden al mercado de trabajo, desahucios o mujeres que sostienen la vida en un sistema que la ataca, estamos hablando de cómo la dinámica de expulsión del capital se expresa también en el supuesto mundo rico.

El decrecimiento material de la economía es simplemente un dato. Los neofascismos criminalizan, estigmatizan, deshumanizan, abandonan y matan a personas “sobrantes” con un discurso y escenografía que busca legitimar socialmente el exterminio. La Unión Europea criminaliza, estigmatiza, deshumaniza, abandona y mata a personas ‘sobrantes’ dentro del discurso políticamente correcto de los derechos, a partir de la ingeniería social ‘racional’ limpia y tecnócrata del capitalista mundializado que considera que las vidas y los territorios importan solo en función del “valor añadido” que produzcan.

Poner las vidas en el centro

Desde el ecologismo social ponemos encima de la mesa la necesaria relocalización de la economía, el ajuste a los límites físicos de los territorios y la producción y acceso, sobre todo de alimentos, energía y agua con base fundamentalmente local. Hablamos también de poner las vidas en el centro, de las asalariadas y las que trabajan sin salario. Paradójicamente, esta relocalización de la economía, aprender a vivir con los recursos cercanos es fundamental para frenar la expulsión de personas de sus territorios y garantizar su derecho a permanecer en ellos, teniendo en cuenta que una parte de los desplazamientos forzosos ya será inevitable y que tenemos la obligación de organizarnos para acoger a aquellos con los que hemos contraído una deuda ecológica y no tienen dónde volver. Adoptar principios de suficiencia, equitativos y justos, es condición necesaria para la solidaridad dentro y fuera de nuestras fronteras.

¿Cómo hacer para garantizar las condiciones de vida para todas las personas? ¿Qué producciones y sectores son los socialmente necesarios? ¿Cómo afrontar la reducción del tamaño material de la economía de la forma menos dolorosa? ¿Qué modelo de producción y consumo es viable para no expulsar masivamente seres vivos? ¿Cómo abordar las transformaciones que el cambio climático va a causar en nuestros territorios? ¿Cómo mantener vínculos de solidaridad y apoyo mutuo que frenen las guerras entre pobres, vacunen de la xenofobia y del repliegue patriarcal? ¿Cuál es la escala adecuada de actuación? ¿Qué papel juega la autoorganización, el municipalismo, el Estado-nación y las alianzas internacionales? ¿Qué diálogo puede establecerse entre el trabajo socialmente garantizado y la renta básica?

En este marco nos parece a muchas mujeres de Ecologistas en Acción que los ecofeminismos proporcionan elementos para la reflexión y la praxis absolutamente fundamentales. Contribuyen a desmantelar ese abismo que separa ficticiamente humanidad y naturaleza; establecen la importancia material de los vínculos y las relaciones; se centran en la inmanencia y vulnerabilidad de los cuerpos y la vida humana; y dan al vuelta a las prioridades, situando la reproducción natural y social como elementos, indisociables entre sí, y cruciales para metabolismo social.

Jornada *Refugio y Asilo LGTBIQ+*

El próximo viernes 5 de Julio, a las 19:30 comenzaremos con la proyección del cortometraje ‘Au pays de la démocratie naissante’ elaborado por la organización SHAMS. 

Posteriormente comenzará la mesa debate, con la participación de Lulu y Hafed, activistas LGTBIQ+ de Túnez, actualmente en territorio español con la tarjeta provisional de refugiados, esperando el estatuto definitivo. Ambos han denunciado enérgicamente y trabajado en estos últimos años por la derogación de las leyes homófobas y las prácticas de abuso, torturas y persecución en Túnez.

Para terminar, a las 21h conectaremos vía Skype con miembres del colectivo LGTBQIA+ Refugees Welcome de Atenas, que nos contaran de primera mano cuál es su situación y su lucha en Grecia.

CNT Comarcal Sur de Madrid